LA ONTOLOGIA DEL MISTERIO CONFRONTADA CON EL PENSAMIENTO COMPLEJO DE MORIN
0. Las dogmáticas piensa la postmodernidad que pueden ser muy dañinas. Esta manera de pensar no es inadecuada. Sobre todo porque para tirar por tierra las dogmáticas religiosas, la modernidad establece nuevas dogmáticas al servicio de otros ídolos. La idolatría suele ser la resultante de matar al Dios verdadero. Y según algunos posthegelianos alemanes decimonónicos Dios ha muerto. Así que el camino está servido para nuevas idolatrías. Schopenhauer ya construyó una en torno a la voluntad de poder y el pesimismo de la que hablé en mi obra “Dissidentium” (Editorial Bubok 2025). Hoy quiero señalar dos más.
Russell y su famosa taza vacía es la primera. Decía este autor que si pretendiera convencernos de que una taza vacía está llena de un líquido invisible lo lógico sería que desde nuestra razón crítica nos rebelásemos, cuestionando la veracidad de su afirmación. Eso es lo que el llamaría ejercer el pensamiento crítico. Pero a esa metáfora habría que hacerle una precisión, efectivamente, crítica. La taza está llena pero de aire. Si es cierto que un liquido invisible no tiene porqué existir, no es menos cierto que el aire, siendo invisible, si existe. Y es que no existe sólo lo que se ve. El materialismo no describe la realidad del todo. Al menos para un pensamiento crítico. Y dudar de la inexistencia de lo invisible no es suficiente respuesta para una razón viva y lúcida. Jamás creeré que Aristoteles o Platón u otros pensadores hacen un ejercicio no crítico de sus respectivas racionalidades. Creo que es posible desde un uso racionalmente crítico argumentar la existencia de entidades no necesariamente materiales. Aquello que dijo uno de sus discípulos de que de lo que no se sabe es mejor no hablar, no supone que de aquello que nos es desconocido no exista. Y hasta cierto punto, negarse a reconocer su presencia no es óbice para dejar de investigar lo que existiendo pueda resultarnos invisible. Nuestra racionalidad no es la medida que establece la realidad necesaria de las cosas. Es posible que existan cosas que nosotros no somos capaces de percibir a simple vista, ni siquiera a nuestro juicio cognoscente. El mundo es demasiado grande para que pueda caber en una cabeza tan pequeña como la nuestra. La humildad es el estado habitual de quien piensa. Y la soberbia entorpece el juicio de cualquier pensamiento. La apertura al misterio es la tesitura fundamental de cualquier pensamiento que se precie de ser crítico. La aceptación de lo que es a-racional, que nada tiene que ver con la irracionalidad, es el camino que cualquiera que quiera aprender necesita recorrer. Así que a este autor yo le respondería, que su taza, cuando menos no sólo está llena de misterio, sino que es misterio en sí misma, la materia misma es profundamente misteriosa, y eso hoy, la física cuántica lo confirma. Las preguntas muchas veces son el problema para resolver las cuestiones pues condicionan las respuestas. El principio de indeterminación de Heisenberg nos guía a la hora de considerar la resolución de los problemas. Pues el mero intento de responder una pregunta ya condiciona la respuesta. El resultado será en gran medida el fruto de nuestras propias pesquisas. La consideración del misterio como punto de partida para todo ejercicio de aprendizaje es básica. Y sólo desde un punto de partida tan absoluto como impreciso es la clave para abrirnos a las múltiples respuestas que podamos encontrar. Desde esta óptica se entiende a la perfección que el materialismo es otra idolatría más, que a parte de pretenderse moderna sin serlo, sigue siendo tan inadecuada e incompleta como cuando Platón y Aristóteles la discutieron frente a los distintos sofistas con los que tuvieron que debatir. De moderna nada de nada. Tan antigua como todo el pensamiento humano. Así que su taza y su pregunta, se fundamentan sobre una idolatría cuestionable: la materia no es lo único que tiene que existir necesariamente, decir materia, como decir ser, es decir Misterio. Y ante el misterio se desvanece cualquier idolatría.
