Del libro: PAGANIDAD Y ATEOCRACIA
EL TODO SERA PLENO: CARTA AL PADRE, AL HIJO Y AL ESPÍRITU SANTO
¿Mi Señor y mi Dios? ¿Será cierta la hipótesis que brota de mi entendimiento al meditar el capítulo octavo de la carta de tu apóstol Pablo a los Romanos versículo 19 y siguientes? ¿Será que estoy en
lo cierto si interpreto tus palabras en el libro del apocalipsis capítulo 21 versículo 5: “Mirad que todo lo hago nuevo” como la clave para entender la resurrección de la carne? Algo que tanto cuesta
entender al hombre de hoy. ¿Mi Señor y mi Dios si es cierto todo lo que pienso y me he atrevido a esbozar en mi último libro “Integrismo, religión y mística” verdaderamente, el salmo 8 que canta
nuestro lugar como seres humanos en el mundo no se quedará corto?¿Será cierta mi convicción de que has creado todo por amor para hacerlo participar de tu gloria?¿Será cierto que tu amor crea el
universo, y cuando este se frustra por nuestro pecado, tu le ofreces la posibilidad de la redención, y lo santificas por tu amor para así glorificarlo de modo que lo finito pueda ser eterno y gozar
en plenitud de tu existencia plena? ¿Será cierto que el fin último de todo, como regalo gratuito de tu amor es la divinización?.
Ya se que mis palabras pueden resultarte oh Señor mío complicadas, pues en los ojos de mis hermanos percibo tu voz que me solicita ser sencillo en mis expresiones, pero ten paciencia con tu hijo. Me conoces bien. Mucho mejor que yo a mi mismo. Lo sé porque me amas más que yo a mi mismo. Me lo has demostrado infinidad de veces. Tantas que ya he perdido la cuenta. Así que tú que no ignoras nada de mi sabes bien que de un tiempo a esta parte ando inmerso en un nuevo eón de reflexión. A esta etapa desconocida por el Andrés de hace unos años, he llegado a través de duras noches oscuras donde mi mente ha tenido que vérselas con la ignorancia y el nihilismo que ella conlleva. A partir de las hipótesis sobre los orígenes de la vida humana y la aparición del alma humana se ha desatado en mí un modo nuevo de mirar el mundo, de contemplar el universo. Pues tú mejor que nadie sabes que he comprendido que nuestra existencia como humanos no es necesaria sino fruto de un proceso, maravilloso por otra parte, de este universo infinito que se autoorganiza porque por tu voluntad escrita en los últimos hallazgos del origen de las especies muestra que al crear el mundo quisiste que el mismo fuera capaz de originar vida como una propiedad básica de su mismo ser. Y no sólo es capaz de crear vida, sino además, vida inteligente, libre y por ello, personal. Seres con rostro. Seres con idiosincrasia. Seres únicos e irrepetibles. Seres llamados al infinito siendo finitos. Seres con sed de infinito. He comprendido que no estaba escrito como algo necesario que estos seres fueran mamiferos. No estoy seguro si todo esto es fruto de la evolución atisbada por la hipótesis de Darwin o si bien, se produjo del modo novedoso que postula ahora Maximo Sandin, por medio de su hipótesis de la transformación genética. Quizás eso no resulta relevante. Pero lo cierto y verdad, Señor, es que el universo mismo nos ha puesto ante Tí. Siendo como somos. Y que ello ha supuesto siglos de historia. Ahora sé que este polvo de estrellas que somos es el fruto de lo que este universo ha construido. Y cuando ha sido capaz de originarnos como somos nos ha puesto ante Tí como el tú verdadero que somos, para que entre tú y nosotros, pueda establecerse una verdadera relación de amor. Ahora sé que este polvo de estrellas maravillosamente organizado de acuerdo con estructuras sublimes, ahora sé que esta materia informada, es el interlocutor que tú has aceptado como legítimo para entablar con el universo el diálogo de amor que explica el fin último de todo lo que existe. ¿Es este Señor el verdadero significado del principio antrópico que sostiene que la estructura del universo es antropocéntrica? Si es así, el antropocentrismo adquiere un significado nuevo. Pues hasta ahora muchos creían que el mundo, el universo era un simple decorado para justificar tu encuentro con los hombres. Pero esa es una interpretación errónea. Pues desde ese punto de vista el mundo, el universo todo, simplemente aparecía como una cascara de