CADA DOMINGO LA PALABRA DE DIOS ES CREADORA, NOS RENUEVA, SI LA ESCUCHAMOS CON FE Y SABIDURÍA, PORQUE NOS EL ESPÍRITU DE DIOS NOS VISITA Y NOS LLENA DE GRACIA. APRENDAMOS A ESCUCHARLA COMO MARIA.
V CUARESMA
A veces convertimos nuestra vida en un sepulcro. En vez de vivir, morimos. En vez de crecer, nos pudrimos. En vez de alcanzarlo todo, nos desvanecemos en la nada. Encerrarnos en un sepulcro nos impide vivir en plenitud. Así que necesitamos cambiar eso. Necesitamos salir de ahí. No podemos empeñarnos más en vivir como muertos en vida.
A veces nos empeñamos en cerrarnos a la acción de la misericordia de Dios, porque creemos que no tenemos solución. Eso nos impide también vivir en plenitud. También esa manera de pensar nos sumerge en la oscuridad del sepulcro. Y aborta nuestro aliento vital. Necesitamos mirar al Dios misericordioso a los ojos y llenarnos de esperanza. Siempre hay una nueva oportunidad a nuestro alcance.
A veces creemos que lo único importante es nuestra carne, es decir, nuestra apariencia, nuestro exterior. Y caminamos por la vida como nueces huecas. Así son los sepulcros. Realidades vacías pues sólo en apariencia encierran algo, cuando realmente con el paso del tiempo, sólo contienen un océano de polvo y nada más. Necesitamos detenernos un rato, y considerar que si todo el mundo fuese ciego, que sería lo que a mí me convertiría en atractivo. O sea ¿Cuál es la belleza de tu espíritu? ¿O en un mundo de ciegos pasarías inadvertido porque tu espíritu está totalmente abandonado y nunca ha sido cultivado?. Mientras que la carne se desvanece, el espíritu se mantiene vivo. El culto al cuerpo en olvido total del espíritu nos sepulta en la frivolidad que no conduce a parte alguna.
A veces le damos al Espíritu de Dios con la puerta en las narices. Y cuando hacemos tal cosa, es como si impidiésemos al oxigeno entrar en nuestros pulmones. No hay vida en plenitud sin el Espíritu de Dios, como no hay arte alguno en el taller, sin el alfarero pertinente, sólo barro que podría haber sido y nunca fue.
A veces no nos percatamos que sin la fe en la resurrección nuestra vida es un sepulcro pestilente. A veces no nos percatamos de que sin esta fe, no tenemos esperanza alguna. A veces no nos percatamos que sin esta fe el amor se convierte en llanto amargo, y no logra glorificarse jamás. Jesús llora porque ama, pero su amor y su fe en el Padre son de tal magnitud, que rompe el sepulcro vital, en el que nos encerramos y glorifica todo lo que toca.
Así que ya basta de sepulcros. No convirtamos más nuestras vidas en un funeral perpetuo. Hemos nacido para la gloria, y cómo bien dijo Ireneo la gloria de Dios está en que el hombre viva, y no de cualquier manera, sino en abundancia. Convertirse os lo repito, es salir de los sepulcros en que hemos convertido nuestra vida y vivir en plenitud.
IV CUARESMA
Tres actitudes nos impiden vivir en plenitud. Y es necesario liberarse de ellas.
La primera juzgar a las personas por las apariencias. Es preciso mirar al corazón. Porque sólo entonces no te equivocarás. Y no puedes creer que conoces a alguien por su mera apariencia externa, algo que en nuestra época hacemos tanto usando de las redes sociales de distinta especie. Sólo conoces de verdad a alguien cuando su corazón no te es desconocido. No basta imaginar que hay en él, es preciso saberlo.
En segundo lugar hay una triada maléfica a evitar en cualquier circunstancia: la mentira, la maldad y la injusticia. Esa senda nos conduce a la tiniebla. Una vida es luminosa y no oscura cuando sirve a la verdad, a la bondad y a la justicia. Un mundo malvado, injusto y lleno de mentiras, no será nunca un mundo feliz. Yo no sé como nos cuesta tanto verlo, parece que nos gustase ser necios.
En tercer lugar es preciso superar la ceguera que brota de la soberbia y el miedo. Los realmente ciegos de la pasaje evangélico son los fariseos y los padres del chico enfermo de ceguera. Pero la suya no es una ceguera mental, como la de los demás. Pues en su corazón no hay soberbia, ni tampoco miedo. Es un ser humano abierto a la luz. Y su paciencia le permite crecer en su conocimiento de manera progresiva. Gradual. Y al final llega al conocimiento de quien le permite vivir en abundancia. En un proceso. Sin sentirse preso del abandono o la incomprensión de los que creía suyos. Y abre así los ojos a nuevo marco de relaciones, a un universo nuevo. Donde todo es comprendido de manera distinta.
Jesús es un aliento a emprender esta liberación interior. Él nunca juzga por apariencias. Mira los corazones. Él siempre es veraz, justo y bondadoso. No sabe nada de tinieblas. Porque es la luz del mundo. Por eso no hay ceguera mental en su persona. Y por eso ilumina a cuantos le conocen, le aman y lo siguen como éste hombre curado que el Evangelio no enseña.
Así que libéranos Señor de estas tres cadenas que nos atenazan y nos impiden vivir en plenitud, pues si no estaremos presos de nuestras cegueras como Samuel, los efesios, los fariseos y los familiares del hombre curado.
III CUARESMA
Hoy las Escrituras nos señalan un sólo motivo que impide que podamos vivir en plenitud: el divorcio entre Dios y nosotros.
La sed infinita de plenitud que sentimos los humanos, no puede ser saciada por realidades finitas. Y por eso sufrimos esa sed que nunca cesa. Esa sed recordaba siempre Agustín que sólo puede ser saciada por el único infinito que existe: Dios. Las realidades temporales, las infinitas parejas como en el caso de la samaritana, el dinero, u otras cosas, aunque nos pueden entretener, no pueden saciar esa sed que sólo puede ser satisfecha por el agua viva que brota del corazón de Jesús. Por eso es importante no confundir la distracción, el divertimento, o la frivolidad con la plenitud.
Dios nos ama aún cuando no lo merezcamos. Como un día le fue dicho a Daniel el profeta, por el ángel del Señor: Dios te quiere mucho. Dios es un amor gratuito permanente, un hontanar de gracia sin fin. De eso le habla Jesús a la samaritana. Más nosotros, adoramos a dioses falsos en otros montes. Cómo hacían la samaritana y sus paisanos. El dios amo y caprichoso que nada sabe del Amor de Dios que Cristo nos revela. Cuantas veces la religión, lejos de acercarnos al Dios verdadero, nos ha alejado de Él, deformando su rostro. Pretendiendo eclipsar su luz con las tinieblas de sus códigos, credos y ritualismos vacíos. Y de un rostro equivocado de Dios, brota una visión deficiente del ser humano. Así es imposible alcanzar la plenitud pues no conocemos ni sabemos lo que somos. Tal confusión nos sumerge en el caos que nos desvertebra.
