La matería bella no existe sin una idea estética, la materia es destructible, las ideas solo pueden ser olvidadas. Pero siempre serán recuperables y susceptibles de ser recuperadas y repuestas. La belleza en su encanto que no cansa, nos muestra la puerta de lo eterno. La materia transfigurada por la belleza es un universo posible de los infinitos.
Paseo por Murcia y descubro cuanto patrimonio artístico se nos ha ido, y aunque aún nos queda bastante, no puedo olvidar edificios civiles insignes hoy desaparecidos: los Baños Árabes, la Casa Celdrán y su mágnifico balcón, la Casa de los Descabezados, el Palacio Riquelme (c. Jabonerías), la Casa-Torre Junterón, la Casa de la Cruz, el Palacio del Marqués de las Almenas (c.Riquelme), El Contraste de la Seda, la Carnicería Real, el Teatro del Toro, la Casa de Nicolás Villacis, el Palacio del Conde de Roche, el Huerto de las Bombas, el Matadero Viejo, el Palacio de los Vélez, el Parador del Rey, el Palacio del Marqués de Ordoño, el Palacio del Marques de Beniel, la Real Fábrica de la Seda, y el Palacio Vizconde de Huertas. Edificios estupendamente descritos por D. Antonio Martínez-Mena García en su libro “Arquitectura civil desaparecida en la ciudad de Murcia”.
Y meditando sobre estas ausencias, recuerdo mis paseos por centroeuropa. Y como en aquellos lugares han reconstruido muchos de sus edificios nobles perdidos durante las guerras mundiales.
Sé cuales son las opiniones de muchos: “Esto no es original” dicen de modo despectivo. Tras esta afirmación hay a mi juicio una convicción equivocada sobre lo que consideramos una obra de arte.
Quienes así piensan consideran que una obra de arte es antes que nada una entidad material. Una plasmación material con altísimos valores estéticos. De modo que para quienes así piensan, la destrucción de dicha pieza resulta del todo un daño irreparable.
Que duda cabe que efectivamente es un daño gravísimo. Si bien no estoy de acuerdo en que sea un daño irreparable. Lo irreparable a mi juicio es perder la memoria de como era dicha obra de arte. Lo artístico no reside en la materia. Reside en la idea que el artista plasma en la materia. Sea cual sea su naturaleza. Y evidentemente la pericia y la calidad artística con que el artista la trabaja fruto de su buen hacer y su talento.
A mi parecer dado que la materia sin forma no existe, lo “artístico”, reside en la visión global o gradual que el artista tiene de su obra antes de hacerla. La materia al final se destruye. Solo la idea permanece sino cae en el olvido. De ahí que sea tan importante el oficio de estudiosos como el que he citado, dado que ellos conservan la memoria de las obras materiales perdidas. Y lo hacen basándose en documentos, en pinturas, en fotografías, en planos, y en otros soportes. Todos estos elementos, nos permiten comprender de nuevo la idea que estructuró aquella materia perecedera transfigurándola, en una obra de arte.
La forma, la idea, la figura, el principio estructurador de la materia conforme a unos cánones estéticos determinados, no cesa si la memoria no olvida. Y aún olvidándola siempre somos capaces de recuperarla. Una pirámide de hecho, es un concepto artístico que se ha hecho presente en varios continentes y distintos espacios culturales, aparentemente no conectados. Las ideas que engendran obras de arte, son como las matemáticas. Verdaderas, buenas y bellas por sí mismas. Aunque no seamos capaces de descubrirlas.
Evidente resulta que para los que piensan que nada existe si la consciencia humana no lo reconoce, porque por sí mismo desconoce que existe, lo que he afirmado, no dejará de ser un brindis al sol. Si bien semejante antropocentrismo por soberbio, me resulta inaceptable. Las cosas no existen porque yo las perciba. América existía previamente a nuestro conocimiento de la misma. Y dos y dos nunca dejarán de ser cuatro porque yo no sea capaz de pensarlo. El pensamiento moderno antirrealista, ha llegado a conclusiones tan aventuradas como ésta de la que discrepo.
A mi juicio el creador artístico, al ejercer su genialidad estética, no sólo crea, al crear descubre un camino para lograr que la belleza se plasme materialmente con una forma sorprendente y seductora. Descubre un camino para todos, porque a partir de ese instante, nos hace capaces a los demás si estudiamos su buen hacer, de reproducir esa misma obra tal cual es. La prueba son las imitaciones que a veces resultan tan sorprendentes que resulta difícil distinguirlas de los originales.