nuez desechable una vez que hubiese finalizado la historia. Ese punto de vista convertía el universo en una manifestación artística efímera. Y la verdad es bien distinta. Si escucho a mi hermano Pablo, tu apóstol, comprendo una verdad nueva. Pues no es el universo el marco virtual efímero que permite nuestro encuentro contigo. Sino que nosotros somos la voz del universo que tu has creado que puede hablarte a Tí como portavoz suyo para aceptar o rechazar la propuesta que tus nos haces en su nombre. Los ecologistas se quedan cortos cuando afirman que somos parte de la tierra. Pues no somos parte de ella. Somos la tierra. Somos su voz. Somos su inteligencia y su libertad. Ella habla por nosotros. Pero no hablamos en nombre de la tierra. Porque el universo no es la casa de la tierra. La tierra es el universo. Y nosotros por tanto somos universo. Lo somos en cada una de nuestras células. En cada uno de nuestros átomos. Somos polvo de estrellas. Somos la danza de las partículas universales energéticamente estructuras de manera sublime. Tú mi Señor y mi Dios al crear el mundo lo has puesto en movimiento. De la nada has creado un ente capaz de dar vida. Y este universo ha dado vida. Ha seguido su curso. Un curso que no estaba preestablecido. Y como resultado de su hacer ha puesto ante Tí su maravillosa ofrenda: nosotros. Y lo ha hecho de manera caótica. El cosmos ha surgido en medio del caos. De esta realidad fractal ha brotado todo cuanto somos. Y Tú has aceptado que en nosotros todo tu universo se constituya en tú verdadero. Y al constituirse este tú maravilloso y verdadero, Tú, has invitado a la finitud a participar de tu eternidad. No estabas obligado a hacerlo. Pero así lo has querido. Lo has hecho porque te place. Y nada más. Porque sí. De modo que si el proceso evolutivo del todo culmina en la eternidad a la que la invitas siempre tendremos que decir, y lo diremos eternamente: por pura gracia de Dios somos lo que somos. ¿Es verdadero mi punto de vista? ¿Estoy en lo cierto? Porque si es que sí, ahora lo entiendo todo. Ahora entiendo que hayas creado este orden del ser distinto de Tí que es el universo. Ahora entiendo que hayas querido exista esta dimensión imperfecta que conlleva por no poseer la vida en plenitud esa carencia de bien que llamamos mal. Ahora entiendo que hayas permitido la existencia de este tiempo y este espacio donde sufrir y morir sean una posibilidad. Ahora entiendo que seamos finitos. Porque sin serlo sería imposible que libremente decidiéramos con verdad nuestro destino último. Porque de no ser así estaríamos obligados a vivir en por los siglos de los siglos. Y Tú no quieres que eso ocurra así. Tú quieres que si vivimos en Tí sea porque libremente lo hemos querido y deseado. Pero al decir “nos” hoy no digo: los humanos. Digo el universo. Pues los humanos somos el universo que te habla. Los humanos somos el universo que te ama. Los humanos somos el universo que cree y espera en la verdad de tu palabra. Hoy comprendo Señor que todo el universo nos mira espectance, en silencio, a la espera, con el aliento contenido, para ver que dice y hace la manifestación mas sublime de su polvo de estrellas de cara a poder participar o no de la promesa de eternidad que Tú gratuitamente quieres ofrecerle. No nos salvamos los seres humanos solos, se salva el universo con nosotros. Como nos nos frustramos solos, también puede hacerlo el universo con nosotros. El universo no es un convidado de piedra. El universo es cada ser humano que acepta o rechaza tu amor. El universo ya sabe lo que es la frustración. Lo sabe porque nuestro pecado original acontecido en el origen de la conciencia verdaderamente humana dio al traste con tus espectativas. Ese día nació el nihilismo como posibilidad real. Ese día el universo contemplo que su verdad se volvía mentira. Su bondad, maldad. Y su belleza, se tornaba maldad irremediablemente, si Tú no intervenías. Y entonces nació Cristo. Tú amor se volvió palabra sonora y se expandió como Espíritu Santo sobre todo. Y ocurrió el prodigio de la redención. Tu amor hasta el extremo se mostró en la muerte y resurrección de tu Hijo, y se quedó con nosotros por tu espíritu en la Iglesia, que cuando piensa como Tú y no como los