El divorcio entre Dios y nosotros sólo causa confusión, y nos hace equivocar el camino que conduce a la plenitud. Tenemos necesidad de restablecer los esponsales con el Dios verdadero. Tenemos necesidad de dar culto al Padre en espíritu y en verdad. Ahí radica la herida que desde los inicios de los tiempos ha impedido a tantos alcanzar la plenitud. Necesitamos liberarnos del divorcio que nos separa del Dios que sólo sabe amar, porque en el amor y no en otra parte, no en otras falsas opciones, está la plenitud que tanto anhelamos. La gloria es imposible sin EL que es la GLORIA, en palabras mayúsculas. El gozo de los samaritanos cuando conocen a Jesús con sus propios ojos, lo testimonia.
Y SI ADEMAS APRENDEMOS A TRATAR A LAS MUJERES COMO PERSONAS, SIN DESPRECIARLAS POR RAZONES DE SU SEXO O DE SU RAZA, COMO JESÚS TRATA CON AMOR A ESA SAMARITANA, MEJOR QUE MEJOR. Ya está bien de ser como los talibanes que afirman que la mujer a la única carrera que puede aspirar es a la que tiene que hacer de la casa de su macho a la tumba. Ya está bien de salvajismo en nombre de Dios.
II CUARESMA
¿Cómo es posible convertirse?¿Cómo es posible liberarse de todo aquello que nos impide vivir en plenitud?.
En primer lugar saliendo de nuestra casa paterna, de nuestra tierra, de nuestra zona de confort, de nuestros modos habituales de pensar, sentir y comportarnos. De nuestras tradiciones que consideramos eternas e inamovibles. Sin estar dispuesto a aventurarse guiado por la fe, es difícil convertirse, liberarse, alcanzar por tanto la vida en plenitud.
En segundo lugar venciendo todos los temores que nos esclavizan. Pablo nos lo dice y Jesús nos lo enseña: No temáis. No te dejes vencer por los temores para romper tus cadenas. Los temores son los eslabones de las cadenas que nos oprimen. Romper tales ataduras es lo que destroza la cadena. Cada miedo que tenemos es un eslabón que nos impide alcanzar la plenitud. Cuanto más tardemos en romperlos menos pronta será nuestra liberación.
En tercer lugar, escuchando la Palabra del Padre Dios que es Cristo. Nada del Antiguo Testamento es posible comprenderse adecuadamente sin la luz de Cristo que todo lo ilumina en Él. Pues las Escrituras nos hablaban de aquel que vendría a cumplir las promesas. Escuchar a Jesús nos transfigura, nos ilumina, nos glorifica. Aunque no seamos capaz de entender por completo cómo lo hace.
En cuarto y último lugar, no instalándonos en el bienestar cómo si ya hubiésemos llegado a nuestro destino. Pues nuestra conversión no finaliza nunca, la vida en plenitud, sólo será plena cuando se torne eterna. Sólo en la Resurrección veremos su último broche, sólo entonces lo entenderemos todo.
La conversión es para todos. Y también para la Iglesia. Ayer el cardenal Marx hacía unas declaraciones que le han valido la crítica de muchos. El hombre decía que la moral sexual de la Iglesia, debe cambiar y evolucionar porque sólo sabe condenar ensuciando desde la culpa y la vergüenza una experiencia interpersonal maravillosa. ¿Acaso no deberíamos convertirnos en ese tema? ¿Transfigurarnos? ¿No deberíamos salir de nuestra tierra, de nuestra zona de confort? ¿No deberíamos superar nuestros miedos? ¿No deberíamos escuchar más a Jesús y menos a nosotros mismos?¿No estaremos mirando con nuestros ojos y no con los de Cristo Jesús el Antiguo Testamento? ¿A quién seguimos a Pedro, Pablo, Apolo o a Cristo Jesús? ¿Sigue siendo pertinente la pregunta de Pablo hoy? ¿Acaso la Iglesia está llamada a la Conversión?¿Acaso debe liberarse de lo que le impide vivir en plenitud?¿Acaso debe abandonar su cómoda instalación en los principios de siempre y… salir de su tierra?. Abrirse a la Palabra de Dios nos aboca a nueva nueva creación: ¡eso es la transfiguración! La apertura de todo lo histórico a la Gloria. La vida en plenitud nos aguarda. No la retrasemos más.
I CUARESMA
Convertirse es liberarse de aquello que nos impide vivir en plenitud. Y las Escrituras hoy nos hacen considerar varias actitudes que nos impiden vivir en abundancia según Cristo Jesús nos enseña.
El Génesis en uno de sus relatos de la Creación nos hace considerar que la soberbia es un erróneo modo de actuar. Creernos dioses, nos convierte con frecuencia en monstruos. De hecho gran parte del ateísmo moderno procede del anhelo de destronar a Dios para ponernos nosotros en su lugar. El grito Dios ha muerto expone que hay algunos que quieren tomar su trono por asalto. En el fondo es mirar a Dios bajo el prisma del poder, y por tanto, establecer contra Él un pulso de poder. Dios es un amo a quien hay que derribar. Para convertirnos nosotros en los todopoderosos. Normalmente estos intentos, históricamente, nos han dejado desnudos de toda felicidad. De hecho dos ideologías modernas nacidas al amparo del ateísmo en el siglo XX, nos condujeron a una guerra mundial y a purgas sangrientas; como en el pasado los que quitaron a Dios de su trono y dijeron, siendo creyentes, que ellos eran la voz de Dios, porque anhelaban revestirse ellos con el poder divino, también han generado masacres horribles, y aún hoy, guardamos memoria de sucesos como los de 11 de Septiembre de 2001, y muchas otras. El ateísmo y el integrismo, han querido eclipsar a Dios, unos negándolo y otros manipulándolo. Pero ambos no han querido dejar a Dios ser Dios. Y es la soberbia la que les ha impedido comprender a Dios como Amor, y les ha conducido a mirarlo como a un amo. Si comprender a Dios como AMO nos convierte en monstruos, contemplarlo como AMOR, nos transforma en personas. Un camino nos aparta de la plenitud, el otro nos hace vivir en ella.
Pablo nos hace descubrir otra actitud que impide alcanzar nuestra plenitud: el pesimismo de los que consideran que no hay salvación después de la muerte y el pecado. Pero el apóstol es taxativo: nos ofrece su visión de cómo se originan ambas cosas, de sus consecuencias, pero lo fundamental, es que nos enseña que si creemos en Jesucristo, tal pesimismo jamás debe apoderarse de nosotros. Hay salvación para todos. Es el mensaje central que emana a borbotones de Jesús. Resurrección y Salvación, esos son dos nombres de Jesús, y sobre ellos es imposible habitar en el pesimismo. El mal, el sufrimiento y la muerte, no serán para siempre.