Camus adora otro ídolo: el absurdo. La realidad como absurdo. Y todo lo hace pivotar sobre el mito de Sísifo. Mito e idolatría en este caso están profundamente conectados. La realidad no es irracional, sino a-racional. Lo que no excluye que la racionalidad crítica no pueda ejercerse, sino que simplemente es retada para ejercitarse con humildad. Decir que todo es absurdo y que carece de sentido es un dogma, como lo fue, el pesimismo de Schopenhauer. Por eso la rebeldía que Camus predicaba se vuelve contra su propia idolatría. La rebeldía ante la afirmación de que todo es absurdo. Si el universo está en silencio no supone que el universos sea absurdo. El mismo autor citado ya lo hizo ver en alguna de sus afirmaciones: “Yo decía que el mundo es absurdo y me adelantaba demasiado. Todo lo que se puede decir es que este mundo, en sí mismo, no es razonable”. El misterio a-racional está servido. Pero su pertinaz idolatría se afianza cuando a continuación afirma: “Pero lo que resulta absurdo es la confrontación de ese irracional y ese deseo desenfrenado de claridad cuyo llamamiento resuena en lo más profundo del hombre”. Lo que resuena en lo más profundo del hombre como un deseo desenfrenado de claridad no brota de la irracionalidad, sino del misterio, de lo a-racional. Descubrir este matiz le hubiese vacunado contra la tentación dogmática de declarar absurdo cualquier propósito humano de saber. La aceptación del misterio como único fundamento no conlleva necesariamente reducir todo a un principio racional y razonable que caiga dentro de sus propios límites. El limite de esta línea de pensamiento a superar está en cuestionar la supuesta irracionalidad de todo. No ser capaz de englobar el todo en nuestra limitada racionalidad no convierte al todo en una entidad irracional y por tanto no condena a ser absurdo cualquier intento de comprenderlo en la medida de nuestras posibilidades. Y tampoco excluye necesariamente que podamos albergar alguna esperanza, porque no todos los dioses posibles son como los que condenaron a Sísifo a vivir preso de su mito. De igual modo, la no intervención de Dios en el universo que ha puesto en marcha no excluye la existencia de Dios por irracional, sino que simplemente cuestiona el teísmo de un Dios amo del mundo. Un Dios que ama no es un Dios amo. Un Dios que ama no tiene por qué dirigir la voluntad de sus amados. Como un verdadero enamorado no tiene por qué dominar a su amado. Ni tampoco organizar su vida privándole de su verdadera identidad. Además condenar a este misterio que puede revelarse que muchos llaman Dios al silencio es una petición de principio. Declarar a Dios mudo e indiferente es un nuevo dogma. Y por tanto es una burda idolatría. El absurdo de Camus es una idolatría de su razón humana que termina como todas las cosas con la muerte, la gran aporía, el misterio que nos cierne desde que aparecimos sobre la faz de este planeta que llamamos tierra. La libertad humana además no claudica porque se acepte que Dios existe, confiar en que un Dios sabe mejor que nosotros que nos hará felices, no supone no necesitar ser libre. La obediencia si no es libre no es la actitud más provechosa. La relación de un Dios con nosotros puede ser de naturaleza esponsal. Y en esa relación la libertad no se suspende sino que simplemente se hace mucho más plena. Los enamorados son libres y libremente se entregan su voluntad el uno al otro. Y eso no les priva de su libertad sino que les conduce al encuentro interpersonal apasionado y apasionante. Y eso no es absurdo. Al contrario nos lleva a descubrir al otro como un tesoro inaudito. Por eso siempre seré creyente en Cristo, el misterio que me habla en primera persona, porque cuando Él, resucitado, me mira y me habla, cuando me ama, me descubre a mi mismo y a los demás como un tesoro por el que Él está dispuesto a darlo todo y por quienes lo ha dado todo, como descubro cada día en la Eucaristía que celebro. Por eso confieso que poner de manifiesto los límites de la razón y revelar los “muros” (que yo no considero absurdos porque no profeso su dogmática) no supone asumir una tragedia irresoluble, ni me impele solamente a gozar únicamente de los instantes fecundos que el mundo me ofrece, y tampoco me impulsa a vivir sin un porqué. Aceptar los límites de la razón me pone ante el muro del misterio, donde mi vida lejos de ser una tragedia irresoluble, se torna una aventura indeterminada, mágica y apasionante, incluso en su misma esencia trágica, y puedo gozar de sus instantes fecundos sin cesar, y no es que decida vivir sin un porqué, es que convierto el porqué en la razón más maravillosa y sorprendente que me insta a vivir, hasta el infinito y más allá. Incluso desde esta perspectiva la muerte en sí misma, por misteriosa, se torna sorprendente, y aunque temida por el cambio tan drástico que supone en la linea de mi existencia, se torna en su tragedia en algo apasionante. Quizás por eso el Francisco de Asís la llamaba poéticamente “la hermana muerte”.
