Andros presbítero Mysterium vitae
Andros presbítero Mysterium vitae

HOMILIA Ciclo B

CADA DOMINGO LA PALABRA DE DIOS ES CREADORA, NOS RENUEVA, SI LA ESCUCHAMOS CON FE Y SABIDURÍA, PORQUE NOS EL ESPÍRITU DE DIOS NOS VISITA Y NOS LLENA DE GRACIA. APRENDAMOS A ESCUCHARLA COMO MARIA.

 

 

TIEMPO ORDINARIO ANTES DE PASCUA

 

2. El Evangelio es una experiencia gozosa de vida. Las lecturas de este día nos dan esa lección de tres maneras:

    - El Evangelio supone experimentar la compañía de Jesús y de María. Como les ocurrió a los novios en Caná de Galilea. Y es que ocurre que a veces la ilusión por vivir se acaba, el carácter festivo del hecho de estar vivos se esfuma. Hay experiencias traumáticas en mayor o menor grado, y evidentemente, éstas tienen un impacto sobre nosotros. Y por supuesto eso tiene consecuencias. A veces la ilusión por vivir se agua, o incluso, a veces se agría. ¿Y quién puede ser feliz teniendo aguada la ilusión por vivir o sacándole un sabor avinagrado a las cosas?.  La compañía de Jesús y su Madre puede influir mucho en cambiar eso. Basta creer, hacer lo que Jesús nos diga, según nos aconseja María y quizás haya que llenar algunas tinajas de agua. Por supuesto no se excluye un esfuerzo, pero los frutos pueden ser sorprendentes. De hecho lo serán. Jesús nos dará motivos para recuperar la ilusión por vivir que no sospechabamos encontrar. Incluso es muy posible que la ilusión por vivir nos resulte mucho mejor que la del principio. El juicio del maestresala es patente, y la experiencia de muchos hoy también. Junto al equipo que forman Jesús y María, la ilusión por vivir incluso en medio de posibles sufrimientos está servida. Te lo repito muchos lo han experimentado.

    - El Evangelio supone disfrutar del Espíritu Santo y de sus dones. Muchas veces no nos percatamos suficientemente de lo mucho bueno que llevamos dentro. Los tesoros es lo que tienen. Y cada uno de nosotros somos únicos e irrepetibles. Sin uno de nosotros la trama del tapiz se queda incompleta. Cada uno aporta un color diferente. Si a un mosaico lo privas de determinadas teselas, el conjunto queda incompleto. Cada uno tiene algo que aportar. Pablo lo explica muy bien. El bien común exige la participación de todos. Y el Espíritu de Dios despierta “eso” que llevas dentro y te hace especial. El Espíritu te enseña a ser tú mismo, y no para que te engrías ni te vuelvas un soberbio, sino para que te regales a los demá, para que compartas tu propia riqueza. La alegría está en compartir. Cuando todos compartimos, todos recibimos. Si hacemos lo contrario, nadie recibe nada, o no recibe todo lo que podría recibir para que su vida pueda ser más plena. Y eso es no sólo negativo, sino sobre todo triste. Y es una pena vivir tan poco tiempo para no alcanzar el mayor grado de plenitud que la vida puede ofrecernos. La castración mutila. Y una vida mutilada es una vida frustrada y frustrante. El Espíritu no frustra ni castra, al contrario, realiza y plenifica, nos hace crecer, evolucionar y madurar. Nos transfigura. Nos vuelve luminosos y cálidos. Evita que seamos ocuros y fríos.

    - El Evangelio nos convierte en heraldos ante los demás de una noticia asombrosa: No somos nihilismo. Todo no es para nada. Somos una realidad amada eternamente por un Dios que se “muere por amarnos” como dice mi querida Maruja. Isaias no puede ser más claro. Nuestro destino final son las bodas del cordero. Nuestra vocación es la eternidad y no la fugacidad. El salmo insiste en lo mismo. Mejor ser gente que todo lo llena de vida y de luz, que no profetas de mal agüero y de calamidades, que matan la esperanza del mundo por su torpe proceder y su carencia absoluta de vitalismo. Con el pesimismo el mundo no cambia para bien. Los pesimistas nunca han mejorado nada. Marina piensa así, y creo que la historia le da la razón. Churchill que veía el mundo con ojos muy claros, en medio de la tragedia que le tocó vivir, con un realismo inusitado supo fortalecer los ánimos de un pueblo, casi de una civilización, para no ceder ante una demoledora fuerza que llenaba de muerte cuanto tocaba. Ser vital y optimista, ser un heraldo de futuros alternativos y mejores, no significa ser un credulo ni un inconsciente. Ni tampoco un irresponsable. Churchill no lo fue. Juan XXIII tampoco. Y gracias a ese tipo de personas, hoy vivimos en un mundo mucho mejor que el que podría haber sido si ellos no hubiesen estado. La experiencia del misterio pascual nos convierte en los ángeles del Santo Sepulcro para un mundo que muchas veces está traumatizado por la muerte, y no pocos en él, viven esclavos del miedo a la muerte. Eso no es vivir, eso es ser un zombie.

    La Iglesia no debe olvidar esto. Si no es buena noticia para el mundo, si no es una comunidad donde todos movidos por el Espíritu Santo comparten lo mucho bueno que llevan dentro y si no nutre la ilusión por vivir de quienes se acercan a ella, si agua y avinagra la vida de la gente: fracasa estrepitosamente, porque no es Evangelio vivo. Y si no es eso, entonces: ¿qué es?. La Iglesia es Evangelio o no es. Sin Evangelio nunca será sal de la tierra, sino sal que se ha vuelto sosa. La lección no puede ser más clara. Así que tengamos presente todos esta sabrosa y nutritiva enseñanza.   

 

NAVIDAD

 

6.El BAUTISMO DEL SEÑOR. El bautismo que nace del Evangelio no es un baño ritual más, no es un sello en un carnet, no es una bendición como la que se practica con diversos objetos materiales pero en este caso con personas. Para los que tratan con el Evangelio desde una perspectiva meramente religiosa, sin dejarse renovar interiormente por Jesucristo, el bautismo si puede ser todo esto que acabamos de decir. Pero para quien dejándo atras la mera religión, se adentra en la senda del Evangelio, el Bautismo se abre a la acción del Espíritu Santo, de ahí que el bautismo sin Confirmación resulte tan incompleto, pues sin duda alguna para poder andar es mejor tener dos piernas que una sola. Del mismo modo que el Bautismo se queda cojo si no se comulga, se queda, igualmente cojo si no se recibe el Espíritu Santo en la confirmación. Para el Evangelio el Bautismo desarrollado en las celebraciones de la confirmación y de la Eucaristía es toda una experiencia de vida.

    Este Bautismo es el gran regalo de la Navidad que hoy termina. Lo que ocurre hoy con Jesús, es nuestro destino cuando el Evangelio se adueña de nosotros. El baustimo completado por la confirmación y alimentado por la Eucaristia. Así es como el Espíritu se Jesús se adueña de nosotros. 