El Evangelio nos previene contra tres actitudes equivocadas enemigas de nuestra plenitud:
El materialismo que sólo vive para lo que se ve y se toca. El materialismo que existe, que vive por vivir, pero no puede explicar ni porqué ni para qué. Cerrado a la trascendencia, termina por ahogarse en la inmanencia, cuando los placeres cotidianos se marchitan y agotan. No sólo se vive de pan, las palabras que salen de la boca de Dios, te hacen comprender porqué y para qué se vive.
La falta de sentido común en la experiencia religiosa, nos puede conducir a realizar muchas locuras, al más puro estilo de Don Quijote, que al final te conducirán a hacer daño a los demás, al mundo y a ti mismo. No usar el sentido común es tentar a Dios. Cuidado con las interpretaciones que hacemos de las Escrituras, cuando nos apartamos del sentido común. La tradición de la Iglesia, frena los iluminismos puntuales de los que víctimas de su interpretación individualista de las Escrituras, pueden incluso llegarse a tirar de los aleros de los templos. Y es que no hace mucho tiempo hemos sido testigos en varias ocasiones de suicidios colectivos de personas que consideraban llegado el fin de los tiempos sumergidos en una paranoia religiosa. Dios no está loco, es bueno porque el amor es lo más razonable y sensato que existe si se quiere vivir en plenitud.
La avaricia es una idolatría perniciosa. ¿Para qué lo quiero todo si al final no me llevaré nada? El único tesoro que no perdemos es Dios, porque Dios no es de este mundo. Y no se acaba con él cuando morimos. Así que lo único que merece la pena adorar es Dios, y lo demás si se pierde pues…”pelillos a la mar”. Así tu vida en plenitud no dependerá de tus posesiones.
La tentación es el engaño de la voz del maligno que habla en nuestra mente, y que nos dice que nuestra plenitud está en la soberbia, el pesimismo (como lo único inteligente, lo propio de los listos), el materialismo como lo realista, la falta de sentido común como liberación de fajas opresoras, y la avaricia como única posibilidad de poder gozar y disfrutar de todo para siempre.
Convertirse es no sucumbir a esa mentira, y si se sucumbe implorar misericordia y nuevas oportunidades al Padre Dios. Convertirse es liberarse de estos engaños que nos equivocan para poder alcanzar la vida en plenitud. Así que no lo dudes. Escuchemos la voz de Jesús que nos dice “convertíos”, pues esa es la mejor manera de poder vivir en plenitud, pues la Pascua que preparamos es la plenitud de la vida, no lo olvides.
ORDINARIO VII
Ser santos como Dios es santo, menudo propósito. Sin la gracia del cielo imposible. Loco parece Cristo. Pero no, son simples ironías. “Antes que te tomen por loco, que ser catalogado como un agresivo que pega, roba, engaña, o cualquier otra cosa que suponga dañar a otro ser humano”. Ser santo es amar, ser como Dios es. Pretender otra cosa para definirse como santo es una estupidez. El salmo y el Evangelio lo dejan claro, nítidamente claro. Dios es bueno siempre con unos y con otros. No sabe hacer otra cosa que amar. El Cristo crucificado lo demuestra. El odio nunca te convierte en un templo de Dios. San Pablo no deja duda alguna. Es taxativo. La sabiduría es el amor. Sin amor no funcionamos. Cuando amamos sonreímos. Más cuando no amamos sufrimos. ¿Qué otra prueba necesitamos para comprender que somos imagen y semejanza de Dios? En cuanto no vivimos amando fracasamos como un secador si pretendes hacerlo funcionar debajo del agua. Cortocircuitamos. Por eso el odio siempre bien lejos. Si quieres vivir feliz, no lo dudes nunca. ¿Hacen falta más comentarios?. Si eres cortito probablemente sí. Y es que más que con razones parece que funcionamos muchas veces con los cojones o con las emociones que vienen a ser muchas veces lo mismo. El emotivismo, tan de moda hoy, de empatía no sabe mucho. Porque es puro subjetivismo que nada sabe de interpersonalidad. El emotivismo es incapaz de alumbrar la caridad. Pues no descubre que el ombligo es la huella de que no podemos vivir sin los demás. El ombligo es la huella viva del Bien Común como único ámbito posible para que la humanidad subsista. Está semana la Palabra anticipa que la conversión no es otra cosa que liberarnos de todo lo que impide la vida en plenitud. Y no hay plenitud posible sin amar y ser amado. Así que no pensemos en vivir una cuaresma de ayunos y mortificaciones. La conversión exige que nos hartemos alimentíciamente hablando de amor a cascoporro. Santo es el que ama, porque sólo el que lo hace es como Dios es.
VI ORDINARIO
Tres enseñanzas se nos dirigen hoy. Tres grandes verdades éticas.
El Sirácida (o eclesiástico) y el Salmo son los primeros en mostrarnos que los mandatos morales no son buenos por el hecho de estar “mandados” por Dios. Sino que tales mandatos son mandados porque son buenos para nosotros. Es decir: la ley de Dios no es nada más que el despliegue de nuestra esencia. Por eso si la sigues vives en plenitud y no fracasas, es decir te haces dichoso. Pues lo moral emana de nuestro propio ser como una llamada, como una demanda que nos impele, nos interpela a evolucionar y crecer, a definirme como persona y no como monstruo. Pues en el ser persona radica mi Dicha, y en ser monstruo consiste mi desgracia. De modo que Dios no aborta mi autonomía, imponiéndome nada, al contrario me alumbra los ojos para que pueda ser más yo mismo y así pueda adueñarme más de mi destino: Dios en Cristo muestra al hombre el rostro del verdadero hombre.
Pablo nos enseña que no hay vida ética sin Espíritu de Dios, sin la Sabiduría que Él nos regala. Por carecer de tal sabiduría los poderosos de su tiempo acabaron con la vida del Hijo de Dios. Sin la gracia del Espíritu de Dios no hay Santidad real ni posible que dure en el tiempo. Y esa gracia se ha derramado sobre el mundo completo a partir del acontecimiento Cristo. La vida ética sería tan imposible sin gracia como esperar que el barro sin alfarero llegase a convertirse en ánfora. Nosotros somos el barro y el Espíritu es el alfarero que sólo podrá trabajarnos si nos abrimos a su imperio y su buen hacer. Si nos tornamos húmedos y no secos, pues esa sequedad impide su gradual y delicado trabajo sobre nosotros. No son pocos, los que sin tener clara conciencia de Cristo Jesús, en sus conciencias, se abren al imperio del buen hacer de este sagrado alfarero que reverdece y revive todo aquello que toca, hasta glorificarlo. El manantial está abierto y algunos llegan a él por los lugares más inesperados.