Por eso concluyo este ensayo escuchando a Edgar Morín cuando nos habla del pensamiento complejo, que me recuerda mucho a las afirmaciones de Leonardo Polo y a la necesidad de superar los límites de la racionalidad en aras de un mejor acceso a la complejidad de lo real: (Magnífica síntesis del pensamiento de Morin en la página de Instagram de Don Filosofo) “Desafiemos los límites del conocimiento y nuestras manera de entender la realidad, el camino es el pensamiento complejo, que no es complicado o difícil, sino una forma de pensar que rompe con la simplificación extrema (una verdadera fábrica de diversas idolatrías diría yo), la fragmentación del conocimiento y la tendencia a reducir la realidad a categorías rígidas. La modernidad ha estado dominada por un pensamiento simplificador y reduccionista, que fragmenta la realidad en partes aisladas y pretende explicarlas con modelos lineales y deterministas: Comte pretendía reducir el conocimiento a un conjunto de leyes generales universales, el mecanicismo de Newton y Descartes concebía el mundo como una máquina predecible y controlable, el reduccionismo disciplinar separaba las ciencias en compartimentos estancos sin conexión entre sí, el problema inherente de esta visión es que ignora la complejidad de la realidad, no todo puede explicarse con una sola disciplina o con una fórmula matemática: la vida, la sociedad, la mente humana, la historia, están entrelazadas en redes dinámicas llenas de incertidumbres y contradicciones, incurrir en la simplificación, seguir con modelos simplistas, nos condena a incurrir en errores graves en nuestra comprensión del mundo, y lo que es peor, en nuestras decisiones económicas, políticas y sociales. El pensamiento complejo se basa en principios fundamentales que desafían las estructuras del pensamiento tradicional. La realidad no está compuesta de elementos aislados sino de sistemas interconectados, cada fenómeno debe entenderse en su contexto y en relación con otros sistemas, un organismo no es sólo la suma de sus órganos, una sociedad no es sólo la suma de sus individuos, en un holograma cada parte contiene la imagen del todo, del mismo modo en un sistema complejo cada elemento lleva la huella del sistema completo, un solo individuo refleja los valores y contradicciones de su sociedad, así como una célula contiene la información genética completa del organismo entero, los sistemas no funcionan de manera lineal, se retroalimentan y se transforman constantemente, un ejemplo claro es la relación entre cultura y educación, la cultura transforma a los individuos pero a su vez los individuos transforman la cultura. Los sistemas complejos no son estáticos ni determinados por fuerzas externas, se autoorganizan y evolucionan en interacción con su entorno. Un ecosistema, una empresa o un cerebro humano son ejemplos de sistemas que se reorganizan y se adaptan constantemente. La realidad no puede ser reducida a oposiciones rígidas de blanco o negro, el pensamiento complejo integra la contradicción y la paradoja: Vida y muerte, orden y caos, razón y emoción no son opuestos absolutos, sino que coexisten y se influyen mutuamente. El pensamiento complejo no es un método ni una receta. Es un desafío. Nos obliga a abandonar la comodidad de las explicaciones simples y a enfrentar la incertidumbre (el misterio diría yo) con un mente abierta y crítica. Uno de los grandes problemas de la epistemología moderna es su tendencia a dividir el conocimiento en parcelas aisladas. Esto se debe en gran parte a la influencia del paradigma cartesiano, que estableció la separación entre el sujeto y el objeto, la mente y la materia y promovió un modelo analítico en el que el todo se comprende descomponiéndolo en partes. Este modelo ha llevado a una especialización extrema en las ciencias, hasta el punto de que cada disciplina se encierra en su propio lenguaje y metodología, perdiendo de vista la interconexión entre los fenómenos. Para superar esta fragmentación el pensamiento complejo debe integrar distintos niveles de análisis y diferentes formas de conocimiento. Pero esto no significa una simple acumulación de disciplinas, sino un nuevo modo de pensar, capaz de conectar lo que tradicionalmente se ha separado, cuestionando la visión reduccionista del conocimiento. El método dialéctico hegeliano tiene mucho que aportar en este sentido, aunque no se siga a Hegel en todo, para