Andros presbítero Mysterium vitae
Andros presbítero Mysterium vitae

UCRANIA EN GUERRA

EL NACIONALISMO MATA

 

 

    Oigo hablar a mucha gente sobre la guerra de Ucrania a un año pico de su comienzo; escucho distintos planteamientos, y siempre llego a la misma conclusión: está guerra está causada por un nacionalismo absurdo. 

    Los eslavos suelen ser presa fácilmente de este tipo de marco ideológico. Las guerras balcánicas recientes, las luchas del Cáucaso de no hace tanto, el conflicto entre ucranianos y rusos, que prosigue en una espiral de locura que puede desatar de nuevo el uso de armas nucleares en un conflicto, y ahora, por si faltaba algo, la pretensión polaca de apropiarse del 20 % del terreno ucraniano en compensación por sus sacrificios de guerra, dejan traslucir que el nacionalismo es una patología que en el mundo eslavo goza de muy buena salud. 

    No hace tanto el Papa Polaco, trató de convertir el concepto político de nación en una categoría teológica. El mismo propósito se ve en la última encíclica de Francisco. Algunos teólogos y filósofos de los que suelen publicar en ediciones encuentro, también siguen esa linea de pensamiento. Evidentemente ninguno de estos usan el concepto nación para legitimar la guerra, sino para  asentar el principio de subsidiariedad. Más el nacionalismo no aspira a tal cosa. Ni la subsidiariedad, ni la solidaridad son sus aspiraciones básicas. 

    El nacionalismo es por definición una ensoñación romántica, una mitología laica, un marco de hermenéutica histórica sesgado y tendencioso. Es pura subjetividad errática viciada, que se apropia de las mentes de muchos. Y que suscita picos de histeria colectiva. Incluso desata violencias sin cuento, donde seres humanos son declarados chivos expiatorios necesarios para defender y promover a la madre patria. Nacionalismo y “patrioterismo” van juntos. 

    En la península ibérica sabemos bastante de esto. El mundo vasco que se define como opuesto a lo español, o cómo ellos dicen, dando sobradas pruebas de su violencia verbal, a lo “maketo”, una suerte de insulto para tildar a  un mundo español que de tan plural y diverso casi es una mera entelequia fruto del loco inculto de Sabino Arana y los suyos.  Ya nos enseñó aquel profeta nacionalista visionario llamado Arzalluz que su huella genética era diferente, superior y exclusiva, no como la de los demás, cual redomado Nazi de guante blanco. El dogmatismo nacionalista reclama para sí el derecho a la diferencia, demonizando al que considera contrario. Y desde este dogmatismo pretende deconstruir cualquier discurso histórico disidente, condenándolo al ostracismo o la irrelevancia (en este caso son los catalanes nacionalistas los perfectos expertos, pues tildan a los “charnegos”, esto es  a los otros españoles, de gente inútil). Los nacionalistas también gustan de asesinar por medio de terrorismo o desatan guerras, como hicieron en el pasado los irlandeses, y a los que los vascos trataron de imitar. Incluso hasta cuando quisieron reproducir aquí un proceso de paz absurdo, dado que el nivel de autogobierno que tienen supera con creces lo que los irlandeses del norte disfrutan a día de hoy. Ahora la facción armada de toda la vida se hace llamar Bildu y parece que han descubierto que democráticamente son capaces de lograr sus metas sin necesidad de matar a nadie. Lástima que el casi millar de víctimas que asesinaron no puedan ser testigos de su milagrosa conversión. Al menos de momento no matan. Eso es lo único bueno de todo esto. 