El Evangelio nos muestra con varios ejemplos (alguno de ellos bastante exagerado pues no es preciso cortarse nada según el parecer de la Iglesia: no ha de interpretarse nada de esa forma) que con el mal no se dialoga. Entre el amor y el desamor no hay debate posible. Y además si queremos alcanzar la plenitud de nuestra comprensión moral, debemos estar en permanente diálogo entre el momento presente y nuestras convicciones de siempre, las firmes e inamovibles. Pues sin hacer el esfuerzo de ver que se nos dijo, para entender hoy como eso se nos dice, no escucharemos bien la voz de Dios, que a cada instante, conforme evolucionamos, nos va descubriendo nuevos horizontes éticos que al vislumbrarlos van ampliando nuestra comprensión de nosotros mismos, de los demás y del mundo.
No basta con no matar, es preciso amar y reconciliarse, pues así nadie matará a nadie. No es posible tratar a la mujer como a un trasto según el capricho del macho de turno. Si una unión entre dos personas que se aman es legítima no hay porqué destruirla y obligar a alguien enamorado de otra persona a unirse a quien no ama. Pues eso es un adulterio. No hay que mirar al otro como a un pedazo de carne sino como a una persona sagrada. No hay que ir por la vida de embusteros fanfarrones sino siendo gente veraz. Jesús hace avanzar la comprensión moral de las gentes de su tiempo. Fidelidad a lo aprendido y apertura a nuevas comprensiones, “habéis oido que se os dijo pero yo os digo”.
Con estas tres verdades éticas nos regalan hoy las Escrituras un caudal de luz para que no sucumbamos ante la crisis moral que nuestra época postmoderna nos plantea.
5 ORDINARIO
Al mundo le sobran muchas cosas, y le faltan otras. Las Escrituras hoy nos permiten comprender lo que digo.
Según el profeta, al mundo le sobra el alma de Caín, es decir la insolidaridad, el cerrarse a su propia carne, el olvidarse de los demás. Le falta al mundo la búsqueda del bien común. Y de impulsar todo lo que lo favorece. Una religiosidad que no descubre el rostro del prójimo como alguien sagrado, es una falsa forma de vivir, que no le hace ninguna falta al mundo y menos aún a la Iglesia. Una religión que asesina, es la prueba viva de que vive entregada al culto de satanás y de que sólo escucha sus versos satánicos.
Según el apóstol al mundo le sobran los narcisismos absurdos, el creer que somos un salvador de patrias, personas y naciones. Normalmente estos salvadores que quieren quitarle el puesto a Cristo Crucificado, y que se sienten tan henchidos de sí mismos, con egos descomunales, suelen estropear todo lo que tocan y como una reina malvada del cuento de blancanieves, destruyen y envenenan a los demás, más que ayudarles. Pues por envanecerse y autoafirmarse ante todos son capaces de vender y destruir hasta lo más sagrado. Son gentes que no quieren a nadie, y que usan a todos, para alimentar su ego como un cáncer, destruyendo todo tejido vivo. Al mundo le falta la humildad de saber que Dios en Cristo, porque nos ama como nadie, nos ha salvado, y que no hay nada mayor ni más importante que esto. Los populismos de uno y otro signo, incurren con facilidad en estas megalomanías y en sus consiguientes demagogias, y se tornan pestilentes ante los demás. Que grandes son hoy a los ojos de Pablo los sacerdotes que aun no sabiendo predicar bien, y no haciendo homilías impresionantes, entregan su vida para que muchos puedan encontrarse con Cristo; lástima que haya personas dentro de la Iglesia que no sepan darse cuenta de esto, y sólo sean capaces de censurarlos y criticarlos. Lástima que no sepan que al hacer eso están atacando a San Pablo, que no hablaba bien, según su propia confesión y que a veces, se alargaba mucho en sus enseñanzas como testimonian los Hechos de los apóstoles en su capítulo 20. A la Iglesia le sobra tanta frivolidad chabacana y desagradecida que no aprecia el valor de los que dan su vida por completo aunque no estén a la altura de los genios.
Al mundo le sobra todo aquello que convierte la vida en algo insulso y oscuro, en algo desabrido y tenebroso. Al mundo le falta gente con salero que sea la sal de la tierra y que haga vibrar de vida los corazones de los demás. Al mundo le falta gente luminosa que sea la luz del mundo, y que llene de fulgor la existencia de quienes los rodean. Al mundo le falta el Bien; pues es bueno, tener salero para sazonar una vida. Y es bueno llenar de luz todo para despejar cualquier oscuridad que se cierna sobre el horizonte. La oscuridad es fría. La luz es cálida. Un mundo sin sentido es un mundo insulso y oscuro. Un mundo sabroso y luminoso, es un mundo con sentido. Al mundo le falta gente vitalista que impregne lo que toca de nuevas energías. La sonrisa es la sal de la tierra y el amor es la luz del mundo. Y su suma, es el bien. Porque la vida se torna gloriosa cuando ambas cosas coinciden.
En fin hermanos, no seamos idiotas, eliminemos lo que sobra del mundo, y démosle en cambio, sin dudar ni un sólo instante, todo lo que falta.
4 ORDINARIO
En casi cuarenta años que soy cristiano, la Iglesia que yo he conocido, con la que he convivido, por la que he sufrido y a la que he amado es la que hoy describe la Escrituras. Una asamblea, a veces no muy grande, ni siquiera mayoritaria en las poblaciones en las que he vivido, un resto como enseña el profeta Sofonías. Un grupo formado por:
3 ORDINARIO
La Iglesia, en cuanto fruto del Espíritu Santo, hace posible que la humanidad se siga encontrando con Cristo Vivo y Resucitado. Pues nuestro Dios, nos busca, nos sale al paso. Viene a nuestro encuentro.
Pero eso no ocurre por que sí, sin más. Si nos convertimos en la sinagoga de Satanás, no transparentaremos a Cristo Jesús. Si la sal se vuelve sosa, no serviremos para nada.
De ahí que sea tan importante escuchar hoy las Escrituras. La Iglesia se manifiesta como sacramento de Cristo cuando es una luz que brilla en la tiniebla, para todos, sin excluir a nadie por motivo alguno, sin considerar a nadie “despreciable gentil”. Cuando todos , sin etiquetas, encuentran en ella un sitio para iluminar su vida.
La Iglesia se manifiesta como sacramento de Cristo cuando lejos de llenar de miedo los corazones infunde en ellos la esperanza y el ánimo.
La Iglesia se manifiesta como sacramento de Cristo cuando busca la unidad y no la división resultante de las distintas escuelas religiosas, como si la verdad sobre la que discuten, fuese algo diferente del amor. Jamás entenderé que hayamos roto el amor en nombre de teologías, que cuando logran tal cosa, se transforman en ídolos a los que sacrificamos la fraternidad que es lo más sagrado que deberíamos defender siempre. Quizás convendría en aras de mantener la caridad, dejar abierto el campo de la teología, hasta que seamos capaces de encontrar el camino que nos conduzca a todos a la correcta comprensión de las cosas, pues muchas veces, la soberbia y su impaciencia subsiguiente, han provocado la división y el enfrentamiento. Y eso es un signo claro, no del Espíritu, sino de Satanás, del que estorba dividiendo. Jesús, el Cristo fue paciente con nuestra torpeza a la hora de entender sus palabras, y nunca expulso a nadie de su lado, salvo que tú por tu cuenta, decidieras irte. La libertad tuya es otra cosa. Pero Él nunca le dijo al Joven rico que se fuera de su lado.