hombres es promesa y semilla de lo que puede ser tu Reino. El universo nuevo. Y se abrió una nueva posibilidad para todas las cosas. Y a partir de este día todo el universo recuperó la esperanza que el nihilismo de nuestro pecado había íncohado en todas las cosas. Pues nuestro ¡No! a tu amor, había condenado al universo a la finitud perpetua sin esperanza de futuro y por tanto había condenado a todas las cosas a ser humo que se desvanecería en el tiempo. Nuestro ¡No! había convertido el universo en una pasión inútil, en un instante fugaz entre dos nadas aunque durase millones de años. Nuestro ¡No! a tu amor había hecho del universo una posibilidad de eternidad condenada al fracaso del absurdo. Pero Tú al amarnos hasta el extremo en la cruz, expresión de nuestro ¡No! más brutal, tu claridad al decirnos: “A pesar de vuestro ¡No! os amo y nunca dejare de amaros”, el universo sonrió de nuevo. Y se sonrojó. Pues por la encarnación no sólo nos mostraste tu amor, sino que decidiste asumir en tu mismo ser de Dios el polvo de estrellas que somos, nuestra naturaleza humana, y en Tí entró ese día el universo. Por ello el día de la Ascensión debería declararse el día de la glorificación del universo. Pues desde ese día el universo conoce que su destino no es la nada sino la gloria. Y sabe que es así por una única razón: Tu amor eterno. Y a partir de esta Santa Pascua, el universo descubrió que fuera de tu amor sólo le queda como posiblidad el nihilismo. Sin tu amor sólo hay nihilismo. Sólo la nada se presenta como posibilidad para el todo. Así que hoy descubro que al constituirme como ser libre e inteligente, como ser personal, como tú que brota del encuentro con un yo, el universo me ha propuesto ante Tí para que pueda decidirse su destino. El universo habla por mí. El universo espera en mí. El universo aguarda con impaciencia que diga el sí de la bienaventurada Virgen María, para que todo él pueda verse lleno de gracia y alcanzar la meta de la eternidad que como regalo de tu amor quieres concederle si él, el universo, acepta. Y quien decide si el universo acepta soy yo. Somos nosotros. Pues el polvo de estrellas que habla contigo como prolongación del universo somos los humanos de ayer, de hoy y de mañana. Así que cuando miro el mar que me enamora siento su voz dentro de mí que me dice: di que sí. Cuando me baño en sus aguas cálidas todo en él me insinúa: haz mi verdad verdadera, mi bondad auténtica, mi belleza eterna. Lo mismo me dicen los bosques, la suave brisa que me acaricia y las montañas. Lo mismo me susurran los animales, mis mascotas, las flores del almendro que me embelesan y el canto del ruiseñor en las noches de mayo. Lo mismo me sugieren la lluvia que me serena y las noches de verano. Todo cuanto me resulta bueno, bello y verdadero de aquí me dice: ¿No ves que esta imperfección puede volverse perfección?¿No ves que esta pobreza puede tornarse riqueza?¿No ves que esta ausencia de bien en plenitud puede transfigurarse en pleno bien?¿No ves que la gloria puede despejar el nihilismo como posibilidad?¿No ves que esta sed de infinito que sientes porque yo la siento puede verse saciada? El universo siente sed de infinito y me lo hace saber cuando yo la siento, y en aras de ella me inspira: di que sí. Cree. Ama. Espera. Acepta su amor sacramental. Condénanos al todo a la gloria. Y ahora comprendo que el día que me salve yo. El día que nos salvemos todos los seres humanos se habrá salvado el universo. Pues sin universo no podemos existir, porque sin el universo, el polvo de estrellas que somos no existiría. Pues todo él es polvo de estrellas configurado de una u otra manera. Como materia normal o como materia oscura. Pero materia al fin y al cabo. Materia informada. Que por si misma es pura finitud e imperfección pero que por obra de tu amor puede volverse plena, perfecta, eterna, absoluta. Porque Tú ahora estas en todas las cosas. Por eso existen. Como los pixeles de una pantalla permiten ver una realidad virtual gracias a que la electricidad está en cada uno de ellos. Pero si aceptamos. Si decimos que sí, ya no sólo estarás en todas las cosas, sino que como nos enseña Pablo en la primera carta a los Corintios lo serás todo en todos. Y así lo que