    El Espíritu nos abre al consuelo de la constante compañía de Jesús, con el Pastor que apacienta al rebaño, que nos reúne con su brazo y nos lleva sobre su pecho, cuidando de nosotros él mismo. Haciendonos goza de su recompensa. Y sanándonos con su amor cuando nos apartamos de la senda del Señor Jesús por medio de la Reconciliación o cuando la enfermedad nos cerca.

    El Espíritu nos llena de Esperanza porque nos abre a la perspectiva de la Salvación. Nos inunda de Gracia. Nos hace gozar de la misericordia de Dios. Y nos convierte gradualmente en herederos de la Vida Eterna, y así es como nos transfigura tal como nos ha enseñado la Epifanía hace unos días. 

    El Espíritu con su fuego transformador nos convierte en Hijos amados de Dios en quienes Él se complace. Y eso aunque no merezcanos ni desatarle la correa de sus sandalias. Bien como discípulos que contraen matrimonio, bien como apóstoles de Cristo que ejercen su ministerio. 

    El profeta, el apóstol y Lucas nos ofrecen esta hermosa lección de vida. La religión no da este Espíritu, Juan el Bautista lo tiene muy claro, en cambio también sabe que el Evangelio sí. Por eso como buen testigo nos muestra el camino de la Verdad que nos conduce a la Vida en plenitud. Este Espíritu es el que la Navidad nos regala cuando se celebra de veras, la fiesta pagana del solsticio de invierno no nos regala nada, salvo unos kilos de más, y si tienes suerte unos cuantos regalos materiales y un nuevo calendario. La Navidad nos regala al Dios con nosotros y ese Dios es el Espíritu Santo que hoy se derrama sobre Jesús de un modo especial para que Él pueda compartirlo con nosotros. El Padre es el embalse, el agua es su Espíritu, y el canal es Jesús. Hoy abren las puertas del embalse para que el agua pueda saciar a todos los que se acerquen al canal del Evangelio que es Cristo mismo hecho carne entre nosotros. Por eso la Epifanía nos enseñó que hacer con Jesús: Adorarlo, para que su Espíritu nos convierta en un tesoro, en un maravilloso perfume y en una medicina sanadora para el mundo. Así que no se os ocurra darle a Cristo Jesús con la puerta en las narices.

 

5. EPIFANIA. Adorar a Cristo Jesús siguiendo el ejemplo de los Magos, nos transfigura por completo.

    En primer lugar nos transforma en oro. El oro es el metal precioso más afamado. Quien tiene mucho oro, se dice que posee un tesoro. Así que podemos afirmar que adorar a Jesús nos convierte en un tesoro. El amor es lo que hace. Nos convierte en personas y evita que nos convirtamos en monstruos. El amor nos lleva a buscar la gran reunión de la humanidad, la unidad de todos en torno a una gran celebración universal, inmensamente luminosa. Las metaforas del profeta no pueden ser más expresivas. 

    En segundo lugar nos convierte en perfume. El incienso es un perfume. Cierto que hay algunos que resultan un tanto desagradables, pero cuando se eligen bien, pueden perfumar un templo o un hogar maravillosamente. El amor evita que seamos fétidos. El amor nos hace perfumar el mundo porque como también nos muestra el profeta y el salmo, nos enseña a compartir. El amor que brota de la adoración de Jesús, es eucarístico. Pues nos enseña a entregar la vida, a derramar la sangre por los demás. A darlo todo por amor. Nos enseña que no hay mayor amor que el de aquel que da su vida por sus amigos. Nos enseña no sólo a amar, sino a amar hasta el extremo. 

    En tercer lugar nos convierte en mirra. ¿Y que es tal cosa? Un ungüento perfumado que era sanador. Adorar a Jesús nos convierte en sanación. Porque nos evita despreciar a los demás por razón de su raza, sexo o cualquier otra etiqueta de las que solamos hacer uso, para marginar a unos de otros, o para despreciar a los demás. El apóstol ha explicado esto muy bien. El amor es sanador. El amor no es tóxico. El amor no es venenoso cuando es verdadero. El amor no intoxica, sana. Si envenena o intoxica es que no es verdadero, es que no es realmente amor, puede ser otra cosa, pero amor no. El amor es vitamina para el alma, el amor es sanación. Por eso adorar a Jesús como los reyes nos vuelve ungüento sanador para un mundo donde la polarización es cada día mayor. 

    Así que esta es la transfiguración que obra en nosotros la epifanía, la luz de Jesús, al adorarla, como una estralla fulgurante eclipsa toda oscuridad, toda tiniebla en nuestra vida. Y es que el Dios que se hace carne, el Dios del amor, es un tesoro, es un perfume sublime y es profundamente sanador. Así que a los que sólo somos su imagen pues perdimos nuestra semejanza con Él por el desamor, al que llamamos pecado, nos devuelve la semejanza y ademas lo hace divinizandonos. El amor es lo que tiene: te hace vivir como Dios. 

 

4. Este Segundo domingo de Navidad las Escrituras vuelven a insistir en que a Jesús se le dió con la puerta en las narices. Por eso los cantos populares de Navidad insisten en conectar Belén con el Calvario. Y es que esto es profundamente cierto. Jesús fue rechazado al nacer en Belén, y sólo unos pocos lo recibieron con amor. Y en el Calvario, ese rechazo fue prácticamente mayoritario, ya no estaba José, al parecer había muerto, pero sí estuvo María y esta vez acompañada por Juan. Sólo unas mujeres más miraban a lo lejos. Y el resto de sus seguidores estaban desperdigados, muertos de miedo y rumiando su arrepentimiento dada su cobarde deserción. Belen y el Calvario son las dos caras de una misma moneda. Por eso está bien cantada esa estrofa que dice: El Niño que está en la cuna en una cruz morirá. Y eso que valió para Jesús también es cierto para todos nosotros, que después de todo, somos bebés que terminan crucificados de una u otra manera. Aunque si vivimos unidos a Él, como Él también resucitaremos según nos cuentan los evangelios.

    Por ello es bueno hoy marcar la diferencia que existe entre lo que Cristo Jesús nos regala y lo que nuestro rechazo produce. Y es precisamente la comprensión de esa diferencia la que nos permite entender aquello de que nos privamos cuando no recibimos al verbo de Dios que vino a nosotros para hacernos suyos. Lo contrario de resucitar, su diferencia, es morir para siempre. Que cada uno elija lo que prefiera. Así que veamos más diferencias.

    Jesús es la sabiduría de Dios entre los hombres, la diferencia es la necedad en la que el hombre persiste cuando se cree más sabio de lo que realmente es. No se vive igual siendo sabio que siéndo un necio.

    Jesús es la bendición gloriosa de Dios que transfigura nuestra vida, la diferencia, es experimentar la propia vida como una maldición, convertir nuestra vida en un infierno. No pocas veces ocurre eso cuando desoímos la voz del Espíritu y cogemos el camino contrario al Evangelio. Hay suficientes páginas de la historia que así lo demuestran.   

    Jesús es la luz que vuelve brillante nuestra vida. La diferencia son las tinieblas. No es lo mismo vivir en un ambiente de luz y calor, que vivir en un entorno oscuro y frío. Y no hablo en sentido literal sino figurado. Una existencia luminosa y cálida es muy distinta de una existencia oscura y fría, y creo que todos nos hacemos cargo del significado de la metáfora. 