La Iglesia se manifiesta como sacramento de Cristo, cuando Jesús en ella es lo único importante que cuenta, y no otra suerte de componendas travestidas de sagrado y que nada tienen que ver con Él. Esas redes han de ser dejadas de lado siempre, porque de lo contrario no seguiremos verdaderamente a Cristo y entonces, no seremos fieles a la naturaleza auténtica de la Iglesia que no es otra que ser sacramento de Cristo en medio de las gentes.
Así que otros Cristos. He aquí la importancia de vivir en un espíritu de conversión permanente. Y conste que a día de hoy, para manifestarnos como sacramento de Cristo, quedan muchas cosas por hacer.
2 ORDINARIO
Europa está enferma de nacionalismo. De nuevo la guerra se apodera de una de sus áreas. Una guerra fratricida. Y desencadenada en nombre de un nacionalismo trasnochado y tribal. Y lo triste es que tal agresión provoca que en el bando opuesto, el veneno nacionalista también se reactive. Que patética ceguera la del clero cristiano de distintos lugares y diferentes estratos (y algunos de ellos de muy alto nivel), cuando en sus predicaciones, estudios y documentos, tratan de encontrar las bases teológicas de un concepto tan venenoso y peligroso como el de nación. Que hermosas en cambio las palabras “Plus Ultra”. Si en algo disintieron los Austrias hispanos con sus sucesores dinásticos, fue en que unos mantuvieron una visión global del mundo (los reyes planeta), y otros optaron por el concepto de hegemonía, tan chauvinista y tribal como el mismo Richelieu. También nuestra patria chica hoy, está enferma por tanto nacionalismo absurdo, al que a veces reaccionamos desde un patrioterismo trasnochado, y no desde esas bellas palabras: “plus ultra”. Deberíamos pensar más en ello, porque para curarnos de verdad del veneno de estos “rufianes”, el camino es mirar “más allá” y ver que nuestro terruño no es más que una parte más de un gran mundo. Ese universalismo hispano, no deberíamos perderlo jamás.
Porque las Escrituras hoy no dejan lugar a dudas. “Es poco que seas salvador de mi pueblo, quiero que seas luz de las naciones”. El tribalismo desagrada a Dios, en cambio, la universalidad, el catolicismo de veras le complace. Por eso el confesionalismo religioso es al Evangelio lo que el nacionalismo a la historia: una falsa diversidad que lejos de conducir a la comunión nos lleva a la confrontación competitiva hija de la soberbia. He ahí la perversión nacionalista y su raíz satánica y diabólica: aquella que en nombre de la soberbia estorba la comunión de los pueblos dividiéndolos. Con la religión y con el mismo cristianismo ocurre lo mismo. La división y la subsiguiente confrontación, es hija de Luzbel y lleva su fatua marca.
Recibir el Espíritu Santo nos convierte en otros Cristos. Y hoy en el Evangelio Jesús es presentado por Juan Bautista, como “el Cordero de Dios que quita los pecados del Mundo”. No como el cordero pascual judío, preso de nacionalismo tribal travestido de religión. Los pecados “del mundo”. Jesús viene a romper los esquemas de los que quieren ver los cielos vacíos, pues El quiere llenarlos con todos, restableciendo de una vez por todas la única familia humana, diversa y rica, pero una en el amor.
Por ello, si la Iglesia es verdadera, ha de tener el alma que se muestra en la Carta a los Corintios, y de la que Pablo y Sóstenes son testigos: somos los que encontramos hermanos en cualquier lugar. A eso viene Jesús a convertirnos en hermanos, a todos los seres humanos, que divididos por el tribalismo nacionalista, ideológico o religioso, caminamos a ciegas. Y si esto no es lo que la Iglesia vive y cumple, convertida en la sinagoga de Satanás, será la sal de la tierra que se ha vuelto sosa y la luz del mundo que se ha apagado.
Así que en este momento aciago pidamos que Europa se sane del impacto del tribalismo nacionalista que vuelve a llenarla de horror y sangre, y que la Iglesia no se confunda, y sepa estar a la altura de estas circunstancias. Que el Espíritu de Dios, hoy, venga sobre nosotros.
BAUTISMO DEL SEÑOR
Este Domingo tras la Epifanía, termina el tiempo litúrgico de la Navidad, y da comienzo, el tiempo ordinario. Y hoy mi memoria al leer el Evangelio me lleva al pasaje donde Pedro se niega a dejarse lavar los pies. Ahora es Juan el Bautista el que tiene reparos para lavar a Jesús, pero el Señor, como con Pedro, le insta a que lo bautice, a que lo lave, para que se derrame sobre él todo el amor de Dios. Pues no es posible un nuevo nacimiento si el amor de Dios no nos recrea, no se derrama sobre nosotros. Así que debemos preguntarnos hoy: ¿Quiero yo dejarme lavar como Jesús, quiero que el amor de Dios se derrame sobre mí? Porque esta es la enseñanza central de esta jornada.
¿Qué ser humano quiero ser? ¿Quiero ser como Jesús o quiero ser otra clase de ser humano? ¿Quiero que su Espíritu habite en mí, se derrame sobre mí y que me lleve a buscar el reinado de la justicia para que el mundo se llene de luz o quiero ser causa de oscura injusticia en medio del Mundo? En ese caso, el Espíritu de Jesús habrá sido expulsado de nuestra vida.
¿Quiero pasar por este mundo haciendo lo posible porque vivamos todos en la gloria o buscando convertir mi vida y la de los demás en un infierno?.
¿Quiero levantar fronteras y ser fuente de exclusión para los demás o quiero derribar fronteras y ser causa y manantial de comunión para el mundo?. La comunión es la unidad amorosa de los que son diversos y se enriquecen unos a otros con sus respectivos tesoros.
¿Quiero pasar por el mundo siendo esperanza o amenaza para todos?.
¿Quiero pasar por el mundo haciendo el bien y liberando a los oprimidos o ser un diablo que hace el mal y oprime a los demás?.
¿Quiero o no quiero que Dios esté conmigo?¿Quiero ser su servidor, su elegido o quiero que Dios esté muerto?.
¿Quiero ser un Hijo amado de Dios, un predilecto del Padre o quiero ser una ocasión de plenitud perdida para este rincón de la historia y del universo que soy yo?.
Pues si respondes a estas preguntas como lo haría Jesús, si quieres dejarte bañar por las aguas del amor de Dios que se derraman para todos, entra en tu corazón, y en silencio pide al Espíritu de Dios que baje y se pose sobre ti. Y que tu vida cristiana se renueve. No pierdas la ocasión de despedirte este año de la Navidad de esta manera tan entrañable.