entender las contradicciones internas de la realidad. La idea de que los opuestos no se excluyen, sino que se complementan y generan nuevas síntesis, es central en el pensamiento complejo. La cibernética y la teoría de sistemas demuestran que los organismos vivos, las sociedades y las máquinas inteligentes no funcionan de manera lineal, sino en redes de interacciones dinámicas. Los sistemas se autoorganizan y evolucionan. James y Dewey y su pragmatismo enseña que el conocimiento no es algo fijo ni absoluto, sino un proceso en constante transformación. La verdad no es una entidad abstracta sino una herramienta que usamos para navegar en un mundo incierto (En el misterio diría yo). Husserl y Merleau-Ponty, su fenomenología introduce una crítica radical al objetivismo científico y enfatiza la importancia de la experiencia subjetiva en la construcción del conocimiento. No podemos separar al sujeto que conoce del mundo que pretende conocer. La teoría del Caos y la física Cuántica nos muestran que el universo no es una máquina determinista, sino un sistema caótico donde el azar y la incertidumbre (de nuevo el misterio) juegan un papel fundamental. La ciencia debe abandonar sus modelos simplistas y aceptar la complejidad (el misterio) como una característica fundamental de la realidad. Estamos ante un cambio radical en la forma en que construimos el conocimiento, se trata de transformar la epistemología misma. No basta con la interdisciplinariedad, combinando varias disciplinas en un mismo estudio, se necesita una transdisciplinariedad donde el conocimiento fluya libremente entre campos del saber, sin barreras artificiales. El conocimiento no es algo externo que simplemente descubrimos. Nuestra forma de conocer influye en lo que conocemos. Cualquier teoría debe reconocer el papel del observador en la construcción del saber. En vez de buscar certezas absolutas, el pensamiento complejo acepta la incertidumbre (yo digo el MISTERIO y su a-racionalidad) como un elemento esencial de la realidad. Esto implica abandonar la obsesión por modelos predictivos rígidos y adoptar un actitud más flexible y adaptativa. El pensamiento clásico busca eliminar las contradicciones; el pensamiento complejo las integra. En lugar de reducir los fenómenos a una única explicación, acepta la coexistencia de múltiples niveles de realidad. El pensamiento fragmentado causa muchos problemas en la actualidad: 1. El cambio climático: la ecología, la economía y la política, son factores que no se integran en un modelo unificado provocando una inacción global ante una crisis sistémica. 2. Crisis en la educación: Se separan las disciplinas y se enseñan los conocimientos descontextualizados, resultando personas con formación técnica, pero sin capacidad de conectar saberes para resolver problemas complejos. 3. Enfermedades mentales y salud pública: la psiquiatría se enfoca en neurotransmisores, la psicología en la conducta y la sociología en factores económicos, pero rara vez se integran en un modelo holístico de bienestar. Sin un pensamiento complejo estamos condenados a cometer los mismos errores, porque seguimos atacando los síntomas sin comprender las causas profundas. Es preciso reformar radicalmente la educación superando su modelo reduccionista que divide el conocimiento en asignaturas aisladas, enseñando de manera mecánica, priorizando la memorización sobre la comprensión. No se preparan a los estudiantes para enfrentar la incertidumbre y la complejidad del mundo real (el misterio que no cesa y lo engloba todo diría yo). La educación debe integrar conocimientos de distintas disciplinas en lugar de enseñarlos como compartimientos estancos. La historia no puede entenderse sin la economía, la biología sin la ecología, la tecnología sin la ética. En lugar de enseñar certezas absolutas se debe enseñar a los estudiantes que el conocimiento está en constante revisión (porque el misterio no se agota añado yo) y que por tanto, el error es parte del aprendizaje. Los problemas del mundo actual (crisis climática, desigualdad, conflictos geopolíticos) requieren un enfoque multidimensional, no soluciones aisladas. La educación debe formar ciudadanos capaces de ver el panorama completo. La educación debe integrar la ética, la autocrítica , la conciencia ecológica y la interdisciplinariedad. El pensamiento reduccionista en política es catastrófico. Los gobiernos suelen abordar