Del libro: LUZ EN LA TINIEBLA
LOS “SALMOS” PRELUDIO DEL “PADRE NUESTRO”
En esta ocasión pretendo ofrecer un trabajo sencillo. Leí hace tiempo que el Padre Nuestro es la síntesis perfecta del salterio. Y he decidido corroborarlo. Para eso he asignado un salmo a cada petición de las recogidas en el Padre Nuestro. Y lo cierto y verdad es que encajan perfectamente todos dentro de la oración dominical. Es más iluminan cada una de sus peticiones de un modo maravilloso.
Evidentemente algunos de ellos podrían encajar en otra de las peticiones porque muchos de ellos incluyen varias de las peticiones del Señor dentro de su texto. Así que me he decidido a incluirlos donde están porque a mi parecer encajaban mejor ahí que en otra parte. Si bien son susceptibles de ser llevados a cualquiera de las otras peticiones de acuerdo a la valoración personal que cada uno tenga a bien hacer del salmo en cuestión.
Mi consejo es por tanto usar esta plantilla para orar con el Padre Nuestro de una manera más sosegada y profunda. Siempre he considerado que cuando rezamos el Padre Nuestro, Jesús el Cristo, por medio de su Santo Espíritu lo reza en nosotros. Por el bautismo le damos nuestra vida a Jesús para que Él viva y ore en el mundo hoy, con cada nueva generación. Así que merece la pena aprovechar su presencia de manera reposada para disfrutar mas de su preciosa compañía en esos momentos en los que nos convertimos en un sagrario. Por ello rezar el Padre Nuestro deteniéndonos en cada petición eligiendo uno de los salmos indicados puede convertir el rezo de la oración dominical en un ejercicio de maravillosa meditación cargado de sabiduría.
Si es de observar que Jesús rompe con el esquema del ojo por ojo y diente por diente, tan presente en algunos salmos. Perdonar es su respuesta. Por “devoción” ya que Dios es clemente y misericordioso, y El es perdón, y estamos llamados a ser perfectos como el Padre es perfecto. Por “justicia” porque todos somos pecadores. Por “salud” porque el odio envenena. Por “compasión” o empatía porque el otro es un ser humano que cuando tiene una deuda contigo necesita ayuda. Por “sabiduría” porque el mundo, los demás y yo somos imperfectos, y ello reclama, que de la misma manera que la vida exige comer y beber para vivir bien, del mismo modo perdonar se hace necesario si queremos vivir en paz con el mundo, los demás y con nosotros mismos.
Es la lógica de la Nueva Alianza. La gracia que suspende el valor salvífico de la Ley que como enseña San Pablo era incapaz de alcanzarnos la salvación. Por desgracia muchos salmos están impregnados de esta mentalidad que desconoce el amor por los enemigos del que Jesús nos habla en los evangelios. Por ello en esos casos, siempre he situado los salmos en la última petición del Padre Nuestro: Líbranos del Maligno. Pues de lo contrario es muy difícil encontrar en ellos las maravillosas palabras de Jesús en las que dice: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”.
Es curiosa además la constatación histórica de que los primeros cristianos rezaban esta oración tres veces al día. Al amanecer. A medio día. Y al anochecer. De este modo tan sencillo aquellos creyentes de ayer rezaban todo el salterio tres veces al día. En los momentos intensos de la jornada. Convirtiendo las horas del día en un dialogo enamorado con el Dios que se nos ha manifestado en Cristo. Y haciendo presente a Cristo orante entre los hombres a cada nueva etapa de la jornada.
Deberíamos recuperar para nosotros este precioso espíritu. Haciendo memoria en cada petición de lo que el salterio nos enseña sobre cada una de ellas. Quizás este modo sería mucho más sencillo de adoptar por todos. Pues la liturgia de la horas tal como la conocemos se hace difícil de usar por la mayor parte del laicado. Y a veces hasta para algunos clérigos. Y quizás la razón es muy simple: es un modo de orar monástico que gira en torno al coro. Un tipo de vida ordenado no siempre fácil de adoptar para quienes viven inmersos en el caos permanente de la vida. El cosmos monacal no es el medio habitual de vida de la mayoría de la gente.