    Jesús es el que nos hace vivir en plenitud como Hijos de Dios. La diferencia es malvivir, esto es, desconocer la plenitud, vivir a medio gas. En vez de aspirar a ser un hijo de Dios, conformarse con ser un mono evolucionado que no será nada más allá de la muerte. Las esperanzas que brotan de estas perspectivas son bien distintas como puede comprenderse con relativa facilidad. De una fe brota una cosmovisión del universo, y de la otra “fe” brota otra cosmovisión bien distinta. 

    Jesús es el que nos colma de gracia tras gracia, conviertiendo nuestra existencia en una experiencia agraciada. La diferencia es una experiencia existencial desgraciada. Es la misma diferencia que hay entre ser un desabrido o ser alguien sabroso. Ser alguien con salero o ser un insulso. La existencia no resulta la misma. Hay gente que lo tiene todo y carece de gracia, y en cambio hay personas que no teniendolo todo rebosan gracia por todos sus poros. Sin dura prefiero a los segundos. 

     Así que en función de que actitud adoptamos en Belén o en el Calvario, que para el caso son lo mismo, nuestra existencia será de un tipo o de otro, la diferencia radica en si recibimos a Jesús o no; os recuerdo eso sí que no está de moda hacerlo. El que avisa no es traidor. Más igualmente os digo que yo prefiero no separarme ni un sólo día de Él, y eso, que no soy digno de que entre en mi casa, más sé que una sola palabra suya bastará para sanarme. Por eso para mi la Navidad es decirle a Cristo un sí bien grande en toda la cara.  Lo demás son aderezos que no están mal, pero que en ningun caso son para mí lo fundamental. Así que decidid vosotros mismos como queréis vivir vuestra propia Navidad. Ahora la moda consiste en volver al paganismo romano de las saturnalia, mucho jaleo, mucho gasto y mucha fiesta. Para mí eso puede ser muy espectacular y ruidoso pero es una realidad vacía, que se queda más vacía aún, cuando se van de tu lado los seres que más quieres. Y sólo te quedan recuerdos nostálgicos que hacen que pensar te resulte doloroso en esto días. Sin Cristo, para mí, la navidad es ruido y vacío, un fastuoso decorado escenografico que carece de un relato teatral que lo dote de sentido. Así que ¿Vacío? ¡No gracias! Prefiero la plenitud. Las  modas en asuntos como éste, para quien las quiera. 

 

3. 1 ENERO

    Está de moda ser ateo. Está de moda dar a Dios con la puerta en las narices. Os lo dije el día de Navidad. ¿Tan malo es Dios que debemos pasar de Él?. Las Escrituras hoy me enseñan quien es Dios según los Evangelios. Porque  no todas las visiones de Dios son iguales, como no son iguales todos los animales por el simple hecho de ser vertebrados. Además las Escrituras hoy me indican que efectos produce en nosotros el Dios de Jesús, pues el AT hay que leerlo con los ojos de Jesús. Y por último me enseñan también estos textos sagrados las actitudes que brotan en mí cuando trato con Él. 

    ¿Quien es Dios? El apóstol es claro: es un Dios que nos ha hablado por su Hijo. Y lo ha hecho para hacernos hijos suyos. No le basta que seamos sus criaturas, no le basta habernos creado. Además quiere hacernos como Él. Nos quiere revestir de su gloria, si nosotros consentimos. Nunca contra nuestra voluntad, pues Él no es un amo, sino un amor. Si le decímos que sí nos da el Espíritu de su Hijo Jesús, y no para hacernos sus esclavos, sino sus hijos muy amados. No somos siervos de Dios. Y no hemos de llamarle “Señor” sino ABBÁ, esto es: Papá. Llamarlo padre no deja de ser una mala traducción de esta dulce palabra preñada de ternura. Los otros rostros de Dios son desconocidos por los evangelios.

    ¿Qué efectos produce en nosotros? Los textos del AT vistos con los ojos de Jesús, nos enseñan que este “papá Dios” convierte nuestra vida en una bendición, nos protege con su amor, y lo hace cuando ilumina su rostro sobre nosotros y cuando nos concede su favor. Su rostro amoroso nos concede la paz. Pues Él tiene piedad de nosotros, nos hace conocer sus caminos, nos conduce a todos a la salvación, sin exclusiones de ningún tipo. Nos hace cantar de alegría, nos enseña a vivir desde la justicia, y arranca de nuestros corazones la alabanza. El único temor que cabe ante su presencia es perder su compañía. 

    ¿Y qué actitudes suscita en nosotros? Nos hace correr hacia Él. Nos sale al encuentro en pesebres sencillos, en las cosas más pequeñas. Nos hace contar lo que vivimos a su lado. Nos llena de admiración. Nos hace guardar en nuestro corazón lo que vivimos juntos, y nos insta a meditar sobre ello. Nos hace volver a nuestra vida dando gloria y alabanza a Dios por todo lo que vemos y oímos en su compañía. Jesús es su nombre y eso nos basta, y enamorados de Él no sabemos vivir sin su compañía. No lo queremos porque lo necesitamos, sino que lo necesitamos porque lo amamos. El Evangelio de Lucas no puede ser más claro.

    ¿Por qué debemos matar a un Dios como éste? No quiero vivir a la moda si esto es lo que se exige hoy. Me encanta ser una persona demodé. Alguien que no se define de acuerdo a las modas que van y vienen. Sé a quien amo, y amo a quien me ama sin medida. Y si no me entienden, si me desprecian o me excluyen, asumo el precio. Vosotros soís muy libres de proceder como os plazca. No pienso matar a Dios en mi vida. Que os quede muy claro a todos. Lo bueno, lo bello y lo verdadero para mí es vivir cada uno de los días de mi vida bajo el amparo de su amor. Y eso no me limita, si he podido vivir siendo hijo de padres humanos imperfectos, y he llegado a ser un adulto conla madurez sufienciente no sé por que no he de ser capaz de gozar de un amor tan puro como éste. Inmaduro y estúpido sería si no lo hiciera. Así que hermanos, os lo digo alto y claro, me importa un bledo no vivir a la moda. 

 

2. SAGRADA FAMILIA

    Los hijos. Hoy las Escrituras me llevan a pensar sobre ellos. Y las lecciones que escucho son las siguientes: 

    1. Los hijos no hacen el matrimonio. El matrimonio procrea evidentemente. Pero no siempre. Hay matrimonios que no pueden tener hijos, y no por ello dejan de ser verdaderos matrimonios. De hecho cuando escucho a alguien casado que dice que la razón de ser de su vida son sus hijos, y que su pareja es un medio para tenerlos, me preocupo. Algo falla. El porcentaje de veces que la unión sexual puede procrear es mucho menos frecuente que cuando no lo es. Y sin embargo, a diferencia de muchos animales, el ser humano vive un celo permanente. Y es que la vida sexual humana no solo tiene como fin procrear, sino intercomunicar, es el lenguaje del amor entre los esposos. Es un momento maravilloso para vivir la comunión de los que se aman. Para no pocas parejas es cómo subir a su Tabor Nupcial. Donde se transfiguran. Donde tocan el cielo. De donde nunca quisieran bajar. Y en ocasiones, ese momento sagrado se abre a la vida de una manera sorprendente.