    Así que mucha gente inocente ha visto correr su sangre sobre las verdes praderas de  esas tierras cántabras. Una perfecta metáfora que convierte a la Ikurriña (una burda imitación de la bandera del Reino Unido), en un concepto que define a la perfección el salvajismo de los nacionalistas vascos que han asesinado o encubierto a sus paisanos homicidas, en su macabro proceder que ha derramado sangre hasta de niños inocentes sin temblarles un instante las pestañas a ninguno de ellos. Los inocentes son el color blanco. El rojo es la sangre derramada de ellos. Y el verde, el color de su tierra, anegada de dolor y muerte de bermejo color. A esta locura conduce el nacionalismo. Una locura que me ha acompañado desde mi más tierna infancia hasta el día de hoy, donde aunque ya no matan circunstancialmente, aquellos asesinos de ayer se presentan a las elecciones, porque como ya he dicho, al parecer, por fin han descubierto que vivimos en una democracia real, aunque perfectible, y que sin matar a nadie se podía aspirar a proponer una visión política, a la consideración de la mayoría. Lástima que hayan tardado tanto en darse cuenta, y en ese proceso, hayan matado a tantos inocentes, imbuidos de su venenosa dogmática nacionalista. Reiterativo ciertamente, más no miento. 

    Un sector de los eclesiásticos los ha respaldado sin atisbos de rubor. Lo mismo ocurre con el nacionalismo catalanista. En el fondo, el clero carlista del ayer, antiliberal y tan  militante en aquellas guerras decimonónicas, se ha travestido y ha creído encontrar una nueva justificación reeditada para su animadversión hacia la modernidad que tanto les asusta. Su propósito inútil los ha conducido a padecer las iras de sus nuevos requetés, que imbuidos de ideologías antirreligiosas, les han dado la espalda y  los han excluido de su futuro paraíso libertario nacionalista. De hecho, sus seminarios, se han quedado sin vocaciones, al igual que sus casas religiosas. 

    La miopía teológica polaca conduce a este frenesí. Una obra biográfica de un monseñor gay del Santo Oficio, de nacionalidad polaca, donde expone su experiencia con su amante catalán y nos ilustra con la empatía connatural que sentía por su nacionalismo independentista, me hicieron caer en la cuenta de cuan funesto puede llegar a ser esta visión cuasi religiosa vestida de banderas y jaleada por himnos. De hecho el nacionalismo y su correspondiente patrioterismo, son una religión no teísta, aunque sí idolátrica. Donde lo “nacional” es equiparable a lo divino.   La antología del disparate en este contexto es la reclamación actual del 20 % del territorio ucraniano por el gobierno polaco. Para reconstruir el suelo propio de la madre patria.

    Eso es lo que busca Putin. Y como ayer los norteamericanos con su invasión de Cuba hicieron reventar el buque Maine en el puerto de la Habana, para así legitimar su conquista de la Isla, arrebatándosela a los españoles, el nuevo Zar ha legitimado su invasión para defender a los rusoparlantes de los fascistas ucranianos, y para frenar a una OTAN desmedida. Las manipulaciones de los hechos, hoy como ayer, justifican la escalada bélica actual. Hitler también lo hizo. Y muchos otros también. Los chivos expiatorios raramente fallan. 

    Tales enfoques tienen un problema. Kruschev cuando quiso frenar a los americanos que llenaron de misiles nucleares el Cáucaso turco amenazando al imperio soviético muy de cerca, Él, no necesitó invadir a nadie, simplemente plantó sus misiles en Cuba. Y se desató la gran crisis durante aquellos 13 días. Pero los Kennedy, entendieron el giro, y supieron hasta dónde podían llegar y que límites no se debían traspasar. Putin podría haberlo imitado, usando la actual Venezuela o Nicaragua para presionar a Estados Unidos, sin necesidad de invadir a Ucrania. 

    En cuanto a la defensa de las víctimas rusoparlantes, simplemente añadiré que tales colectivos, también agredieron a sus supuestos atacantes. Y la experiencia enseña que en medio de una pelea de dos personas con enfoques opuestos y dialécticos, lo más inteligente no es tomar partido, sino parar la pelea y sentar a la gente a hablar. Pero Putin nunca ha querido eso. 

