EL PAGANISMO NACE DEL MIEDO NO DEL AMOR
SUPERACIÓN DEL PAGANISMO POLITEISTA Y MONOTEISTA
Los cristianos solemos con mucha frecuencia incurrir en un error. Un error tan antiguo como la misma humanidad. Santiago y Juan, de hecho han manifestado también, ser víctimas de este error.
Muchas veces pensamos que si vivimos cerca de Dios vamos a ser bendecidos. Pensamos que el mal nunca nos va a acechar. Más aún, que ni siquiera nos va a tocar. Los calvinistas consideraban que si en la vida tenías “salud, dinero y amor”, era una clara señal de predestinación para considerarte salvado. Lo contrario era señal de irremisible perdición. Algo parecido consideraban los judíos con su famosa ley de la retribución. Si todo te iba bien, era señal de que agradabas a Dios, lo contrario suponía que habías cometido un pecado y por eso te iba mal. Job fue acosado por sus visitantes porque se resistía a reconocer que era pecador y por eso sufría. Lo propio por tanto era tenerle miedo a Dios, temerlo, para no incurrir en fallos que pudiesen granjearte castigos. Si estabas con Dios ni el mal, ni el dolor, ni la muerte te tocarían.
Ese teísmo judío (y el de los que después han seguido sus pasos), no es nada nuevo. Nunca lo fue. Es la versión monoteísta del miedo ancestral que se desprendía de los cultos paganos (en los que incluyo el animismo primitivo propio de culturas primitivas y que aún subsiste hoy). En el paganismo las gentes se acercaban a los dioses para protegerse de ellos teniéndolos contentos. Parece una simpleza dicho así, pero “lo sagrado” en ese contexto religioso, como concepto, brotaba del temor. En el paganismo los dioses significaban “poder”. Un poder muchas veces caprichoso, soberbio y salvaje. De ahí que ofrecerles sacrificios gratos era el camino para evitar que ellos te castigasen con el mal, el sufrimiento o la muerte.
El ateísmo brota a cada paso en esta mentalidad religiosa. Porque este teísmo está equivocado. Cuando el ser humano experimenta que a pesar de ser religioso: el mal, el sufrimiento y la muerte llaman a su puerta, la fe en los dioses se acaba. Quizás después de un tiempo de volver a insistir, por si acaso aquellos dioses quisieran cambiar de parecer. En este enfoque teísta, el ateísmo va larvado como una suerte de “Alien” que no tardará en despertar, destripando cualquier enfoque religioso de la vida. El islam ha pretendido suprimir a este Alien por medio del sometimiento incomprensible ante la voluntad omnímoda de Dios a la espera del premio correspondiente, pero dudo que si dejar de ser musulmán no fuese algo tan penado civilmente hablando, el fenómeno del ateísmo sería el mismo. Pues el Paganismo late en esta vuelta atrás en la Cosmovisión religiosa igualmente. Si me das culto te doy un premio y si no te lo quito. El miedo, llamado temor, queda tan intacto como en el judaísmo. En aquellos el temor era para esta vida, porque solo los fariseos creían en el más allá, y en el Islam, el temor como entre los fariseos se proyecta más allá. Monoteísmo si, pero: ¿No pagano? Eso está por determinar.
Jesucristo no es deudor de este teísmo funesto, sea de origen politeísta o monoteísta. Me atrevo a afirmar que el paganismo diverge del cristianismo, no tanto en el politeísmo y el monoteísmo (que también), sino en el hecho que el paganismo se asienta en el temor y el cristianismo si lo es de verdad, debería asentarse en el amor, como vehículo natural de relación con Dios. De hecho en el Nuevo Testamento se percibe como el temor y el amor luchan, porque el amor, emerge contra el paradigma religioso basado en el miedo. Encontramos exponentes del temor (Santiago el menor), encontramos exponentes del amor (San Juan), y encontramos exponentes del temor y el amor luchando entre sí (Pablo).