los problemas de forma parcial, sin entender las dinámicas sistémicas que los generan. La corrupción se combate con leyes más duras pero sin atacar las estructuras de poder que la facilitan. La pobreza se intenta solucionar económicamente pero sin considerar factores culturales, educativos o políticos. En cuanto a la migración se aplican medidas restrictivas sin atender las causas de fondo como la guerra, el cambio climático o la desigualdad global. Sabiendo que no hay soluciones definitivas en política puesto que la realidad es dinámica, las estrategias deben adaptarse constantemente. Los problemas sociales no tienen una sola causa ni una única solución. Se deben analizar desde múltiples perspectivas. Una sociedad que piensa de manera compleja es menos vulnerable a discursos populistas y simplistas. La política debe educar ciudadanos, no solo administrar recursos. Sin una transformación en la manera de pensar la política, seguiremos cayendo en los mismos errores históricos: guerras por explicaciones simplistas, medidas económicas que generan crisis a largo plazo y sociedades divididas por ideologías absolutistas. La ciencia moderna debe también liberarse del reduccionismo en que anda metida. Aunque la ciencia ha avanzado enormemente, sigue atrapada en paradigmas que buscan explicar la realidad con modelos simplistas. La biología mecanicista durante siglos, ha explicado la vida como una máquina, ignorando la influencia de la ecología, la evolución y la interacción con el entorno. La física determinista antes de la teoría cuántica, creía que el universo funcionaba como un mecanismo predecible. Ahora sabemos que el azar y la incertidumbre juegan un papel clave (de nuevo el misterio nos visita). La ciencia por tanto en lugar de buscar modelos rígidos debe reconocer que los sistemas naturales son impredecibles y dinámicos. La ciencia no debe estar divida en silos. La biología necesita de la física, la psicología de la neurociencia, la ecología de la economía. No todo puede explicarse con una fórmula matemática o un esquema lineal. La ciencia debe aprender a trabajar con paradojas y contradicciones. En nuestra vida diaria la realidad no es blanca o negra. Las personas no son totalmente buenas o malas. Los problemas no tienen una única solución. Muchas de nuestras ideas están basadas en simplificaciones. Pensar de forma compleja significa estar dispuesto a cambiar de opinión ante una nueva evidencia. La vida es una paradoja. (La vida está siempre abierta al misterio que la interpela permanentemente).Queremos estabilidad y cambio al mismo tiempo. Necesitamos individualidad y comunidad. El pensamiento complejo nos ayuda a vivir con estas tensiones sin necesidad de eliminarlas. (Debemos aprender a habitar en el misterio). Entender a las personas significa verlas en su contexto, no podemos juzgar a alguien sin conocer su historia, su entorno y sus circunstancias.
Lo subrayado entre paréntesis es mío. Mi empatía por este autor es muy profunda. La incertidumbre que el señala en crítica epistemológica, en mi perspectiva metafísica se llama Misterio. Una epistemología como ésta, está en plena comunión con mi afirmación ontológica más genuina: Ser = Misterio. La complejidad es una consecuencia de habitar en el misterio, siendo a la vez, yo mismo con vosotros misterio insondable y vertiginoso al par que apasionante. Con esta metafísica y una epistemologías como las de Morin y Polo, es fácil no sucumbir a la tentación de la idolatría. Por eso, discrepo de tantos idólatras, sean Teístas, agnósticos o ateos. El misterio los deja a todos en evidencia, y más cuando el misterio nos dirige su palabra en primera persona. Entonces la complejidad del mismo se desvela pero para abrirnos un nuevo mundo de complejidad, a-racionalidad y misterio infinitos, donde las idolatrías vuelven a ser descartadas. ¿Quien dijo aburrimiento? La visión de la plenitud del misterio que se nos revela, de aquel que muchos llaman Dios, y que yo llamo Cristo, es siempre nueva, es un reto constante, es una pasión infinita, una aventura sin limites. La eternidad es tan compleja que no se agota jamás, por eso no aburre nunca. Creo que Sísifo la descubrió dentro de sí y por eso se liberó del influjo fatuo de los falsos Idolos que él sólo se había fabricado. Y entonces, abismado por el misterio, descubrió que vivir, merecía la pena aunque no pudiese controlar nada de cuanto era.