La acogida de este tipo de “renovaciones” en nuestro entorno religioso tan tradicionalista, no será fácil. Pero no es una renovación, sino una vuelta a los orígenes. Pues algunos acostumbrados a sus usos habituales en cuanto oyen decir renovación se ponen extremadamente nerviosos. Nos cuesta tanto nacer de nuevo. Nicodemo habita en nuestra piel, pero estorba que podamos dar el culto al Padre, en Espíritu y en Verdad.
Si que es importante tener presente que en la oración Tomás el apóstol siempre está ahí. Si ayer muchos oraban por precepto o por costumbre y tradición, sin mayor implicación espiritual con la práctica que se realizaba. Hoy por reacción, muchos si no sienten algo especial, no oran. Pero la oración no se eleva ante Dios por precepto o por apetencia. La oración nace del amor al Dios que se ama. Adorar es amar al que sabemos que nos ama. Basta mirar la cruz o adorar la eucaristía: EL PAN VIVO DEL AMOR HASTA EL EXTREMO. Y esta oración es un ejercicio de fe. Pues el amor es fe en el otro siempre. Basta amar a otro para saber que crees en él y confías en esa persona. Tomás: No cree porque no ve y no toca. Por tanto atentos. Ver y tocar es más que el mero encuentro físico y corporal.
Tres son los ángulos de nuestra personalidad: pensamiento, corazón y conducta. Las personas solemos acentuar un vértice del triángulo sobre los demás. Así los “racionalistas” priman las ideas. Los “sentimentales” priman los afectos. Y los “conductuales” priman los hechos. Si Tomás es racionalista quiere ver con sus ideas y razonar todo el misterio de Dios. Sino no puede orar. Si Tomás es sentimental quiere sentir siempre la calidez de la presencia de Dios en su vida. Y sino no sabe orar. Y si Tomás es conductual, orar le costará trabajo, mucho trabajo porque hacer cosas es lo que cuenta. Y orar conlleva quietud para adorar como María y no trasiego sin fin como Marta.
Pero porque no tengamos ideas claras sobre todo el misterio de Dios, porque no sintamos nada, o porque no estemos haciendo algo, Dios no deja de amarnos. Su amor no depende ni de nuestra comprensión intelectual, ni de nuestro contacto sentimental, ni de nuestra activismo sin fin. Por eso dichoso es el que ora porque ama al que nos ama, aunque no lo entienda, no lo sienta o no haga nada para ganarlo porque es pura gracia. Es dichoso el que ora porque cree aunque no vea ni toque con su mente, sus afectos o sus hechos. Y creer es mucho más que pensar, sentir o actuar. Más bien es lo que moviliza nuestro pensamiento, nuestro sentimientos y nuestra conducta. Creer es una acción del yo enamorado por Dios. Por eso es gracia. Y el yo es el que piensa, el que siente y el que actúa.
Cuando ores no pretendas tocar al Dios que te ama con tu pensamiento, déjate amar. Cuando ores no pretendas tocar a Dios con tus sentimientos, déjate amar. Cuando ores silencia tu activismo desaforado y descansa, dejándote amar. De la oración no sacarás ideas, sentimientos o programas de acción, o al menos no es eso lo que importa. Lo que la oración regala es: Amor. Suele ocurrir en la vida del espíritu que la noche oscura nos visita. A los racionalistas nublando su capacidad intelectiva. A los sentimentales secando sus afectos. Y a los pragmáticos cegando su activismo y volviéndolo inapetente. Y todo por un motivo: destruir sus respectivas idolatrías. La razón, el sentimiento y el activismo con facilidad se convierten en ídolos en la vida espiritual cristiana si no se sabe darles su lugar.