    2. Pero esa procreación, esa paternidad, debemos ejercerla de manera responsable. No se trata de traer al mundo hijos sin parar. Tener los hijos que Dios quiere no significa tener 48 hijos como hizo un hombre que conocí en America. Claro está con distintas mujeres. Un hijo debe ser atendido afectivamente de manera cuidadosa. No basta con darle de comer. Hay que dedicarle el tiempo y los cuidados necesarios para que pueda ser persona. De lo contrario crecerá con carencias afectivas que a la larga le dañaran psicológica y emocionalmente. Para lograr esta paternidad responsable es preciso considerar si la pareja atraviesa un buen momento. Un hijo no resuelve los problemas de una casa, a veces los agrava, pues supone un mayor stress y mucho más trabajo. Los esposos necesitan estar fuertes y decididos. Y deben acordarlo mutuamente. Para lograr una paternidad responsable es fundamental pensar en el bien del hijo que viene y en el bien de los que ya viven. ¿Podremos ofrecer a todos lo que necesitan para desplegar todas las potencialidades que necesiten para ser personas dignamente?. Para lograr una paternidad responsable es preciso considerar el bien común de la sociedad: No es lo mismo plantearse cuántos hijos tener en una sociedad superpoblada que en una sociedad que envejece. También es importante plantearse cuántos hijos tener pensando en el bien de la Iglesia. En Holanda para evitar que desapareciese la Iglesia católica, los padres decidieron tener más hijos. En cambio hay matrimonios misioneros que por sus responsabilidades pastorales, han tenido que tomar otras opciones a la hora de traer hijos al mundo. Tener los hijos que Dios quiere no es traer hijos al mundo a tontas y a locas. Eso no es responsable. Eso es tentar a Dios y tirarse del alero del templo. 

    3. Los hijos no son para nosotros. Ana lo entiende muy bien en el libro de Samuel. Y María y José también lo descubren con el episodio del niño en el templo de Jerusalén. A los hijos se les querrá siempre, pero no son para nosotros. Eso no significa que no sean nuestros como dijo algún responsable público no hace mucho. Los hijos se graban a fuego en el corazón de los padres, y nunca nadie los podrá arrancar de ahí. Pero eso no significa que no se les permita volar del nido. Han de ser preparados para ello. Pues cada uno tiene su propia misión que cumplir en la vida, como Samuel y como Jesús. 

    4. Es preciso además comprender que nuestro destino definitivo no está aquí. Empeñarnos en no dejar partir a nuestros seres amados, cuando sus días aquí se terminan es no tener claro que estamos llamados a vivir en las amables moradas del Señor, como canta el salmo de hoy. Jesús le dice a Magdalena, “no me retengas, déjame marchar, no interrumpas el proceso”. Hacer lo contrario es como si una madre se empeñase en estar embarazada constantemente para sentir siempre a sus hijos en sus entrañas, sin dejarlos nacer nunca. La fe en la resurrección evita considerar que tener familia es una maldición porque al final terminarás perdiendo a los seres que amas tanto. Como hace lo mismo con la amistad, y con otros campos de comunión interpersonal. Si no creyéramos en la resurrección amar se convertiría en el camino hacia la autodestrucción emocional. Ciorán nos lleva a pensar así. Cuanto más amas más te expones a sufrir si pierdes a los que amas. Para él, amar es una maldición. La fe en la resurrección nos impide pensar así. Cuando se van lloramos porque los queremos, pero la fe en la resurrección no permite que el llanto ahogue nuestro aliento vital. El pensamiento nihilista tan de moda, nos impele a no vincularnos emocionalmente con nadie para convertirnos en superhombres. En seres que se hacen inmunes al sufrimiento porque la muerte de los demás no les importa. Eso no te convierte en un super humano, sino en alguien totalmente inhumano. Eso no tiene nada que ver con lo que significa vivir en familia.

    5. Educar a los hijos como cristianos, supone enseñarles dos cosas. Las que Juan recomienda hoy en su carta. Enseñarles a creer en Jesucristo y educarlos para amar a los demás como Jesucristo nos ha amado. Todo eso habrá que desarrollarlo poco a poco, gradualmente y haciendo uso de diferentes instancias. Pero el esqueleto fundamental es ese, y siempre respetando su conciencia, su inteligencia y su libertad son sagradas. Jesús no imponía nada, proponía el evangelio. La verdad se impone por sí misma. Se trata de testimoniar, no de formatear la mente de nadie. Quieres educar a tus hijos: Cree tú en Jesús y ama tú a los demás como Jesús te ha amado a ti. Y que cada uno se convenza personalmente de lo que crea verdadero, bueno y bello. Nadie puede convencer a nadie de nada porque cada uno se convence personalmente de lo que quiere. La opción por Cristo y el amor, es personal. La convicción es mucho más que la simple tradición o costumbre. 

    Son cinco lecciones para mí que iluminan la relación de los padres cristianos con sus hijos. Ojalá y que ellas nos descubran el carácter sagrado de nuestras familias. Después de todo, sacrificio, significa hacer sagrada una realidad. Sacrificarse por la familia es transfigurar en sagrada su realidad. Esto es lo que hoy escucho cuando el Evangelio toca mi alma hermanos.

 

1. La verdad es que a Jesús, el Hijo de Dios, cuando nació le dimos con la puerta en las narices. Él vino a los suyos, y preferimos las tinieblas a la luz. Hicimos oídos sordos a su verbo. Desechamos al que era la piedra angular. Lo ninguneamos y lo humillamos. Esa es la verdad: en Belén no había campanas, en Belén no habia alegría, en Belén un niño lloraba, mientras su madre sufría. En Belén el niño nació en total anonimato, salvo para unos pastores, que hizo falta una legión de ángeles para que quisieran venir a adorarlo. Lo mismo les paso a aquellos magos. Hizo falta toda una constelación en movimiento para salir en su búsqueda. El resto ignoro el nacimiento de Jesús. Se quedaron tan panchos, y en Belén lo mandaron a nacer a una cuadra, con forma de cueva o algo parecido. 

    Es sorprendente nuestra actitud. Rechazamos a Jesús por sistema de manera espontanea, incluso algunos tratan con acritud a quienes se llaman sus seguidores, cuando no los humillen o maltratan de diversas maneras, bien con malos modos, bien con sonrisas y guante blanco pero con muy mala puleva. Por que en estos casos, hay aguas mansas de las que Dios nos guarde. Para estos todo vale con tal de acabar con el impacto del Verbo hecho carne y su mensaje.

    ¿Y por qué ese rechazo? ¿Acaso es malo lo que Jesús nos aporta? Repasemos con calma. Imaginemos que somos un arbol desnudo sin follaje ninguno, una especie de arbol seco como se van a quedar la inmensa mayoría de los pinos de nuestros bosques, abocados a una extinción en masa, por esa plaga desconocida que los está matando ante nuestra pasiva desidia. 