El artista transfigura la materia cuando su ingenio y sus manos, son capaces de plasmar a la materia su mirada. Su entorno ideal. Su mente, su corazón, su alma, su energía,…,transmutan la materia en arte, lo éntico en belleza. Y lo neutro entonces adquiere personalidad, alma, y por ello embruja. Se que algo es bello cuando no me canso de mirarlo. Cuando me apena tener que apartar mi vista de esa realidad, cuando me entristece dejar de oírlo, o de tocarlo, o de olerlo o de saborearlo. Cuando me empobrece dejar de pensarlo, sentirlo o tratarlo. La belleza entra en mí por todos los poros de mi ser. Y me cautiva. Un trozo de madera, un pedazo de metal, una piedra o un grupo de pigmentos no causan esa experiencia. Si bien cuando la mano de un artista se aplica a ellos, la materia bruta sale de su anonimato, en matrimonio con la Idea, y se transfigura en una realidad sorprendente.
Cuando miro la fachada Barroca de la Catedral de Murcia no me pasa desapercibido que la piedra por sí sola jamás sería capaz de crear un entorno tan singular y atractivo como eso. Aunque la naturaleza es capaz de crear espacios petreos maravillosos como los que se ven desde las cercanias del Azud de Ojos en Blanca, en las playas de Bolnuevo, o en otros lugares. La naturaleza es una artista consumada y toda la creación lo prueba, en cada uno de sus rincones y niveles. Ciertamente este Cosmos que se autoorganiza en el Caos, sorprende configurando la materia con estructuras que maravillan a los que pasan por el mundo superando la frivolidad y la distracción.
Sin cosmos todo se torna informe. Lo que llamamos caos no es la informidad sino el proceso por el cual lo anónimo se torna arte. Asómate a una obra en construcción y descubriras lo que digo. Todo te resultará caótico, simplemente porque no percibes la forma que guia el proceso. Es demasiado grande para que tú puedas comprenderlo de acuerdo con tus capacidades. Pero la gestación se está operando en medio de ese desorden. Un taller donde un artista trabaja, puede parecer un lío, pero para quien sirve a la belleza, de ese caos saca un cosmos que abruma con su belleza. Que seduce, arroba, cautiva, enamora.
Del misterioso caos brota el maravilloso cosmos por obra y gracia del mundo y del artista. El artista lo efectua desde su patrón ideal. El mundo… no lo sabemos, lo sospechamos, lo creemos o lo negamos, hay diferentes posturas. Otros como yo decimos que el mundo obra la belleza desde el misterio, y así manifiesto que no se, que solo sospecho, y que puedo creer o negar pues ambas opciones están ahí ante mí.
A quien considera que no existe patrón previo a la creación. Pero de la Nada no sale nada. Simplemente hay quien descubre la idea estructuradora de la materia conforme a un patrón estético gradualmente. De manera evolutiva. Pero eso no es la nada. El creador no es la nada. Otra cosa es que su idea no esté totalmente definida, y el proceso creativo sea progresivo.
Luego están los postmodernos y sus convenciones a lo Rousseau, pero a lo “post”. Para estos lo bello es lo que nosotros establecemos de acuerdo mutuo, dotándolo de un precio y publicitándolo. Poco importa la idea creadora, o el patrón estético, ahora lo que cuenta es la decisión aristócrata de unos cuantos, de un lobby, o la votación popular de corte democrático. Impera no tanto una estética objetiva, como una, de corte subjetivo. Pero es un componente ideal, el que convierte una configuración material en una realidad aceptada por muchos como una obra de arte.
El materialismo como base explicativa de lo bello, no deja de ser una visión equivocada de lo que es el arte, sea cual sea su concepción objetiva (lo bello lo es por sí mismo) y subjetivo (lo bello lo es porque lo decidimos). Pues en cualquier caso lo material ser reviste de belleza porque por unos motivos u otros, nosotros lo establecemos.Y nosotros somos inteligencia y libertad. Y esa es una dimensión diferente a lo que consideramos mera materia: la tinta, el papel, el teclado, el sonido, el ruido, los pigmentos, las piedras, el metal, la madera, el celuloide, lo digital, y tantos otros entes materiales susceptibles de sucumbir al poder transfigurador del creador artístico.