EPIFANIA
Adorar. A eso nos enseñan hoy los magos de oriente. Adorar a Jesucristo.
Porque adorarle nos llena el corazón de luz, nos convierte en estrellas en medio de la oscuridad. Adorarle nos hace encontrar la senda para salir de los desiertos. Adorarle nos enriquece infinitamente de amor y de gracia. Adorarle nos une a los demás superando cualquier barrera, límite o frontera que culturalmente hayamos establecido entre nosotros. Adorarle vuelve nuestro corazón universal, nos globaliza, pues no estimula a amar en todas las direcciones sin exclusiones. Adorarle potencia nuestra idiosincrasia sin convertirla en causa de ruptura y confrontación, sino en riqueza compartida por medio de la comunión. Adorarle nos cambia la vida como a Pablo, pues nos hace pensar de otra manera, nos lleva a sentir en otra dirección y nos impulsa a actuar de un modo distinto. No nos permite ser un venenoso nacionalista ni un absurdo “tribal”. Adorarle nos permite descubrir que la humanidad es una y está destinada toda ella a la Plenitud que Dios le quiere regalar. Adorar a Jesús el de Belén de Judea, nos lleva buscar, a preguntar, a indagar, a equivocarnos, a corregirnos, a escuchar, a ponernos en camino, a dejarnos guiar, a encontrarnos con Él, a llenarnos de una inmensa alegría, a admirar y a meditar lo que vivimos, a caer de rodillas y a entregarnos por completo. Adorarle nos libera del yugo de Herodes, porque no es su odio lo que nos guía, sino el amor por Jesús lo que nos define. Adorarle nos lleva a soñar nuevos caminos para dejar de lado, el efecto oscuro que Herodes y sus cuitas (nuestros odios y egoísmos) puede generar en nuestras vidas. Adorarle nos llena del sueño de la esperanza para no sucumbir en medio de los sufrimientos oscuros.
POR ELLO NO LO DUDEMOS HOY, IMITEMOS SU MAGICO PROCEDER: “Y cayendo de rodillas, lo adoraron”. Sea esa nuestra vida, al amparo de su tierna sonrisa.
AÑO NUEVO
Hoy las Escrituras nos permiten comprender los efectos que se producen en nosotros, cuando Dios nos ilumina al contemplar su rostro.
El libro de los números, empieza por decirnos que nuestro corazón se llena de Paz. El Salmo añade que nos inunda la alegría, y un deseo de felicidad para el universo, sin asomo
alguno de nacionalismo venenoso. Es más el Evangelio se une al Salmo, al señalar que otro efecto que provoca en nosotros que Dios nos muestre su rostro es que se suscita en nosotros la alabanza, y
así nuestra vida se transfigura en una Eucaristía constante, en una acción de gracias sin final, pues su caudal de amor es lo que nos provoca. De hecho Pablo es el que nos muestra el por qué de eso.
Dios es “ABBA”. Es decir papá, ternura y misericordia, y no nos considera siervos, sino hijos muy amados. De modo que no estamos sometidos bajo el imperio de la ley de un amo. Contemplar el Rostro
del Dios que nos ama hasta el extremo nos libera. Y eso es lo que Pablo nos enseña, que no es lo mismo un dios amo que un DIOS AMOR. El Evangelio añade dos enseñanzas más. Contemplar el rostro del
Dios Verdadero, nos llena de admiración y de meditación, es decir nos lleva a la adoración. Pues no hay adoración sin admiración y meditación. Dado que la suma de las dos es lo que la componen. No
hay adoración sin admiración y tampoco sin la meditación del corazón. Y además nos enseña el Evangelio, en segundo lugar, que contemplar el rostro de Dios nos abre a la gloria como destino, y a la
plenitud como camino. La gloria de Dios es que el hombre viva en plenitud.
Esta enseñanza nos permite descubrir cuando no vivimos una verdadera religión. Porque la religión es la búsqueda humana de Dios. Y no siempre esa búsqueda lleva a buen puerto.
Estamos ante una religiosidad falsa cuando su visión de Dios nos inquieta y angustia. Estamos ante una religiosidad falsa cuando conduce nuestra vida a una amarga tristeza, y arranca de nuestros
corazones, no alabanzas y Eucaristías, sino lamentos. Estamos ante una religiosidad falsa cuando nos envenena de nacionalismo y nos hace perder de vista lo universal, en aras del tribalismo enfermizo
y repugnante, por fétido y muchos defectos más. Estamos ante una religiosidad falsa, cuando se nos invita al sometimiento y a entender la obediencia como una esclavitud y no como la entrega cordial
de los enamorados. Una religión es falsa cuando dibuja ante nosotros el rostro de un dios amo, que no es AMOR, donde no se es hijo sino siervo o esclavo. Que funesto resulta en particular ese
lenguaje en boca de gentes que se pretenden cristianos. Una religiosidad es falsa cuando nos invita a la frivolidad pietista y al devocionalismo superficial que no conduce a parte alguna, que no
admira ni medita con el corazón. Esa religiosidad es muy del gusto de funestos populistas de poca monta que rayan a veces en lo chabacano. Estamos ante una religiosidad falsa cuando no glorifica
nuestra existencia, sino que impide nuestra plenitud, castrando nuestro vitalismo.
No se nos puede regalar una enseñanza mejor para este comienzo de año, pues como un faro nos orienta para no perdernos entre las múltiples ofertas religiosas que encontramos en
esta nueva Roma del siglo XXI en la que nos ha tocado en suerte vivir. El rostro de Dios ilumine nuestras vidas mostrándonos a todos su verdadero y luminoso rostro. A ver si así dejamos de ser tan
bestias y le regalamos al mundo la paz que tanto necesita, acallando de una vez y para siempre nuestras armas. Pues a este paso, aunque pasen los años, no evolucionaremos nunca.
NAVIDAD
Hoy celebramos que las tinieblas cesan y aparece la luz, una luz cálida que nos ilumina y que libera nuestro destino de fría oscuridad.
Hoy celebramos que la tristeza se esfuma y la alegría y sus gozos, se apoderan de nuestra alma.
Hoy celebramos que los opresores tienen los días contados, y que nuestro horizonte definitivo es un destino de liberación sin cortapisas. Hoy quedamos convocados a una esperanza sin límites, una esperanza contra toda esperanza.
Hoy celebramos que los lamentos se vuelven cantos festivos que nos hacen vibrar como cuerdas acariciadas por dedos expertos.
Hoy celebramos que no es la iniquidad lo que nos aguarda sino la salvación que nace de la gracia.
Hoy celebramos que no estamos abandonados, ni solos. Sino ante Alguien que nos habla como gran consejero, como fuente de fortaleza, como manantial de eternidad y como príncipe de la paz. Una palabra que nunca ha cesado de hablarnos de distintas formas y maneras, hasta que una vez suficientemente preparados ha decidido hablarnos en primera persona.