    Somos un esqueleto de árbol. ¿Que nos aporta Jesús? ¿Cómo nos viste? ¿Cómo nos decora?. Nos llena de luz para que no vivamos a oscuras bajo la negra sombra de la muerte. Ya tiene luz nuestro árbol. Nos llena de paz, de justicia y de derecho. Debe ser que nuestro mundo prefiere la guerra, la injusticia y la indignidad, y por ello le da con la puerta en las narices. A mi en cambio esos adornos creo que mejoran el arbol navideño que quiero ser. Nos inunda de esperanza pues nos abre a una perspectiva de salvación. Eso me gusta más que la desesperación que es su némesis. Nos descubre que vivir en plenitud, es vivir abiertos al Dios que nos ama, que derrama su gracia sobre nosotros, y que nos enseña a convertir el amor en el rey de nuestra vida. Confieso que cada vez me va gustando más este precioso arbol navideño en que Jesús va transformando el leño seco que soy. Cada uno de estos dones es una gracia que me regala, y así gracia tras gracia, me va revistiendo de gloria. Y es que para eso viene, Dios se hace hombre para hacer que el hombre se haga Dios. El hombre y su universo, pues sin él, el hombre no puede ser quien es. Y lo que estorba en ese proceso es lo que llamamos pecado, todo aquello que nos impide vivir en plenitud. Vivir en la gloria. Vivir como Dios. Todo eso queda borrado de un plumazo. Gratuitamente. La verdad es que conforme avanzo por los ricos textos que hoy me hablan de Jesús, descubro más y más regalos que Él me hace, y me siento cada vez mejor vestido, como un precioso árbol de navidad. Revestido de gloria ¿que más puedo desear?.

    Así que ¿por qué le dimos y le damos con la puerta en las narices? ¿Será que somos idiotas? Yo por si acaso os notifico que si no le quéreis yo tengo para Él preparado en mi pecho un sencillo pesebre y pienso acogerle aunque no soy digno de que entre en mi casa. Me lo quedo “enteretico”, porque antes que convertirme en un leño seco prefiero ser transfigurado por Él en un precioso arbol navideño adornado de luz, sin sombra de muerte, adornado de paz, de justicia y de derecho. Adornado de esperanza, de gloria, de gracia, de salvación y sanación. Adornado de vida en plenitud, de vida eterna. Adornado de alegría y amor. Me miro así y me veo más guapo. Si tú también quieres, no temas, hay para todos. Todos los leños secos que quieran pueden vestirse de fiesta y quedar radiantes y cantar gozosos ante éste que llamamos mesías porque no sabe hacer otra cosa que amarnos. 

    Si no piensas darle con la puerta en las narices y preferir la luz a las tinieblas: ¡Feliz Navidad! o como decimos en Murcia, guiados por las enseñanzas del papa San León Magno: ¡Felices Pascuas!, esta pascua chica invernal y la gran Pascua primaveral de resurrección que nos mostrará por qué ésta de la encarnación es tan hermosa. Y nada más por hoy amigos. Hasta otra ocasión hermanos, que voy a abrirle la puerta de mi vida, para que pueda pasar, darle la bienvenida, sentarse a mi humilde mesa y disfrutar cenando juntos. Y así poder cantar con los ángeles: Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que Dios ama. 

 

ADVIENTO

 

4. El mundo necesita restauración como enseña el salmo de hoy. Mientras que nos empeñemos en circular por determinadas sendas así será. Muchos dicen que tardó mucho Dios en darse a conocer, y yo digo que se ve que no le fue fácil encontrar a una mujer como María en cualquier momento de la historia humana. ¿Quién sabe si no fue eso lo que lo retrasó todo?. La respuesta humana es definitiva, y eso es lo que nunca hemos acabado de entender, pues siempre hemos creido que somos una marioneta en manos de Dios o del destino. Y eso es un craso error. Por eso el mundo necesita restauración porque nuestras decisiones lo destruyen con bastante frecuencia por múltiples motivos. Y cuanto más poderosos nos volvemos, con más facilidad lo destruimos todo. Desde la revolucion industrial y tecnologica hemos impactado con una fuerza terrible sobre el medio ambiente y estamos poniendo en peligro muchos equilibrios fundamentales para la vida en el planeta.

    Hoy es posible descubrir tres caminos para que la restauración del mundo sea posible. 

    I. Valorar que el impacto de lo pequeño puede ser definitivo. Una pequeña aldea puede cambiar el destino de la historia, como una simple persona, puede iniciar un cambio irreversible. Cuando creémos que no valemos nada, ni podémos nada, nos equivocamos. Quién iba a sospechar que alguien tan insignificante como un belenita afincado en Nazaret, se convertiría en el punto desde el que hemos contado la historia en occidente durante tanto tiempo. Cierto que Él es el Hijo de Dios, pero no es menos cierto que nosotros estamos ungidos por el Espíritu Santo. Todos podemos hacer mucho por cambiar las cosas. Una reacción en cadena es capaz de modificar las cosas, la energía nuclear nos enseña que eso puede ser posible. Cristo Jesús es una reacción en cadena que ha inclinado la historia humana en una dirección distinta. 

    II. Superar el narcisismo es sanador para el bien común global tanto de personas como del planeta y todo lo vivo. El culto religioso antiguo consistía en celebrar rituales para lograr de ese modo objetivos egoístas individuales o de grupo. Todavía hoy seguimos relacionándonos con lo divino del mismo modo. El mensaje de la carta a los hebreos ha sido ignorado casi por completo por muchos. Es la ofrenda de uno mismo por amor a los demás, por buscar el bien de todos y de todo, lo que es el culto que Dios espera de nosotros, y lo demás sin eso, son rituales vacíos. La verdadera liturgia sucede cuando vivimos ofrendando nuestra existencia por el bien universal. Y no buscando nuestra crasa aspiración narcisista. El narcisismo es el veneno que hoy está enfermando muchas instancias de poder en nuestro mundo generando verdaderas super estructuras de pecado. Sin dejarlo atrás simplemente seguimos dando pasos hacia el abismo.

    III.   La fe en que el universo tiene sentido, nos llena de alegría, nos infunde esperanza, nos regala la paz y convierte nuestra vida en una bendición. Isabel contagiada por María, lo vive en primera plana. Cuando no creemos que el universo tiene un sentido, o que puede tenerlo si tomamos las decisiones adecuadas, la existencia se torna una suerte de maldición a tiempo parcial o por completo. La inquietud angustiante sustituye a la paz. La esperanza se esfuma y la desesperación se convierte en nuestro agónico habitat. El absurdo resultante da paso a la tristeza como compañera constante de la alegría vital y la termina desangrando progresivamente. Si perdemos esta fe, lo perdemos todo. Hasta para pensar e investigar necesitamos fe en que merece la pena hacerlo. La ausencia de esa fe nos convierte en escépticos. Y el escepticismo no aporta mucho, la capacidad crítica, no es el escepticismo como algunos piensan. Quien critica algo tiene fe en que para hallar la verdad se necesita un mayor rigor o pericia. Y eso no es el escepticismo. El esceptico se siente perdido, quien critica un enfoque, trata de encontrar nuevas vías. Y eso no es sentirse perdido sino empeñarse en seguir buscando. El esceptico tira la toalla. El crítico, cree en que merece la pena seguir investigando. El escepticismo no nos lleva a ninguna parte. La fe en que todo merece la pena sí. Pues el mensaje hoy es claro, dichoso eres y serás cuando sepas y veas que lo que has creído se cumple. No es posible vivir en plenitud sin esta fe. Podemos vivir o mal vivir. Pero eso no convierte en bendita la existencia de nadie. Y en cambio si amarga la existencia de muchos. En esa dirección solo la frivolidad resulta una experiencia tolerable de vida. Y no son pocos hoy los que han decidido tomar ese camino. La sociedad postmoderna tiene mucho de eso. La modernidad creía en algo aunque pudiese estar equivocada, la postmodernidad no cree en nada. Si no superamos este límite mental y cultural, como ya hicieron en el pasado Platón y Aristóteles, no podremos restaurar el mundo. 