Considero por tanto que una reposición es plausible en términos artísticos. Una perfomance, una obra de teatro, un espectaculo, un ballet, una película, un juglar, una ópera, una interpretación sinfónica, duran un tiempo. Y es posible reponerlas. De hecho si no fuese así, que pobreza más grande se apoderaría del alma humana, que crece y alcanza su plenitud viviendo inmersa en el arte. ¿Por qué entonces no vamos a poder reconstruir un edificio? ¿Por qué la generación actual tiene que vivir ajena a la belleza de Dresde por la torpeza de una macabra guerra?. Una tragedia voluntaria o involuntaria puede acabar con un entorno estético material. Pero mientras que sea posible mantener viva la idea de lo que fue, ese entorno estético material podría recuperarse. Otros deciden sustituirlos, por ejemplo el nuevo Berlín tan sorprendente. Otros deciden parchearlos, o sea, completar con materiales distintos lo que se ha destruido. Confieso que esta última opción no me satisface. Visitando los excavi del Vaticano, recuerdo que descubrí un modo distinto de intervenir en esos entornos estéticos. Un pequeño sello del pontífice reinante distinguía los ladrillos nuevos de los originales. Pero por lo demás el entorno ofrecía una visión homogenea que te permitía gozar el entorno estético sin grotescas fracturas.
Otros se deciden a restaurar el desastre ocasionado por la erosión y el abandono (el palacio episcopal de Murcia es un claro ejemplo). La verdad es que esta es una opción cuando menos curiosa. Por no decir una palabra más gruesa. Contemplando fachadas en Suiza, en Alemania y en Austria, deliciosamente pintadas, confieso que me hubiese gustado ver lo mismo en ese grandioso edificio murciano. Pero la opción fue reponer lo deteriorado y no reponer el original. La opción fue consolidar lo degradado, y olvidarse de la idea bella que convirtió ese entorno material en una hermosa obra de arte. Para gustos colores. Yo de este gusto no participo. Mi visión del arte es otra.
Así que pienso que mi Murcia perdida podría reponerse. Aunque para ellos hubiese que crear una especia de parque temático ad intra de la ciudad. Cuanto espacio desaprovechado hay en el entorno del monasterio de San Agustín, en el antigua ARRIXACA. Y en torno al museo de la ciudad. Pero en fin, esto es soñar, y como es grátis me permito el lujo.
Mucho me temo que al final los murcianos actuaremos de acuerdo a nuestra habitual desidia. Cuanto daño ha hecho esta pauta de conducta, unida a la Ignorancia y la avaricia. Y así, si deseo ver el balcón plateresco de la casa Celdrán, tendré que seguir viajando a Barcelona (capital de la futura república independiente de cataluña en su pueblo español), porque en la trapería ya no existe gracias a la negligencia de aquella funesta II República, que tanto daño hizo a la antigua ciudad de Murcia, por el simple hecho de que Alfonso XIII, pidió que nunca se tocase, y que si había que crecer, se pensanse en hacer una nueva Murcia en Espinardo. El Rey fue profeta. Pero su profecía condenó a que los antimonárquicos que vinieron después se gozasen en pisotear y demoler grandes obras de lo que fué aquella Murcia, que el Borbón quiso salvar y no pudo. Lo que quedó, lo terminó de destruir, la dictadura, hija de aquella locura republicana y su consiguiente guerra civil. Pero estos juicios históricos que muchos reprobarán, son harina de otro costal, y exceden el propósito de este pequeño ensayo.
Murcia perdida por las locuras y los dispendios del ayer, si no resurge es porque somos esclavos de una visión estética materialista que considera que las ideas mueren con la materia perecedera. Las ideas mueren por el olvido. Pero mientras haya memoria es posible recuperarlas. Hacer memoria de lo que fue murcia es cuanto podemos hacer.
Mazarrón es un ejemplo en pequeño de lo que pasó en la gran ciudad de Murcia: el parque arqueológico que fue sepultado por el paseo de las tortugas y los monstruosos edificios del rihuete, la casa fortaleza de los villena, hoy sustituido por un chalete particular, casas como la de los viudez, y su entorno, la casa de calle Fundición, la casa de la avenida de la constitución, la casa de la actual telefónica, el casco histórico del pueblo, el acueducto romano modificado por Carlos III, y muchas cosas más. Y en este caso, fue la democracia actual la que permitió tales dispendios y desastres. La belleza destruida en aras del funcionalismo. Y creo que lo que yo he vivido en mi pueblo, es susceptible de haber sido vivido en otros muchos lugares. Pero aquí me quedo.
Todo podría recuperarse, las ideas no han muerto, ¿querremos hacerlo? No lo sé, ojalá y que algún día en esta tierra nuestra tuviesemos la valentía y el ingenio de los habitantes de Dresde y Varsobia. Eso bastaría.
Andros