ahora es de manera imperfecta será con la plenitud que Tú eres. Porque no olvido Señor tu nombre. Tu verdadero nombre: Yo soy el que soy. Yo soy el que existe verdaderamente. Los pájaros, los animales, las plantas, las flores, los mares y las montañas, los bosques, las estepas, los desiertos y las selvas, los ríos y los glaciares, los soles y las estrellas, los planetas y las galaxias, los cúmulos, las nebulosas y los agujeros negros, quieren alcanzar tu plenitud. De ahí que Daniel el profeta y los salmos muestren en muchas ocasiones a toda la creación cantando tu gloria. Porque tú no has querido salvar al hombre sólo. Sino al hombre como la voz personal, única e irrepetible de tu universo rico, creativo, uno y diverso. Tu salvación, tu deseo de divinizar no es por tanto antropocéntrico, sino cosmocéntrico, y sólo por tener el cosmos como punto de mira es antrópico. Pues el hombre es para Tí la voz inteligente, libre y personal del universo que te permite establecer con el todo universal una maravillosa relación de amor. El universo en sí nos es mas que el tiempo y el espacio de la libertad. La duración de una libertad inteligente y verdadera ante Tí, encarnada en el ser humano, su fruto más sublime para responder que sí o que no a la oferta de tu amor. Y cuando te ha dicho que no, por gracia le has permitido poder volverte a decir que sí. Y la santidad es ese sí. En los santos el universo te dice que sí. Y en los santos el universo alcanza su plenitud. En los santos la gracia permite al universo encontrar el destino que el mismo había perdido por el no que habíamos dicho nosotros, que no somos otra cosa que el universo hablando ante Tí.
De modo que hoy sé que si digo sí, los cielos serán nuevos, la tierra será nueva, y los mares se revestirán de tu gloria. Porque lo que ha existido por Tí pero sin ser Tú, existirá en Tí siéndolo Tú, todo, en todo y en todos. Y el resplandor de tu gloria revestirá el mundo con una luz nueva. Y todas las sorpresas del universo se abrirán para nosotros de un modo insospechado. Porque lo que del universo hemos conocido, con ser maravilloso, nos parecerá tan pequeño como el vientre materno comparado con el mundo que nos sorprende después del parto. Por ello el universo no quiere terminar en un aborto. Sino en un nuevo nacimiento. Tú amor lo hará posible. El universo en sí mismo no encierra la posibilidad de la vida eterna. La vida eterna, la vida en plenitud sólo es posible en Dios. Y el universo hoy no es Dios. Puede serlo si dice que sí por boca de los hombres y mujeres que son portavoces. Dios es eterno. El universo no. Dios es plenitud. El universo no, aspira a ella, tiene sed de ella, pero no lo es aún. Puede serlo. Depende de tí y de mi. Depende de nosotros. Por eso hoy más que nunca te digo Señor: Haz cuanto sea posible para que siendo nosotros verdaderamente libres podamos decirte que sí. Se que lo has hecho. Pero nunca ceses de hacerlo. No te canses de esperar. Se que nunca lo harás. Pero porque lo siento, porque sé que este universo en mí lo quiere: ¡GLORIFICANOS!¡Glorifica esta realidad! Espero que como dijiste a tu Hijo Jesús nos digas también hoy y siempre a nosotros: “lo he glorificado y volveré a glorificarlo”. El universo aspira a ser glorificado. Después de ver la revelación del misterio que has tenido escondido por los siglos, el universo quiere alcanzar tal plenitud. Lo sé porque yo lo quiero y yo soy universo. Hoy sé mi Señor y mi Dios que el universo no tiene centro porque cada uno de nosotros, cada una de sus partes es su centro. Porque cada una de sus partes por tu amor está convocada a la glorificación. La glorificación es una posibilidad concedida por gracia que es susceptible de rechazarse sumergiendo el universo en la frustración. Y cada punto de vista del universo, del ayer, del hoy y del mañana puede perderse o glorificarse. Pues no es visto el mundo de cada época sobrevive en los ojos y en la memoria de quienes lo vieron y disfrutaron, y lo que fue previo a nosotros persiste en nuestra naturaleza transformada. Pues cada uno de nosotros somos un compendio de la historia universal. De modo que al salvarse uno todo un universo se salva con él, y al frustrarse uno todo un universo se frustra.