    En el fondo en este triste espectáculo, Cirilo de Moscú, es el más sincero de todos: la madre patria rusa, tiene a su fundador enterrado en Kiev, y eso: la Ucrania ajena a la madre Rusia,  es poco menos que “pecado”. Más allá de la ironía, lo que pretendo decir es que el burdo nacionalismo ruso actual, de impronta bizantina y por ende bastante decadente, es la gran convicción que alienta tras las mentiras que son estas cortinas de humo: el fascismo ucraniano y la amenaza occidental. Tras esta escalada bélica lo que hay es un colectivo eslavo queriendo restablecer el sagrado hogar de la madre patria, y sus zonas de influencia, para llegar a ser el gran país que, románticamente comprendido, fueron ayer. La psicodelia no es ajena a la memoria nacionalista rusa y a ninguna de otra clase, sea cual sea.  De esto en España sabemos mucho, como ya he dicho, y ya llevamos ya demasiado tiempo padeciendo las neurosis nacionalistas, a cuál de ellas, más hilarantes y disparatadas. Y que nos hacen merecedores por culpa de ellos, de adoptar un nombre nuevo como país, como dijo aquel andaluz brillante de feliz memoria: España es Absurdistán. El venenoso nacionalismo lo posibilita. 

    Si bien la solución a este contencioso es muy diferente. Hay que renunciar al concepto estado nación. Rusia y Ucrania podrían volver a unirse si ambas formasen parte de Europa. Nos podrían aportar poderío militar y múltiples materias primas, y Europa podría aportar en cambio un gran peso económico, tecnológico, cultural, político y muchos avances en diversos campos de distinta naturaleza. Además tal coyuntura, permitiría el surgimiento de una gran fuerza política y económica mundial, frente a Estados Unidos y China, no permitiendo la reedición de un mundo bipolar. Pero este enfoque es ajeno al nacionalismo eslavo exacerbado de Putin y todos los suyos. Los sátrapas y oligarcas rusos son la única vía de solución para esta suerte de tiranía. Pues ellos han aprendido el lenguaje del dinero y la corte zarista ha empezado a dificultar con su frenesí nacionalista el flujo económico que tantos réditos les estaba dando. ¿Hasta cuándo este entorno mafioso soportará a este visionario?. El tiempo lo dirá. Pues como en la Alemania nazi es posible que no hagan nada contra él, o como en la Italia fascista, es posible que desaten las iras del pueblo para que esta caudillo caiga y finalice así su macabra época. Nerón, Caligula, Cómodo, Nicolás, Chauchescu, Gadafi y muchos otros fueron decapitados para erradicar sus locuras.  Una cosa está clara, raro será que él mismo se regenere y deshaga el entuerto en el que ha metido a su nación y a gran parte del mundo. Al menos lo que la historia dice es que este tipo de gente muere matando o  también en una cama tranquilamente, sin haber cambiado en absoluto. Pinochet y Castro son dos claros ejemplos de esto último. 

    La solución es la unión.  Libertad para todos. Igualdad entre todos y Fraternidad siempre, por encima de todo. ¿Qué otra cosa es sino la Europa moderna?. Pedro el Grande quiso europeizar Rusia no aislarla de su entorno connatural. ¿Por qué este nuevo Zar no lo ve? Porque no quiere verlo, su nacionalismo primitivo, se lo impide. Y muchos de los suyos le aplauden. Y mientras China y la India se benefician de un petroleo abundante y barato, y Turquía se enriquece refinando ese crudo para que a sus compañeros de la OTAN no les falte combustible, (no ser miembro de la UE se lo permite), aunque eso sí, un poco más costoso. Los comerciantes de materias primas ya inventaron ese combo hace años y nos demostraron cómo es posible saltarse la legislación internacional sin necesidad de cambiar nada. De paso además esta situación enriquece las industrias armamentistas de todas partes. Negocio redondo. Eso es esta guerra: lucro con sabor a sangre. Todo lo de siempre sigue en pie, pero todo encarecido, con una excusa mediática tremenda. 