Hoy celebramos que nuestro destino no es la nada, sino la Gloria como bien han conocido esos pastores. Lo que Juan entendía también como la Vida Eterna.
Hoy celebramos que lo ordinario, se torna extraordinario, porque el Suelo recibe al Cielo. Y por esa razón, lo que consideramos más humilde e irrelevante en nuestra existencia, se torna relevante hasta extremos inusitados.
Y la Señal de que esto ha ocurrido con certeza es la misma para todos: “encontraréis una niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre”, “el Verbo que se ha hecho carne y ha habitado entre nosotros y de cuya plenitud recibiremos todos, gracia tras gracia”.
Por eso puestos en pie, volvamos nuestra mirada ante Jesucristo hecho niño, y como los pobres pastores, solicitemos con fe profunda la paz, para este mundo, donde esta noche siguen sonando las explosiones de las bombas y los ecos de los disparos, y donde siguen muriendo personas fruto de la furia de la guerra y el veneno nacionalista, que sólo sabe llenar de sangre las páginas de la historia humana. Necesitamos Señor que los tiranos caigan y se agoten sus furias. Necesitamos paz más que nunca, pues aunque hemos dados pasos firmes para dejarla atrás, aún nos asedia una epidemia, que nos sigue robando algunas personas queridas simplemente porque son muy mayores. Gentes que se emocionan en ese trance cuando un capellán de hospital les lleva la sagrada comunión, simplemente porque Tú así estás con ella. Que los sanguinarios tiranos que sólo saben matar inocentes dejen de hacernos sufrir a tantos por múltiples razones. Rey de reyes, no nos dejes. Líbranos del imperio definitivo del Mal. Intercede ante el Padre por nosotros. Amén.
4 ADVIENTO
A veces oigo decir a algunos católicos, que Dios tiene que estar cansado de escucharlos, de tanto que le piden. Pero Dios no se cansa de escucharnos. En cambio si se cansa por otras cosas. ¿Cuando cansamos a Dios y por qué? A esta pregunta permiten responder hoy las Sagradas Escrituras.
Isaias nos enseña que cansamos a Dios cuando como Ajaz, le tenemos miedo. Pues si este rey se niega a pedir la señal que le querían dar, si alega que no quiere tentar a Dios, es porque conoce que es un rey injusto, y tiene miedo a que Dios le castigue con sus palabras. En cambio Dios quiere ofrecerle una señal de salvación que llene su corazón de confiada esperanza. Así que cansamos a Dios, pero cuando lo miramos con miedo. Esa comprensión de Dios, esa percepción inadecuada, cansa al Altísimo que no sabe hacer otra cosa que amar.
Pablo nos muestra que cansamos a Dios cuando nos empeñamos en afirmar que la salvación que Jesucristo nos ha regalado, sólo es para algunos. La vileza nacionalista se vuelve más sibilina cuando además se reviste de religión. Pues no sólo los hebreos están llamados a salvarse, sino todos los pueblos de la tierra, también los llamados gentiles, o sea, una suerte de basura que no está a la altura del pueblo de los elegidos. En nuestra tierra tan envenenada por nacionalismos de alma racista y en algunos casos hasta nazi, deberíamos repetirnos a menudo que Dios nos ama a todos por igual sin distinción, pues los hechos diferenciales son meros constructos culturales nuestros. Todos provenimos de Africa, en diferentes oleadas, y nada en nuestra biología señala que existan “razas” humanas. Eso es una pura ficción. Simplemente hay matices evolutivos que nos han teñido la piel y el cabello de diferentes maneras y nos han dado una u otra estatura, en función de la conveniencia de la adaptación al medio. Por eso la salvación regalada por Dios es universal. Sin exclusiones. De la salvación sólo se sale quien libre y conscientemente, sabiendo lo que significa, así lo decide. Pero las puertas están abiertas para todos. Pues todos hemos nacido del mismo amor. Cansamos a Dios con nuestros nacionalismos iletrados y denostados, y más cuando encima se travisten de religión, cayendo en lógicas “confesionalistas” que denigran los esfuerzos ecuménicos. El “confesionalismo” es el rancio nacionalismo religioso. Eso si cansa y repele a Dios.
El Evangelio nos enseña que cansamos a Dios cuando pensamos que Él es un Dios lejano. Cuando no aceptamos que es un Dios con nosotros. Un Dios que interviene y se da a conocer, en el estricto respeto de nuestra libertad, para que esta nunca deje de ser verdadera. Jesús no se impone. Se propone. El sueño de San José es eso. Un susurro de Dios que no elimina la libertad de José, sino que la ilumina. Y no es lo mismo eliminar que iluminar. Pero estamos empeñados en decir que sólo hay que tomar en serio lo que se puede tocar o medir. Pero mis sentimientos no se pueden localizar con una radiografía, y por eso, no dejan de existir. A veces hablamos de la ciencia de una manera estúpida. Si no puedo demostrar con mi método de análisis que esto es así, eso no existe. O sea: si uso un detector de metales, sólo existe, lo que mi maquina encuentre. Y lo que no sea metal, como no se ajusta a mi máquina, eso no existe. Dado que con mi método no puedo demostrar su existencia. ¿No será que ese método es insuficiente para comprenderlo todo? Y que hay arena y otros materiales aunque mi detector de metales no pueda localizarlos. La ciencia no es el problema, sino el uso estúpido que algunos pretenden hacer de ella. Que la ciencia explique como pasan muchas cosas no excluye que tras esos procesos exista un amor definitivo que hace nuevas todas las cosas. Puedo explicar porqué se mueve mi cuerpo, pero con un análisis de sangre no puedo saber cuales son los sentimientos y pensamientos que me mueven de una u otra manera. Es posible por ello aceptar que la trascendencia se despose con la inmanencia, y que eso obre el prodigio del Emmanuel, el prodigio de un Dios con nosotros. Cansamos a Dios cuando somos tan necios, que nos creemos sabios, cuando realmente es posible que no sepamos nada, o más bien, muy poco.
Así que no cansas a Dios por hablarle de tus cosas, supongo que muchas veces con tus palabras harás sonreír al Altísimo. Pues te mirará como una mama y un papa, miran a su bebe y al oírle decir cosas chocantes, que aun estando equivocadas, les mueven a una ternura infinita. No tengas miedo a Dios. No excluyas a nadie del Amor de Dios. No te empeñes en creer que Dios es un ser lejano. Así es como no cansarás a Dios.
3 ADVIENTO
La vida no es fácil, aunque tenga sus momentos buenos. Pero en un abrir y cerrar de ojos, a veces, todo se complica de una manera, que puede llegar a ser hasta terrible. Por eso hoy las Escrituras nos regalan un caudal de sabiduría para hacer frente a tantas dificultades.