Jesús nunca ha prometido que si te relacionas con Dios las cosas te van a ir bien. Nunca nos ha dicho Jesús que si vives con Dios no vas a tener persecuciones aunque disfrutes del ciento por uno. Nunca Jesús nos enseñó que no fuésemos a ser odiados y acosados. Nunca Jesús nos dijo que el mal, el sufrimiento y la muerte no fuesen a tocarnos. Y si no que se lo pregunten a Pedro, a Santiago y Juan.
Jesús dice que será traicionado por los suyos, que sus enemigos lo apresarán, lo condenarán sin justicia, lo entregaran a los Romanos, lo apalearan, lo maltratarán, se burlaran de él, y lo asesinarán crucificándolo. Él, al Hijo de Dios. ¿Se puede estar más cerca de Dios? ¿y aún así Dios no lo librará del mal, del sufrimiento y de la muerte?. ¡NO!. No lo librará de los efectos que supone existir en un universo como éste, que no es un paraíso perfecto, sino una ausencia total de plenitud, donde las armonías reinantes conviven de forma caótica y sin mayores coordenadas. ¿La razón para que esto sea así? Porque sin este entorno indeterminado y sin cerrar, es imposible la libertad real, de los que podamos existir en este universo, sin ser meras marionetas. El mal, el sufrimiento y la muerte, son efectos colaterales de un universo que no es Dios, que por tanto no tiene el ser en Plenitud, y que por ello, a la vez que se construye se destruye. Pero la contrapartida es que gozamos de un nivel de libertad asombroso, teniendo si queremos hasta la capacidad de acabar con nuestra misma existencia en el instante preciso que queramos, si gozamos de pleno uso de nuestras facultades.
Por ello librar a Jesús o a cualquier otra persona religiosa del mal, el sufrimiento y la muerte, supondría vulnerar el ser de las cosas. Lo único que no conoció ni Jesús ni su madre fue el mal moral que significa vivir de espaldas al amor, porque el amor es Dios y Dios es amor. El pecado original consiste en vivir de espaldas al Dios que nos ama y no rendirle culto al amor como lo principal de la vida. De esta condición se vieron libres madre e hijo porque son el principio de un mundo nuevo. Y en este sentido ambos brotaron de esa nada incipiente que como un esqueje se injerta en el tejido de la historia.
Getsemaní es una manifestación más de estas conclusiones. Si la naturaleza humana de Jesús se niega a morir, y pide ser liberado ello, el Padre no cede. No podemos convertir el universo en un sainete donde la libertad no sea suficientemente verdadera. Porque si lo hiciese Dios, si menoscabase nuestra libertad, la relación de amor esponsal que Dios quiere mantener con el mundo, sería falseable y no verdadera ni suficientemente auténtica. Sería el baile de Dios con con millones y millones de marionetas. Pero nada más. La libertad auténtica nunca existiría, o habría dejado de existir a partir de ese instante. A veces cuando los católicos formulamos dogmas deberíamos atenernos con mucho cuidado a no ser víctimas de esta suerte de teísmo funesto e ignorante, que pretende con simplezas abolir la radical necesidad de que exista una libertad verdadera que haga posible una auténtica relación de amor entre Dios y el universo.
El monoteísmo y el politeísmo paganos desconocen que el universo sea autónomo, capaz de auto regirse y auto organizarse. O a lo sumo es una suerte de campo de concentración donde si haces lo debido te irá mejor que si no lo haces. Cosa por otra parte nunca nada segura, según sea el grado de Nazismo o Stalinismo del dios adorado.
¿Pero por qué nos resistimos a morir o a sufrir? Porque estamos hechos para la Gloria. Y esa solo es posible si vivimos en Dios. Pero en Dios no viviremos a la fuerza. En Dios viviremos porque lo amemos. Porque respondamos a su amor hasta el extremo manifestado por Cristo en la Cruz, (que hace del horror una muestra sorprendente de amor eterno), con el amor libre y verdadero de quien esponsálmente acepta de veras al que su amado le ofrece en primer lugar.