    Una buena lección sin duda para los que deseamos mantener nuestro ánimo firme en el transcurso de nuestras vidas. Restauremos pués el mundo hermanos. 

 

0. El materialismo está ciego. ¿Qué es la materia? Los cuánticos nos decubren que es algo más cercano al misterio que una realidad totalmente clarificada. Aún persiste su a-racionalidad más que manifiesta. Sabemos qué pasa, aunque no siempre sepamos por qué pasa. Pero aún más. ¿es posible la existencia de la materia sin estructura alguna?. Con Aristóteles afirmo que no. Todo lo material se estructura de una u otra manera. Y es gracias a la estructura de cada cosa que aparecen realidades inorgánicas u orgánicas. La química más básica eso lo tiene muy claro. La conjunción estructurada de unos u otros elementos, da lugar a un tipo de química u otro. Cuando muchos se preguntan que es el espíritu, siempre les respondo lo mismo. La estructura de cada realidad material existente. Es evidente que la estructura no resulta evidente tras un análisis de distinto tipo. Más por el orden de las sustancias ahí presentes se infiere su presencia en nuestra razón que dirige la investigación. El espíritu no es una sustancia material más. Es la estructura que configura las sustancias materiales de un modo determinado. Llevado de esta visión de las cosas, entiendo que el espíritu aquí es la estructura que hace que la materia, misteriosa en sí misma, se configure como un ente o un existente en un universo espacio temporal como el nuestro. Es claro que no todas las configuraciones estructurales son del mismo tipo. No es lo mismo un ente que un existente. Un ente es una piedra, un existente es un ente vivo. Pero una celula, una planta, un animal o una persona, no son lo mismo ni del mismo tipo. Lo espiritual no configura del mismo modo lo que existe. Hay diferencias de grado enormes. Pero no de valor necesariamente. El antropocentrismo con su ceguera ha creado demasiado daño al planeta para que persistamos en su error. No es posible la existencia del hombre sin lo demás que lo acompaña y del que él mismo se ha generado tras un complejo proceso que ha durado desde hace miles de años. 

    Aún así, persisten los que quisieran entender de que tipo es la naturaleza de una realidad espiritual. Porque hay personas que sin atisbar un cierto caracter material en una sustancia se niegan a aceptar su existencia. Santo Tomás apóstol fue uno de ellos. Para salir de esa duda, simplemente hay que saber contar, saber hacer operaciones matemáticas sencillas, ni siquiera es necesario saber resolver problemas complejos ni entender teoremas difíciles. La matemática es real y verdadera exista un ser humano que la descubra o la piense o no. Incluso son las mismas sea cual sea la cabeza o la cultura que las considere. Son las que son. Válidas para todos. Son globales. Esto pone nerviosos a los nacionalistas, a los tribales, pero eso sólo pone de manifiesto el error básico que sustenta esas rancias y raquiticas posiciones mentales presas de su oscurantismo. La matematica no se identifica con un escaner. Pero sin duda un escaner es imposible de hacer sin ellas. Todo el universo es pura matemática. Es su música interior y hace posible su misma estructura. El espíritu que no es matemática sino mucho más, es de esa naturaleza. Es una instancia configuradora, estructurante, y en cada ente o existente actúa de una manera distinta. 

    El Espíritu Santo es la estructura que nos configura como Dios mismo, que no sólo nos hace existir sino que nos transfigura, que nos diviniza. La divinización es la estructuración de todos y de todo desde Dios, más allá de la mera existencia mundanal. El mundo está llamado a evolucionar hacia lo divino. Y eso es lo que el Espíritu Santo produce. El Dios con nosotros, que es el Espírtu Santo hoy, nos diviniza a todos y a todo, gradualmente. Pero este proceso no es la resultante de una necesidad o de un proceso determinado. Es un proceso que se realiza a traves de un diálogo enamorado y que puede fracasar. El Espíritu Santo nos estructura a cada uno en diálogo con nuestra inteligencia y nuestra libertad en el caso de las personas. En el caso de todo lo demás, lo hace a traves nuestro. Pues sin todo lo demás, el ser humano, la persona humana, es imposible. Si somos nosotros divinizados, todo lo que nos hace posibles, como existentes, también lo es. Porque nosotros somos ellos, y ellos son nosotros. El ser humano lo engloba todo, porque todo lo demás hace posible al ser humano. La suerte global es única para todos. Cuando hablamos de la “salvación de las almas” hablamos de la Nueva Creación. Y esta es la resultante final de la acción del Espíritu en todo y en todos. Eso es lo que permitirá que Dios lo sea todo en todos y en todo. Los cielos nuevos y la tierra nueva, sólo serán posibles así. De modo que lo que ocurre cuando el Espíritu Santo viene sobre nosotros es que en diálogo amoroso con nuestra conciencia, fuente de nuestros pensamientos, sentimientos y actos, su acción nos estructura por completo de un modo totalmente nuevo. Así es como nuestra matería misteriosa, se estructura más allá de este universo espacio temporal, evoluciona, para existir no un marco de espacio y tiempo, sino en Dios mismo. Pasamos de este modo de ser sin plenitud, a existir en plenitud, a vivir en abundancia. 

    ¿Qué no lo sabemos todo? ¡Es cierto!. Pero existir en el misterio es lo que tiene. No hay que perder los papeles por ello. Así vivió Lucy en el valle del Rift, y para su sorpresa, parte de su esqueleto hoy recorre el mundo, de museo en museo. Seguro que no pensó en ello cuando caminaba por aquel mundo humano, que según parece, acababa de nacer. Me gusta pensar así, porque tengo claro, que aunque por importante y mínima que fuese su existencia, su configuración estructural íntima, no se ha perdido. Aquella pequeña personita jugó un papel fundamental para que todos nosotros pudiesemos ser quienes somos. Cada alma, es la plasmación espiritual que configura la materia de un modo determinado, y aunque unos entes materiales son mucho más complejos que otros ninguno es capaz de explicar su existencia sin la presencia de los otros. Debe ser que el ombligo pone de manifiesto lo interconectados que estamos todos unos con otros. 