¿Es así mi Señor y mi Dios?¿Es cierta esta hipótesis?¿Es verdad que este es el verdadero significado de la expresión del credo: Creo en la resurrección de la carne y en la vida del mundo futuro?¿Ese cielo nuevo y esa tierra nueva son este cielo y esta tierra que como este yo, convocado a la resurrección, se transfiguraran en inmortales e incorruptibles juntamente conmigo? Yo quiero que sea así. Porque me resisto a no llevarme conmigo mis montañas, mis playas, mis bosques, mis desiertos, mis días y mis noches, mis estrellas y planetas, cuanto yo soy, cuanta belleza, verdad y bondad han visto mis ojos caminando por este mundo. Así que transfigúranos a todos. Glorifícanos en bloque. Que la creación se revista de tu gloría. Que sean verdaderas las palabras de Pablo y que lo sean interpretadas de este modo. Después de todo lo que parece imposible para Tí es posible. Basta que dejes de estar solamente en todo y pases a serlo todo en todos. Refunda ontológicamente en Tí todas las cosas. Que el tiempo de la libertad consumado en un sonoro y rotundo sí de paso al tiempo de la plenitud, y que la mentira se haga verdad, la maldad bondad y la fealdad belleza. Que la finitud se vuelva infinitud y lo efímero, eternidad. Que la debilidad se vuelva fortaleza. Y lo carnal, espiritual, esto es que el ser se vuelva NUEVO SER. Y que éste nuevo ser sea para todo el universo, de modo que la sustancia imperfecta se torne sustancia gloriosa, y el polvo de estrellas, se transfigure en polvo divino revestido de gloria y majestad. Por eso mi Señor y mi Dios, hoy, mañana y siempre, quiero decirte ¡Sí!, sí en mi nombre, en nombre del universo. De fruto tu amor y háganse nuevas todas las cosas.
Hoy sé mi Señor y mi Dios que sin universo no habrá paraíso. Pues el paraíso es universo existiendo en Tí y siéndolo Tú todo en todos. Sea pues así mi Señor y mi Dios: Transfigurados selo Tú, todo en todos. Amén. ¡MARAVILLA DE MARAVILLAS!¿Cabe más amor?¿Cabe más gloria? Ser cristiano por amor a la belleza de tu designio manifestado al revelarse en Cristo este misterio escondido por los siglos de los siglos es cuanto cabe decir a este esteta que cree en Tí en los umbrales del siglo XXI. ¡MARAVILLA DE MARAVILLAS! Bien puedo decir con San Pablo en la carta a los romanos sin temor a equivocarme: “¡Oh abismo de riqueza, de sabiduría y de ciencia el de Dios!¡Cuan insondables son sus designios e inescrutables sus caminos!...¿Quien conoció el pensamiento del Señor? o ¿Quien fue su consejero?o ¿Quien le dio primero que tenga derecho a semejante recompensa? Porque porque de él, por él y para él son todas las cosas. ¡A él la gloria por los siglos! AMÉN.”