El ser humano es y será un inadaptado así lo fue desde que empezó a ser humano, porque este mundo con ser maravilloso, no es perfecto y aspira a mucho más. Esta vida se le queda pequeña. Es curioso que el mecanismo de la Evolución nos haya conducido hasta aquí. Cuando normalmente siempre hace lo contrario. Adapta tanto al ambiente sus frutos, que si se modifica un poco el mismo, la especie desaparece. Se extingue. El ser humano en cambio ha generado por su inadaptación congénita el fenómeno de la cultura, con el que se hace capaz de vivir en lugares imposibles como el mismo espacio exterior. El ser humano es capaz de soñar la eternidad. La anhela. Desde las primeras tumbas que sus antepasados animales nunca hicieron. El ser humano, cuando ha completado su gestación y nace como tal, manifiesta tener sed de infinito. La sed y el agua, tienen una relación singular. Porque no hay sed si antes no hay agua. ¿No es razonable en esta partida de naipes, como diría Pascal, apostar a la mano de que nos aguarda la eternidad? LA VIDA ES ETERNA. Ese, y no otro, es el mensaje de Jesús.
La existencia no se destruye, se transforma. “Sufriré, moriré pero al tercer día resucitaré”. Ser cristiano no es vivir junto a Dios para no sufrir y no morir, ni padecer el mal. Ser cristiano es creer que el ser de hoy es la gran gestación del nuevo ser del mañana. Ser cristiano es no ahogarse en el llanto y no convertirse en esclavo del miedo. La muerte no tendrá la última palabra en la existencia. La muerte mata el cuerpo vivo pero no mata el alma, o sea la razón última de la existencia que nos hace ser lo que somos y quienes somos. Dios tiene la última palabra. Por eso esperanza en medio de la experiencia del mal, del sufrimiento y de la muerte. Esperanza contra viento y marea. Esperanza contra toda esperanza. Esperanza de la enamorada en que el amor del enamorado es más fuerte que la muerte. La Esperanza que brota de la Fe en que el amor del totalmente Otro es verdadero, bueno y bello.
Fe y Esperanza que brotan del Amor. Esa es la propuesta de Jesús. Tratamos con Dios no porque temamos experimentar el mal, sufrir o morir; porque las tres cosas nos visitarán por existir en el universo que vivimos, seamos o no creyentes. Jesús supone afrontar esa experiencia con fe en que la Vida es eterna, y con la esperanza subsiguiente que nos hace fuertes y nos permite seguir amando hasta en el dolor y en la muerte. Este es el nuevo Eón religioso que Él inicia. Esa es la diferencia de grado entre el monoteísmo y el politeísmo pagano de los que Él se separa. Ambos lo matan después de hacerlo sufrir horriblemente. Pero Él convierte ese horror en amor, perdonando a todos porque no saben lo que hacen. El monoteísmo judío y el politeísmo romano, son víctimas del teísmo pagano, que consiste en relacionarse con Dios desde el miedo. Jesús nos enseña a relacionarnos desde el amor que nos llena de una fe y una esperanza inquebrantables.
Así que para terminar este ensayo sólo añadiré que los responsables de la edición de misales y biblias católicas, han hecho un esfuerzo notable de actualización de los mismos, si bien su criterio para reeditarlos ha sido ser fieles al texto original haciendo traducciones literales aunque eso no facilite la comprensión de quien escucha. Pues no entiendo como, con tal postura maximalista, no se ha hecho lo mismo con el Padre Nuestro. Jesús nunca dijo “líbranos del mal” sino “líbranos del Maligno”, de aquel que intentará separarnos del Dios que nos ama con sus engaños. No hacer esta traducción permite a muchos caer en el error del teísmo pagano que acabo de criticar y deconstruir dislocándolo desde sus ingenuidades. Si queremos que algún día la adolescente modernidad se reconcilie con el mito que es su padre/madre, como nos diría Eugenio Trías, en términos de madurez, no podemos mantener que el miedo al castigo en esta vida o en la otra, es la base de toda nuestra cosmovisión religiosa. Si de algo ha debido valernos la modernidad es para finiquitar este macabro teísmo entre otros muchos. Lástima que en este empeño mi amada Iglesia católica camine siempre tan despacio. Y eso a pesar incluso de que ahora mismo es Francisco quien camina al frente de ella. Nada más.
Andros
Presbítero