    Por todo eso el mismo Espíritu que sobrevoló sobre el caos y puso en marcha el cosmos, configurando de un modo totalmente nuevo, estructurandolo todo de modo progresivo, de igual manera, obra en ti y en mí. Como un día lo hizo en el vientre virginal de María, y como cada día lo hace sobre el pan y el vino al celebrar la Eucaristia. Lo que llamamos transustanciación es la estructuración de un ente sin modificar necesariamente por ello su apariencia física. Más al configurarla de un modo totalmente nuevo es posible que algo se torne alguien, y que una cosa pase a ser una persona. ¿Qué no lo entiendo? Cierto. ¿Que es misterioso? También. Más no olvidemos que eso mismo pasa en el universo cuántico y no por eso deja de ser cierto y existir. Si sólo existiera lo que entendemos reduciríamos el universo a muy pocas cosas. Bien decía Aristóteles: “El hombre, cuanto más estudia es más sencillo, porque a medida que estudia descubre la grandeza de su ignorancia”. Esto muchos no lo digieren bien, por eso Schopenhauer les enseña por qué es bueno ser humildes: “Un alto grado de intelecto tiende a hacer que un hombre sea antisiocial” o políticamente incorrecto, como gustéis. Así que un poquito de por favor, como decía Quintero, ya basta de materialismos dogmáticos y ciegos, un poco más de profundidad y de nivel por favor. 

 

 

3. ¿Como hablaros de Él si yo como el Bautista soy indigno de desatar la correa de su sandalia? Un pecador os habla hoy en nombre de Jesús. Su mensaje este día es claro: Si Dios está hay alegria. En cambio si Dios no está la alegría resulta herida y caduca. Desde tres ángulos se nos explica esta lección.

    Los profetas en la primera lectura y en el cántico de hoy son muy claros. Si Dios está hay salvación, y no frustración. Dios exorciza el imperio del nihilismo y sus consecuentes absurdos. Si Dios está la vida ya no es un camino hacia el duelo, sino la apertura a una fiesta sin límites. Sofonías nos convoca a esta fiesta y el cántico salmódico nos invita a gritar jubilosos por el destino glorioso que nos aguarda. Por eso hija de Sión alegrate porque el Señor está en tí, salvador y rey. La frustracion entristece, en cambio, la salvación, anima, alegra. Si leyesemos esta profecía en clave personal, oyendo en la voz del profeta, la de nuestros seres amados que se han ido, las lágrimas de gozo se adueñarían de nuestros rostros. La alegria no brota de la frustracion, sino de la esperanza de salvación. Por eso basta de miedos, de inquietudes, de tristezas, de desafallecimientos. Grita de gozo, regocijate y disfruta con todo tu ser. No hay mal que pueda contigo si Dios está a tu lado salvándote. Si te renueva con su amor exultarás y te alegrarás, y tu vida será una fiesta. Estamos convocados a una fiesta, he ahí la profunda razón para la alegria. La vida no es un valle de lágrimas que nos ahogan. No es un perpetuo funeral, sino un aliento de esperanza permanente. 

    El apóstol no se queda atrás. Piensa que el fin está cerca.Y nos recomienda mesura, no agitación. Nos recomienda paz, y antes que nada, alegría. Y no de cualquier manera sino con rotundidad: os lo repito estad alegres. Es cuestión de empeñarse. Quizás vivamos rodeados de causas que nos empujan a las preocupaciones o a la depresión. No pocas veces corremos el peligro de perder la esperanza. Más el apóstol nos dice que no estamos solos. Que el resucitado camina a nuestro lado y nos aguarda, y en esa dulce compañía, Pablo, vence todas  sus  preocupaciones. Su espiritualiadad consiste en encontrar motivos para mantenerse alegre contra viento y marea, en mirar más allá para encontrar a Cristo resucitado por encima de todos los problemas que le afligen. El apóstol vive en duelo constante contra la desesperación. Y adopta la pose más dificil, esperar contra toda esperanza.  Le sería más fácil rendirse pero ni se le ocurre. Incluso sería explicable para él como humano que es, pero Pablo se sabe un ciudadano del cielo. No está solo ante el peligro, Jesucristo camina a su lado, y eso le da razones constantes para empeñarse en la alegría. La espiritualidad para él es la fuente constante de la alegría. He aquí la segunda razón para la alegría, su perpetua cercanía: “Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” y esa es la experiencia que Pablo tiene de su Señor Jesús. ¿Si el Señor está con nosotros, quien estará contra nosotros?. Esa es la fuerza de la fe que vivida como esperanza nos transfigura en alegría viva. 

    El Evangelio nos regala la tercera razón para estar alegres. Jesús quemará como fuego la paja del desamor, para quedarse con el grano del amor. La corrupción, la extorsión y la falta de solidaridad, la carencia de fraternidad, nos hacen sufrir. El amor nos hace sonreir. Cuando nos separamos de los que amamos lloramos. Más si imaginamos que nos reencontramos con ellos, sonreímos y lloramos de un modo totalmente distinto. Estando alegres se llora de emoción. Si el Dios de Jesucristo está el amor reina eternamente, y la alegría infinita queda garantizada. Pero no cualquier dios. El Dios de Jesucristo. Pues muchas veces el dios de la religiones sólo sirve para llenarnos de miedos, de culpas escrupulosas y enfermizas, y de vergüenzas tóxicas. Pero Jesús incendia esa paja y la elimina, porque tal experiencia humana, es venenosa, por muy religiosa que resulte su vestimenta. El Dios de Jesús nos libera. Y nos enseña a amar y por ende a vivir una alegría sin límites y a prueba de bombas. Vitalismo puro sin asomo alguno de nostalgia abúlica. Ama y sonríe. A esto se te convoca. Abandona el desamor y no sabrás que es la tristeza agónica. 

    Estas tres razones nos descubren el verdadero sentido de la moral y de la ética. Construyete como persona. Y evita todo pensamiento que te aparte de la alegría y el amor, pues ese avión sólo te lleva a tu destrucción como ser humano. La alegría te construye como persona, como lo hacen también la paz y la fortaleza, como lo logra la esperanza, el amor es lo que te construye como persona. El miedo, el desfallecimiento, la desesperación, el desamor, te destruyen como persona, a ti y a los demás. Ciertamente Jesús necesitamos tu Espíritu. Danoslo a borbotones como nos enseña hoy el bautista. Danoslo pues sin él nos quedaremos sin aliento vital. Danoslo y amando, dibujarás la mayor de nuestras sonrisas en nuestros rostros. Oh Jesús, hazlo, pues por algo dicen de ti que eres el gozo del universo, la alegría de los hombres. ¡Ven Espíritu!¡VEN!. 

 

0. Si Dios pudo hacer el universo de la nada, no se porqué no va a poder hacer que en la nada de un vientre virginal brote una vida. Si el Espíritu que sobrevoló el caos en el origen de todo, revoloteó en el vientre de la llena de Gracia dando a luz la vida como creo el cosmos del caos, no se porqué, si este mismo Espíritu es convocado sobre el pan y el vino, no va a ser capaz de hacer presente en dos cosas, la persona gloriosa de Cristo Jesús. El mismo Espíritu que hizo todo de la nada, que creó la vida humana en el seno de una Virgen, es capaz de transformar la nada material del pan y del vino en la persona maravillosa de Cristo vivo y resucitado. De cosa a persona gloriosa eso ocurre en la Eucaristía. El Gran Espíritu de Dios lo hace posible. El gran Espíritu de Dios que todo lo crea, todo lo engendra y todo lo transfigura. Creación, Encarnación y Transustanciación sacramental están profundamente conectados. ¡Aleluya!. 

