UN BUEN FILOSOFO A MI ENTENDER, CON EL QUE COMPARTO Y DISCREPO, Y CON EL QUE SIEMPRE APRENDO.
0.Marina el pragmático; Marina el interesado en la neurociencia y la psicología; Marina el brillante pedagogo, el ético irreductible; Marina el kantiano más que el discípulo de Husserl (dado que se preocupa por la inteligencia y su aplicación moral más que por la gnoseología pura, esa suerte de ontología, en la que se ha resumido la metafísica tras la revolución copernicana de Kant, y que es a lo que Husserl se dedica especialmente); Marina el que no parece enterarse de las críticas al gnoseologismo kantiano de Heidegger, la filosofía dialógica y el neorrealismo de distinto espectro; Marina el que vive enfadado con Foucault y la postmodernidad e invoca la filosofía como instancia crítica constante capaz de alguna verdad; este Marina, mi amado Marina, con el que en ocasiones discrepo y en otras lo secundo hasta la saciedad, el pensador español cuyos libros devoro con fruición y los considero siempre entre mis favoritos, y por ello, ocupan un lugar especial en mi biblioteca; este Marina, afirma que la religión es una suerte de “verdad privada”, como la que viven los que están dentro de la catedral de León, viendo el colorido de las vidrieras, mientras los que están fueran solamente las ven grises. Y piensa Marina que los de dentro no pueden evidenciar a los de fuera lo que están viviendo a no ser que los de fuera entren. Incluso cita a Sartre que dice que si un ángel le habla, en primer lugar debe dudar de que lo que oye sea cierto. ¿También deben dudar los que están fuera del gozo estético presente en el rostro de quienes cuando salen de la catedral les dicen a los demás que pasen, vean y gocen?. ¿Que decirle? Tres cosas. 1º. Sartre no dice nada nuevo. Zacarías el marido de Isabel ya dudó de lo que el ángel le dijo, y María no. Por eso Zacarías se quedo mudo para poder cantar con alegría, y en cambio María proclamó con gozo las maravillas del Señor en el Magnificat. 2º. Si la fe es una verdad privada es porque es como el consentimiento que se otorga en unas bodas auténticas. A nadie se le debe imponer nada. A nadie se le debe imponer el consentimiento, como Marina mismo nos enseña al hablarnos del matrimonio. Por eso la evidencia de que uno está en lo cierto, está en la felicidad que resplandece en el rostro de quien cuando ha consentido enamorado con acierto vive con una plenitud que los otros no desconocen. Como la enorme satisfacción de los que han visto el interior de la catedral de León. ¿Hasta que punto es tan privada esa verdad que me hace feliz a los ojos de todos pues me llena de plenitud incluso cuando sufro?. Si la verdad es privada es porque Dios no quiere enamorarnos por la fuerza, sino insinuarse con dulzura para que si yo quiero, pueda decirle que no. Si me obligan a entrar en la catedral de León contra mi voluntad, igual salgo diciendo lo que dijo mi prima Cristina: “¡Una iglesia más, vista una, vistas todas!”. Si su rostro se hiciese público ipso facto, que es lo que Marina parece entender por evidente, el embeleso suspendería nuestra libertad y el espacio y el tiempo se habrían terminado. Para que eso no ocurra es necesario poder negarnos a tratar con lo divino, aunque por ese motivo, creamos que las vidrieras de León son grises y no un maravilloso universo cromático sorprendente para propios y extraños (por cierto que pena que por haberla convertido en Museo, el pueblo ya no pueda disfrutarla con normalidad, algo que no pasa en países como Francia y Alemania, una verdadera pena). 3º. La filosofía no es una instancia tan evidente como Marina pretende y sí es un conjunto de escuelas muy distintas las unas de las otras, y hasta opuestas en muchos casos. Igual que matiza con acierto que cuando hablamos de Maquiavelo no hablamos de gobernanza, ni de política sino de poder, no debería olvidar que cuando hablamos de razón crítica y filosofía, no hablamos correctamente, porque no hay una filosofía sino muchas, ni tampoco hay una sola razón crítica sino varias. La filosofía no es ciencia, ni matemática, aunque le pese a Descartes. Y la prueba para él fueron los empiristas ingleses que lucharon en su contra, como para el “moderno” Marina su némesis es el “postmoderno” Foucault. Sus razones críticas y sus argumentos son tan distintos que resulta difícil entender que la filosofía sea una, simplemente porque no lo es. En ese sentido la filosofía es una suerte de “verdad privada” y no un marco objetivo que es capaz de valorar y criticar todo con unos criterios comunes y compartidos. En esta ocasión discrepo de usted. Cierto que yo soy más metafísico y por ende, ontológico, la metafísica no del ser sino del misterio, me hace entender su intento de pensamiento, pero también el de Foucault. Mi concepto de la realidad es omnicomprensivo. Mi pensamiento es muy complejo y tiene a la simplificación aunque sí a la simplicidad. Y ciertamente no confundo el sentido crítico con el escepticismo de su amigo Fidalgo. Pues el sentido crítico insta a buscar y navegar en el misterio, y el escepticismo nos vuelve cínicos y depresivos con demasiada facilidad. A ver si un día que pueda se lo hace saber, al brillante entrevistador. Discrepar es de seres libres e inteligentes ¿No cree usted estimado sabio de cabecera? Siga usted ayudándome tanto a pensar. No se prive.