    Los factores en juego demuestran que el nacionalismo agresivo resulta rentable. Norteamérica gana mucho con su comercio de gas, petroleo y con sus armamentos. China lo mismo, desde otras claves. India igual. Y los demás vamos de comparsa en este asunto. Y España que podría sacar una enorme tajada comerciando con el gas del norte de Africa, se pelea con Argelia, porque el móvil de su presidente ha sido jaqueado por Marruecos y debe guardar secretos tremendos que obligan a un presidente poco monárquico a postrarse rostro en tierra ante el rey alauí que de monarca democrático tiene más bien poco. Felipe VI, le molesta, pero el otro rey, lo domina. Vilipendia a un rey constitucional y demócrata para ofrecer su servilismo a un sátrapa de los de escuela sin ningún tipo de rubor. 

    Y mientras tanto, caminamos erráticamente apartándonos de la verdadera solución a este problema: la unión de todos bajo el amparo del ideal unionista Europeo. ¿Por qué creemos sino que Bush y Trump han sido enemigos declarados de la Unión Europea?¿Por qué han querido romper ese proyecto desde siempre? ¿Por qué China quiere una Europa débil sino es para hacerse con ella y convertirla en una sucursal de su emporio económico?. El Brexit es el gran error reciente de una Europa que está en crisis. Y es una pena que eso ocurra, porque la división de Europa, nos aleja de la paz mundial. O Europa cierra sus heridas e incorpora a los eslavos a su dinámica o esta locura proseguirá por años. La loca guerra balcánica reciente se superó cuando esos micro estados resultantes se fueron incorporando a la Unión Europea poco a poco, para volver a ser uno sin necesidad de seguir matándose entre ellos. Los eslavos en sus múltiples etnias están tan entremezclados en territorios tan amplios que si no se unen bajo un único pabellón, será imposible lograr que convivan en paz. El nacionalismo sumerge a Europa en un caos absurdo. Y el nacionalismo debería declararse tan pernicioso como el integrismo islámico. Si todos formamos parte de un mismo misterio en despliegue y movimiento ¿que puñetas hacemos destruyéndonos cual si fuéramos muestras vivas de misterios distintos?. Ontológicamente somos lo mismo. Y lo demás son detalles sin importancia, comparados con nuestra verdad metafísica más genuina. 

    Debe ser que la crisis de la metafísica nos ha llevado hasta esta fragmentaria visión de la realidad que nos sumerge en una dialéctica macabra. 

    La globalización es la solución al callejón sin salida al que el nacionalismo nos ha conducido. Roma ya descubrió eso hace muchos siglos aunque no supo realizarlo imbuida de un estúpido imperialismo ciego. Deberíamos unirnos para poder responder a los retos globales que se nos plantean. Los problemas de hoy no se pueden resolver desde claves nacionalistas. Los problemas medioambientales, económicos, sociales, comerciales, sanitarios (el Covid lo ha demostrado) y humanos, sólo pueden afrontarse globalmente. El tribalismo nos aparta del futuro. La globalización la posibilita. Y la guerra actual se resuelve desde la globalización y no desde los nacionalismos o los confesionalismos. ¿No aprendimos nada de las funestas guerras de religión? ¿No las resolvimos apartando la religión que nos enfrentaba del primer plano de nuestra atención? Lo mismo debería ocurrir con el nacionalismo absurdo que nos enfrenta. Igual que el confesionalismo se ha ido superando mediante el ecumenismo, el nacionalismo debe superarse desde el globalismo. Lo contrario es suicida. Y suicidándonos estamos. 

    Así que esto es cuánto tengo que decir de esta guerra absurda de la que tantos hablan inmersos en el ruido mediático imperante.   Esta es mi visión crítica, acertada o no, pero es la mía. Y entre tanta opinión reinante es lo que puedo aportar con la humildad de aquel que lo único que sabe es que no sabe nada.  

 

 

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