 

2. La Escritura hoy me ofrece tres lecciones de particular interés. La primera la muestra el Génesis. Tenemos una tendencia enfermiza a culpar a los demás de nuestras torpes decisiones. Y la cuestión es que cuando hacemos eso normalmente no nos damos cuenta donde está el quid del problema. Sigamos el mítico relato: Adán consiente a la propuesta de Eva. Y Eva consiente a la invitación de la serpiente que en este caso representa simbolicamente al maligno. Por tanto el verdadero problema, el origen del mal, está en la voluntad del maligno de echar a perder todo lo que Dios ha creado. Y como con los animales no puede influir porque viven inmersos en el instinto, su intención se dirige contra los seres humanos que posen libertad de acción. Y los engaña. El maligno es el problema y no los humanos, que son en parte víctimas por caer en el engaño, en su juicio erroneo de conciencia. Así que ya basta de culpar al hombre o a la mujer, del mal original. Cuantos machistas estúpidos han encontrado en este relato el fundamento para sus torpes juicios. El mal nos engaña a todos. Y así es como crea cadenas de estupidez que terminan por intoxicarnos a grupos enteros de personas. El error de una conciencia puede ser letal para todo un grupo humano si éste asume el juicio de esa conciencia errada como cierto. Así que puede decirse con cierta solvencia que en no pocas ocasiones antes que malos somos tontos. Y todo, por no percatarnos, que tras unas actitudes erróneas, hay un juicio de conciencia equivocado. Que importante no es solamente ser libre, sino verdaderamente inteligente. Pues no basta con conducirse, es importante sobre todo saber conducirse. 

    La segunda lección la ofrece el apóstol. Si leo la carta a los Efesios pensando en María, el texto queda de esta manera: “María fue elegida en Cristo antes de la fundación para ser Santa e intachable ante él por el amor. María fue destinada por medio de Jesucristo a ser su Madre, llenándola de la Gracia de Dios que generosamente le fue concedida para alabanza de su Gloria que habría de manifestarse. Y gracias a su Sí, hemos heredado nosotros por Cristo, el fruto de su vientre puro, la Bendición, y así colmados de bendiciones espirituales, podemos ser alabanza de su gloria. Cumpliendose  todo lo prometido por los profetas acerca de lo que serían los días del Mesías”. María es Inmaculada para que todos nosotros podamos volvernos inmaculados. Gracias a que su juicio de conciencia no fue equivocado todos podemos alcanzar maravillas insospechadas para nosotros. 

    La tercera lección la regala Lucas. No hay que temer a Dios porque no quiere robarnos nada. No quiere despojarnos de nuestra libertad ni de nuestra inteligencia. No quiere despojarnos del alma. Y menos aún quiere impedir nuestro crecimiento y evolución. Al contrario, nos ofrece alcanzar su gloria, “llegar a ser como dioses”, y tal cosa la hace posible regalándonos su Santo Espíritu, que podrá hacer posible, lo que a nosotros nos parece imposible. Simplemente debemos consentir como María, despues de considerarlo como ella en conciencia. Siéndo verdaderamente libres e inteligentes. Este Espíritu nos guiará para no caer en los errores con los que el maligno nos engaña con facilidad si nos dejamos guiar por su luz. De ahí que sea tan importante no llamar a la obra del Espíritu, obra del maligno, como hicieron no pocos paisanos de Jesús en sus dias. El Espíritu no cesa de iluminar a quien lo pide y se deja conducir por su luminosa voz. Es un juego de seducción, de puro enamoramiento, y en ese juego maravilloso, nunca dejaremos de ser quienes somos, porque si de alguien está enamorado Dios es de todos y cada uno de nosotros. Por eso es una torpeza considerar que Él quiere convertirnos en marionetas, porque entonces, el amado no tendría ante sí a la persona real y verdadera que es la que ama hasta dar su vida por ella. Sin duda me gusta más este modo biblico de hablar sobre el tratado de Gracia, que el que no pocos teólogos han construido a lo largo de los siglos en diferentes escuelas,  complicándo innecesariamente la explicación de como Dios se relaciona con nosotros. 

    De modo que gracias a estás tres lecciones interconectadas, donde María Inmaculada juega un papel fundamental, comprendo como es posible que se geste y se desarrolle la Nueva Creación que hemos llamado redención. Por algo llamamos a María madre de la Iglesia, porque a través de ella, y sus humildes pasos entendemos mucho mejor, todas las cosas. Así que Madre Santa bendita seas por los siglos de los siglos. Amén.

 

 

1. Los griegos antiguos fueron gente lista. Sabían que algo era verdadero, cuando descubrían que era bueno y bello. Sabían que algo era bello, cuando descubrían que era verdadero y bueno. Y de igual modo sabían que algo era bueno porque comprobaban que era verdadero y bello. A grandes rasgos así funcionaban sus mentes. De hecho desde que un alemán dejó de creer en la verdad, la bondad y la belleza, el mundo se ha desquiciado y se abocado al nihilismo. Mis modos de ver las cosas. Simplemente eso. 

    Por eso en este domingo me instruyen sobre las actitudes que resultan buenas, bellas y verdaderas en la vida. Y es que la convivencia con Jesús, mi Señor y mi Amigo, me descubre mi verdad, lo que es bueno para mí y lo que me transforma en alguien luminosamente bello. 

    Por el profeta descubro que la esperanza es más buena y más bella que la desesperación, y por ello es más verdadera. Por el mismo profeta descubro que la justicia y el derecho son más bellos que la injusticia y por eso más buenos y verdaderos. Por el apóstol descubro que el amor en más verdadero que el desamor, y por ello más bueno y más bello. Y ademas aprendo que imitar a la gente honrada y justa es mejor (más bueno) que imitar a los corruptos, y por eso se que esa es la actitud verdadera y bella. Por el Evangelio entiendo que liberarse de la angustia, el miedo y la ansiedad es mejor (más bueno) que vivir siendo esclavo de ellos, y por eso sé que es mucho mas verdadero y bello que su contrario. Además descubro que vivir despierto ante la necesidades de todos, incluido yo mismo, es mejor que vivir dormido ante los retos que se nos plantean, y de nuevo el bien me descubre la verdad y la belleza de dicha actitud. Por último vivir la vida con control, sabiendo dosificar el trabajo y la diversión, es mucho mejor que vivir como un esclavo del trabajo o como un vividor que de tanto gozar termina por reventar. El control, al diversificar la vida, la enriquece y nos permite abrirnos a descubrir que es lo importante, sin hacer que una faceta de ella, eclipse las demás. Por ser esto mejor, se descubre como mucho más verdadero y bello y que su opuesto. 

    Es curioso descubrir como la fe cristiana se hace compatible con uno de los pilares básicos de la cultura helénica. Y como se retroalimentan la una a la otra. En este Adviento pediré al Espíritu Santo que venga sobre mí, y me nutra de estas actitudes bellas, buenas y verdaderas. Pues después de 39 años diciendo ¡Ven Señor!, creo que el mejor significado que puedo darle a esa palabras es éste: “Ven Espíritu ¡VEN!.     

 

 

 

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