Creer es mucho más que eso, y no nos centra en ídolos. Sino que nos orienta hacia Dios, al que no vemos ni tocamos porque es espíritu. Por ello es Dichoso quien cree sin ver ni tocar. Sea con su razón, con su corazón o con su conducta. Mira a Dios en el que crees, al que no ves ni tocas, y preocúpate de su amor y nada más, deja que su amor reine en ti y lo demás, se te dará por añadidura. Pues si no tocas su amor ni lo ves, con tu pensamiento, con tus sentimientos y con tu conducta, no por eso el amor de Dios es inexistente: adóralo porque lo crees y no porque lo ves o lo tocas.
Cuando creas así entonces veras: con tu razón, con tu afecto y con tu conducta. Rezar con el Padre Nuestro de está manera, poniéndolo todo en sus manos amorosas, guiados por el salterio y las luces que sobre el Padre Nuestro arroja, en el marco de la nueva alianza, es una maravillosa experiencia que invito a todos a no perderse. Orad sin cesar. Ese fue el consejo de Jesús. Orad con sus Palabras. Reunidos en común. Y allí estará en medio de nosotros. Orar con las mismas palabras nos reúne aunque estemos en distintos lugares y tiempos. Poner sin cesar el mundo en las manos del Padre siguiendo a Jesús, que en Juan 17 intercede ante el Padre por todos nosotros.
Dichosos los sencillos. Esta es la sencillez de la oración cristiana. Y me asombra que un patrimonio espiritual tan denso y tan extenso como el Salterio biblíco pueda ser sintetizado con una fórmula tan completa y al par tan sencilla como el Padre Nuestro. Aprovechemos este tesoro que ha sido puesto en nuestras manos.
Una cosa más: evitemos la triple tentación que surge en la vida del que quiere seguir los pasos de Jesús. Está triple tentación nace del culto al propio ego.
La tentación de la necesidad concreta, pues no sólo de pan vive el hombre. Cuanto tiempo perdemos al orar porque pedimos mal. Pedimos lo que deseamos tener cuando lo importante es ser amado por Dios. Y lo demás al lado de eso es totalmente relativo, pues con el amor de Dios todo lo tenemos y sin él no tenemos nada.
La tentación de ser una estrella ante los ojos de los demás tentando a Dios pues en el fondo con nuestras aspiración ególatra queremos ocupar el lugar de Dios sin amar a los demás sino siendo aplaudido por ellos. Y sólo cuando se ama como el último, sin buscar el aplauso, se trasparenta a Dios plenamente. Es la lógica de la cruz tan poco común y aceptada por tantos.
La tentación del poder. Del imperar controlándolo todo y dirigiéndolo todo como el niño mal educado que quiere ser el centro de todo y de todos, y que cual tirano lo pone todo a su servicio. Cuando verdaderamente somos con los demás no siendo más ni menos que nadie. Y sólo nos realizamos inmersos en la hermosa lógica del Bien Común.
La egolatría es un camino equivocado para llegar a Dios. Y por eso al orar con el Padre Nuestro hay que aprender a ponerse en la presencia del Padre que todo lo puede con la misma pobreza de espíritu, con la misma humildad y confianza absoluta, con que un niño está en brazos de su madre. Hacerse niños en este sentido nos abre las puertas del Reino de Dios, porque consiente y permite que Dios reine con su amor en nuestra vida, verdaderamente. No nuestro ego ciego. Sino su amor eterno.
Esta es la sabiduría que ha de perfumar y dirigir nuestra vida cristiana. Lo que convertirá nuestra práctica orante en verdadera espiritualidad. Porque el Espíritu de Dios es el amor vivo de Dios hoy manifestado en Cristo, presente en nuestra vida. Para orar hay que llenarse de ese Espíritu, y entonces es verdaderamente posible decir: ABBA.