Isaias nos recomienda dos cosas. La primera afrontar todo con fortaleza y firmeza. Algo es fuerte cuando no se rompe, cuando el miedo no lo apresa ni lo domina. Algo es firme cuando no se vuelca fácilmente. Cultivar estas actitudes es fundamental. La segunda es mantener firme la convicción de que la pena y la aflicción quedarán atrás. Sin esta esperanza constante, sin esta confianza, será imposible alegrarse, saborear el gozo y experimentar el júbilo, inmersos entre tanto sinsabor.
El salmo y el Evangelio que cita al profeta Isaías nos describen con metáforas poéticas, que ante esta vida hay que tener una determinación constante de erradicar el mal y sus causas, luchando contra él de manera constante y permanente, “militante”. El amor nos mueve a ello. No nos invitan las Escrituras al conformismo ni al quietismo ante los males que nos atribulan, sino a la lucha contra los mismos con las armas del amor. Porque sólo el amor constante y eficaz es capaz de dibujar una sonrisa en quien sufre injusticia o incomprensión. Dibujar sonrisas de alegre felicidad es un buen propósito para una vida.
Pablo nos invita a la paciencia y a la resistencia. Luchar contra el mal no es fácil. Y los cambios no suceden rápido. Y es frecuente desanimarse. Ahora hablamos de la resiliencia, esto es de la capacidad de reconstruirse cuando la vida nos golpea. Son primas hermanas. Teresa de Jesús en su poema “Nada te turbe”, nos ilustra sobre lo importante que la paciencia resulta a quien mantiene un pulso duro con la vida por las circunstancias que le toca vivir. La paciencia nos hace resistentes.
Es evidente que este caudal de consejos nos vienen bien a todos. Fuertes y firmes frente a los temores. Luchadores constantes del amor contra cualquier suerte de mal que nos afecte. Esperanzados en dejar atrás cualquier pena y aflicción. Pacientes y resistentes en el empeño de inclinar la balanza a favor de la alegría. Un amor fuerte y firme, un amor luchador incansable contra el mal, un amor pleno de esperanza en que es posible dejar atrás la oscuridad, y un amor paciente y resistente que no se canse de llenar de alegría los rostros tristes. Que Dios nos de su Espíritu como a Juan el Bautista para que podamos vivir amando así de esta manera, cada uno de los días de nuestra vida. Este es el modo como Dios reina en nosotros.
2 ADVIENTO
El mundo necesita verse libre de muchas cosas. La voz de Dios hoy lo grita con la claridad rotunda de sus testigos.
El mundo nos dicen Isaias y el salmista, necesita verse libre de violencia, de maldad, de injusticia y de deslealtad, de conflictos, de falta de armonía, de daños causados por los demás, de carencia de Paz, de esclavitudes y aflicciones, de falta de solidaridad con los indigentes, de la existencia de la pobreza provocada por la opresión y la extorsión, de falta de comunión entre todos los pueblos de la tierra. Y por eso nunca deberíamos de cansarnos de pedir la Venida constante del Espíritu de Señor. Pues ese Espíritu es el que hace retoñar el tronco seco de Jesé, en el que podemos ver simbolizado este mundo siempre necesitado de renovación a cada nueva generación.
El mundo nos enseña Pablo necesita verse libre de impaciencia, de desconsuelo y de desesperación. El mundo necesita verse libre de discordia y de falta de unanimidad. El mundo necesita dejar de lado la falta de acogida mutua, pues Cristo acogió a todos, judíos y no judíos, sin rechazar a nadie por causa de origen o condición. Sólo la salvación de todos nos consuela, nos llena de esperanza, nos dota de paciencia y promueve el acuerdo mutuo y la unanimidad. La acogida de todos nos libera de infinidad de males.
El mundo nos enseña Juan el Bautista necesita verse libre de tanto religioso, neocón e integrista. Los fariseos y saduceos de ayer y hoy, convierten la religión en un desfile de disfraces, y se comportan como una camada de víboras, no usan el Evangelio para convertirse, sino que viven conforme a sus convenciones y reglamentos, muchas veces ajenos a Cristo. Como en el rito eucarístico deformado en la época carolingia, se interponen entre Cristo y el Pueblo, secuestran a Cristo de los ojos de los demás, y lo deforman. Y no temen nada porque se sienten muy seguros de sí mismos, ya que se creen hijos de Abraham, pero Dios no los reconoce como a tales, y saca nuevos hijos suyos de las piedras. El fuego del Espíritu Santo no arde en sus corazones, pues son paja que no soporta el imperio de su sagrada llama. Estos hipócritas hacen que la Iglesia deje de ser sal y se vuelva sosa, y además esconden la luz del mundo bajo sus largos y oscuros ropajes.
Así que una vez más te imploro, Ven Santo Espíritu de Dios y libéranos de tanta miseria.
1 ADVIENTO
¿Por qué no ocurren cosas que sería oportuno que sucediesen? A esta pregunta nos permite responder la Escritura hoy.
Que hermoso sería que los pueblos se uniesen en una armónica civilización del amor, donde de las espadas se forjaran arados y de las lanzas podaderas, donde no alzara la espada pueblo contra pueblo y nadie se adiestrara para la guerra. ¿Porqué no ocurre? Según Isaias porque no subimos al monte del Señor y no nos dejamos instruir en sus caminos y tampoco marchamos por sus sendas. O sea si escucháramos a Jesús y oyéramos sus palabras, las creyésemos y viviéramos según ellas, amaríamos a los demás como él nos ha amado.
Que hermoso sería ver las iglesias llenas, pero muchas veces están vacías. Y aunque no sea la única causa, el salmo nos da que pensar. ¿No tendrá que ver que convertimos las comunidades parroquiales en entornos poco “alegres”?. Hacer de la Iglesia una especie de velatorio y no una celebración juega en su contra. No convertir las iglesias en fuentes de paz, sino de miedo, culpabilidad o vergüenza, espanta a mucha gente. No deberíamos olvidarlo.
Que hermoso sería que el amor llenase de luz y calor este mundo nuestro. Pero ocurre muchas veces lo contrario. La oscuridad y el frío del desamor se adueñan de la escena del gran teatro del mundo, con demasiada presencia. Quizás es que la dignidad no es nuestra opción, y que con demasiada frecuencia no nos pertrechamos con las armas de la luz. No luchamos. Nos dormimos en los laureles. Cuando no ocurre que nos alienamos con frenesí o Conflictos absurdos. No nos vestimos de Jesucristo con frecuencia.
Que hermoso sería no perder el tren de la historia, desaprovechando ocasiones en las que sería necesario intervenir, pero como nos señala el Evangelio, no solemos estar en vela. Que importante es velar, ante los signos de los tiempos. Que importante es velar ante lo que pensamos, sentimos y actuamos. Nada es peor que dejarse llevar sin pensar, considerando igualmente válidas cualquiera de las maneras de sentir o actuar. Velar nos impide desperdiciar la ocasión oportuna y orienta nuestros pasos en la existencia. No velar, lo impide.
¿Por qué no ocurren cosas que sería oportuno que sucediesen? Por estas razones expuestas ¡sin duda alguna!.