Por último orar con el Padre nuestro supone superar la territorialidad propia de la condición animal que se expresa en la máxima: “sálvese quien pueda”. Orar con el Padre Nuestro nos hace pasar de la territorialidad animal a la humanidad. La verdadera humanidad aspira al bien Común. Y la máxima que ello requiere es bien distinta: “Amaos unos a otros”. El rancio nacionalismo es ajeno al Padre Nuestro. Si oramos con el Padre Nuestro la sabiduría que nos ha de poseer nos ha de conducir a ofrecer al otro humano un trato humano. Pues así es como el bien se expande para todos. Y no en la disputa egoísta madre de todos los conflictos. La fraternidad es hija del Padre Nuestro. Y la fraternidad no sabe de territorialidades egoístas. Orar con el Padre Nuestro nos humaniza. Eso supera el horizonte de muchos salmos que aunque atisban al Señor como Dios del universo y creador de todos los pueblos, aún están sujetos a la percepción de Israel como pueblo elegido entre todos los pueblos y contra todos los pueblos. El Padre Nuestro nos hace evolucionar en la perspectiva que tenemos del mundo, y en nuestra comprensión de éste.
Así que una nueva creación surge de estas sagradas palabras que Jesús nos enseñó. Y en ellas, las palabras previas del salterio, encuentran toda la plenitud que por su época no fueron capaces de descubrir. Hijos de su tiempo, los salmos, vieron mucho, pero no lo vieron todo. Cuando oras con los Salmos y con el Padre Nuestro, comprendes lo que significa “Evolución”. Y es que no es lo mismo la aurora, el alba, el amanecer y el sol del pleno día. La gradualidad de la revelación se comprende a la perfección cuando descubrimos que todo el salterio es un precedente del Padre Nuestro en el que todo él queda perfectamente resumido.
El hombre nuevo es el Hijo amado de Dios que ama al Padre y a sus hermanos porque en ellos vive el Padre, como también vive en él. El evangelio y las cartas de San Juan enseñan todo lo demás que necesitamos comprender para disfrutar con esta hermosa oración en la que queda plasmada el alma orante del Hijo que es uno con el Padre. Hazte uno con el Padre orando como El Hijo gracias al Espíritu. Cuando oras con las palabras del Hijo, te abres al Padre, y todo por el Espíritu. Al orar así te metes en el mismo corazón de la Santísima Trinidad.
Una vez ahí la cuestión es muy sencilla: PERMANECED EN MI AMOR. Nada más.
(Padre Nuestro en arameo, la lengua original en que fue pronunciado por los labios de Jesús el Cristo)
ENCUADRE DE LOS SALMOS EN LAS DISTINTAS PETICIONES DE LA ORACIÓN DOMINICAL.
PADRE
90, 102, 114, 116, 120, 130, 135, 138, 144,
NUESTRO
70, 73, 76, 77, 78, 79, 80, 86, 104, 115, 132, 149
QUE ESTAS EN EL CIELO
8, 28, 67, 75, 88, 103, 112, 113, 134, 143, 147,
SANTIFICADO SEA TU NOMBRE
9, 17, 32, 33, 61, 64, 65, 66, 74, 91, 97, 99, 107, 117, 123, 125, 133, 137, 148, 150
VENGA A NOSOTROS TU REINO
13, 20, 23, 43, 44, 45, 46, 47, 60, 69, 71, 83, 92, 94, 95, 96, 98, 101, 109, 121, 145
HAGASE TU VOLUNTAD EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO
1, 14, 25, 39, 40, 49, 51, 52, 81, 100, 111, 118, 127,
DANOS HOY NUESTRO PAN DE CADA DIA
41, 62, 110, 126, 131, 136, 146
PERDONA NUESTRAS OFENSAS COMO TAMBIEN NOSOTROS PERDONAMOS A LOS QUE NOS OFENDEN
6, 24, 31, 37, 50, 84, 89, 105, 106, 129,
NO NOS DEJES CAER EN LA TENTACIÓN
4, 12, 15, 18, 22, 27, 29, 30, 34, 35, 36, 38, 48, 59, 68, 72, 85, 119, 128, 140, 141, 142,
Y LIBRANOS DEL MAL
2, 3, 5, 7, 10, 11, 16, 19, 21, 26, 42, 53, 54, 55, 56, 57, 58, 63, 82, 87, 93, 108, 122, 124, 139,
AMÉN.
Andrés Marín Navarro
Presbítero.